En entradas previas del blog he lanzado varias posibles alternativas para la elección del Ejecutivo y el sistema electoral que requerirían reforma de la Constitución. Quiero revisar ahora sucintamente algunas posibilidades del debate sobre la reforma electoral en España dentro del actual marco constitucional español, y que por tanto podrían afectar a lo sumo a la LOREG.
Por resumir, la crítica que actualmente se hace al sistema electoral español incide en la distorsión de la proporción de votos obtenidos, particularmente en la penalización que ejerce sobre los partidos con un número apreciable de votos a nivel nacional pero dispersos entre muchas circunscripciones, de modo que salen notablemente perjudicados en el reparto de escaños (en la actual legislatura, particularmente IU y UPyD).
La literatura ofrece numerosos análisis sobre variantes existentes y posibles del sistema electoral; recomiendo en particular para lo que trato a continuación las siguientes fuentes (que en líneas generales son cuanto más reciente más definitiva o al menos inclusiva, y por ello las ordeno cronológicamente):
- Vallés, J.M. y Agustí Bosch, A. (1997) Sistemas electorales y gobierno representativo. Barcelona: Ariel.
- Montabes, J. (ed.) (1998), El sistema electoral a debate. Madrid: Parlamento de Andalucía y Centro de Investigaciones Sociológicas. Y dentro de éste:
- Vallés, J.M., “El número de representantes y la dimensión de las circunscripciones”.
- Botella, J., “El sistema electoral español: fórmula electoral y umbrales de representación”.
- Pérez Gómez, R. y Márquez, M.L., “Proporcionalidad y bonificación al partido vencedor”.
- Pau i Vall, F. (coord..) (1999), Parlamento y Sistema Electoral. VI Jornadas de la Asociación Española de Letrados de Parlamentos. Pamplona: Aranzadi. En especial:
- Pallarés Porta, F., “Sistema electoral y sistema de partidos”.
- Bassols Coma, M. “El sistema electoral español: balance y perspectivas”.
- Consejo de Estado (2009): Informe del consejo de estado sobre las propuestas de modificación del régimen electoral general.
Quiero llamar la atención, desde un punto de vista matemático, sobre dos diferentes aspectos que podríamos distinguir en la no correspondencia entre las proporciones de votos y de escaños:
- Uno general, la proporcionalidad: sencillamente, la no correspondencia entre porcentajes de votos y de escaños. A ella dedico esta entrada.
- Otro más específico, la monotonía: la no correspondencia entre el orden de los partidos según uno y otro porcentajes. A ella dedicaré la próxima entrada sobre este tema.
Sobre la proporcionalidad y su ausencia creo que todo está dicho en la doctrina política, pero en referencia al debate del caso español me remito a lo que he sostenido en anteriores entradas y resumo: que mientras las elecciones generales tengan como uno de sus objetivos la elección del Presidente del Gobierno por el Congreso de los Diputados, el beneficio a los partidos más votados es necesario para preservar la virtud de la gobernabilidad, o estabilidad del Gobierno, facilitando que con menos de un 50 % de votos puedan obtener más del 50 % de escaños. Esta idea la reiteraré a lo largo de esta entrada; recuerdo ahora que, si como he dicho, ésta y la próxima examinan alternativas dentro de la Constitución, no es posible cambiar el método de elección del Presidente del Gobierno.
Debemos recordar lo siguiente: que toda reforma que se pueda hacer para aumentar la proporcionalidad global de la atribución de escaños sin preservar el beneficio a los más votados irá en detrimento de la gobernabilidad, ya que en el sistema actual ésta depende de la prima de representatividad que se da a los partidos más votados. No debemos olvidar que las elecciones generales son en realidad circunscripcionales, es decir, por mucho que el ciudadano tenga en mente al votar un escenario nacional, en realidad el Congreso de los Diputados se forma por la agrupación de 52 minielecciones.
El problema más escandaloso de nuestro sistema, más allá de proporcionalidades y monotonías, es el desperdicio de un montón de restos, o votos inútiles, lo que en las últimas elecciones ha afectado notablemente, como hemos apuntado, a IU y UPyD. Algunos posibles ajustes dentro de la Constitución que ya se han planteado (v. punto IV.3.1.c.iv del informe del Consejo de Estado) serían el aumento del número de diputados, la reducción de la representación mínima inicial y la sustitución de la fórmula electoral. Pero aunque éstos aumentarían la proporcionalidad, no resolverían el problema de la posible acumulación de muchos restos debido a la naturaleza fragmentada de la toma en cuenta de los resultados.
Por tanto parece evidente que, para convertir las actuales elecciones circunscripcionales en unas verdaderas elecciones generales, en las que el sistema electoral considere el mismo escenario nacional que el votante tiene en mente, lo que deberíamos corregir sería esta suma de desperdicios considerando los votos emitidos, o al menos los restos, a nivel nacional. Lo cual vuelve a recordarme algo interesante, y es que tendría que establecerse una regla para la homologación de listas de diferentes circunscripciones como una misma a nivel nacional, lo que probablemente dejaría en evidencia a los partidos de ámbito regional, que es de prever que se coaligarían a nivel nacional, como hacen en las elecciones europeas debido a la circunscripción única, y a las coaliciones o partidos que presentan siglas diferentes en cada circunscripción.
Ahora bien, en un sentido estrecho y estricto de la definición de resto o voto inútil, podríamos considerar que, como es bien sabido, el sistema de reparto D’Hondt utilizado en nuestro sistema tiene en cuenta todos los sufragios emitidos en la circunscripción, y los únicos votos que no se consideran para el mismo son los de los partidos que no superan el 3 % de apoyos. Esta barrera en realidad es tan baja que en casi todas las circunscripciones excepto las 2 mayores (según el actual sistema), al haber a repartir tan pocos escaños, obtener uno cuesta más que ese 3 % de votos.
Pero esto no es lo que quiero decir con “voto inútil” ni lo que se suele pensar cuando se habla de ello, sino que, elevando el sentido común a criterio político, inútil sería todo aquel voto cuyos votantes hubiera dado lo mismo se hubieran quedado en casa en lugar de acudir a las urnas. Esto no supone un problema a nivel de una circunscripción, ya que al fin y al cabo el número de representantes siempre es menor que el de votantes, y es comprensible que el partido al que los votos no le den ni para un escaño se quede sin representación. El problema viene cuando entre las 52 circunscripciones se acumulan muchas inutilidades de unos pocos votos, juntándose al final en el conjunto de la nación un número considerable de ellos.
Voy por tanto a plantear un abanico de mecanismos por los cuales se podrían tener en cuenta dichos votos, siempre recordando que, para mantenernos dentro de la Constitución como pretendemos ahora, las únicas circunscripciones que puede haber son las 50 provincias, Ceuta y Melilla, es decir: los votos se emiten según circunscripciones y los escaños se otorgan también así (v. punto IV.3.1.c del informe del Consejo de Estado).
Por restringir rápidamente las opciones a lo que pretendemos, que es evitar que no se tengan en cuenta los muchos votos que algunos partidos obtienen a nivel nacional, lo que hay que hacer es precisamente computar votos a nivel nacional, o al menos las sumas de los de aquellas circunscripciones donde no han obtenido representación.
Una opción sería la concesión de escaños adicionales a los que el actual sistema otorga, en repartos sucesivos al que hay en el actual sistema, aprovechando el margen entre los 350 actuales y el máximo de 400 previstos en la Constitución. Como los escaños resultantes de estos repartos adicionales han de atribuirse según circunscripciones, debe establecerse la regla que determine en qué circunscripciones cada partido obtiene dichos escaños.
Ejemplos de modos de calcular los escaños a otorgar a dichas sumas de restos pueden ser:
- Repartiendo un número fijo de escaños: no soy partidario de esta opción ya que si los restos son escasos los estaría sobrerrepresentando.
- Repartiendo escaños en base a un cociente votos/escaño obtenido por otra vía, por ejemplo:
- Votos totales del primer reparto / escaños repartidos en éste: valdría para todos los partidos, a cuyos restos se atribuirían los escaños de este segundo reparto distribuyéndolos según una regla, o en un cómputo para cada partido. Esta opción produciría una gran proporcionalidad, al ser un cociente igualitario entre listas.
- Votos obtenidos en el primer reparto por cada lista / escaños obtenidos por ésta: seguiría dejando fuera a los partidos sin escaños en el primer reparto, lo cual tampoco sería un gran déficit de representación, ya que serían los partidos que no habrían conseguido ningún escaño en ninguna de las 52 circunscripciones. Sería menos proporcional ya que se concederían escaños según el porcentaje de representación del primer reparto. Pero habría que establecer una regla para que finalmente no se superasen los 400 escaños del tope constitucional.
Cualquiera de estos mecanismos paliaría situaciones de existencia de un gran número de restos, pero por el contrario, como hemos dicho perjudicaría al beneficio a los mayoritarios que hemos considerado deseable.
Para preservar el principio de que el mayoritario sea el ocupante del gobierno, se ha propuesto un mecanismo tan directo como sencillamente otorgarle tantos diputados adicionales como necesite para llegar a la mayoría absoluta. Método este de asignación directa de escaños que, dicho sea de paso, serviría también como tercer reparto, después del primero (el que actualmente funciona) y el segundo (de reparto según restos), para respetar la monotonía (correspondencia entre el orden de los partidos según porcentajes de votos y de escaños), otorgando a cualquier partido tantos diputados adicionales como necesite para igualar a cualquier otro partido con menos votos pero más escaños según los primeros dos repartos.
Pero entramos ya con tantos repartos en muchas complicaciones, y con los escarceos con la monotonía en el tema de mi siguiente entrada sobre el sistema electoral, así que vamos a ordenarnos un poco y a hacer borrón y cuenta nueva.
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