En la Wikipedia en español, en los artículos sobre lugares de españa con nombre en una de las lenguas cooficiales, se pueden ver discusiones que al principio resultan curiosas, al final aburridas, sobre qué nombres son los correctos. Básteme sobre estas discusiones remitirme a los criterios de la propia Wikipedia en español al respecto, que determinan qué es lo que está bien puesto en Wikipedia.
Lo que me interesa es el hecho en Galicia, relacionado con los motivos de dichas discusiones, de oír de vez en cuando que nombres como Sangenjo, Arteijo, Puebla, Noya, Rianjo, Villagarcía, Puentes, Villaúje, etc. "están mal" o incluso "no existen" porque no son oficiales o porque son "traducciones equivocadas". Posturas que de siempre me resultaron curiosas y, a raíz de pensármelo dos veces y formar mi opinión en el asunto, empezaron a serme además fastidiosas.
Mi primera toma de posición viene por el rechazo del oficialismo lingüístico, que es considerar que las cosas "se dicen" como lo mandan las autoridades, en lugar de otorgar la soberanía lingüística a los hablantes de cada lengua, como hace (y creo que muy sanamente) la RAE. Es decir, que una palabra "se dice" cuando al menos una persona la usa y punto, no cuando aparece en un diccionario.
A continuación podemos empezar a eliminar capas de simpleza por el hecho de que en topónimos cuya pronunciación no se distingue entre gallego (el real, no el "xunteiro" normativo) y castellano, las diferencias ortográficas son sólo apariencia (p.ej. "Noya - Noia", que en ambas lenguas se pronuncia /'noʝa/ y sólo el gallego oficial exige como /'noja/).
El siguiente paso es descartar el argumento de que determinadas cosas "se dicen mal porque lo mandó Franco", como si Franco tuviera aún tanta capacidad para alienar a sus paisanos cuando lleva muerto más tiempo del que estuvo mandando... o para haber mandado cambiar cosas antes de mandar. Quiero decir que este argumento sencillamente desconoce que hubo otras épocas (anteriores a la fiebre nacionalista decimonónica, recomiendo v. El Paraíso Políglota) en que la gente se preocupaba más por comunicarse y menos por imponer su personal sueño de identidad colectiva a sus vecinos, y por tanto hablaba y escribía sencillamente como le parecía más adecuado, y por tanto es entendible que escribieran tal o cual cosa de manera diferente a como se hace hoy en día... entre otros motivos porque las cosas siempre cambian y ellos vivían en otra época. Pondré como ejemplos cinco mapas de Galicia que tengo delante según escribo esto, que por orden cronológico son:
- el de Ojea (1602),
- el de Cantelli (1696),
- el de Tomás López (1784),
- el de Dufour (1849),
- este otro, menos detallado, que incluyo sólo por su fácil accesibilidad on-line y pertenecer a todas luces al s. XX.
Me referiré a ellos por su numeración. Ojo, no son reflejos fidedignos de cómo eran todos los topónimos que incluyen en la época en que se confeccionaron (de ningún documento nos podemos fiar tanto), pero sí sirven de referencia para el proceso de evolución de los nombres.
Porque sí, evolución es, creo yo, el concepto clave. No podemos juzgar a la ligera que algo "está mal" sin entender por qué está así. Así que vamos a ejemplos como los que mencioné arriba.
Cuando se habla de "mala traducción" o algo por el estilo, estamos presuponiendo que la persona que dice "mal" un nombre lo hace aplicando una traducción al término "bueno". Pero ¿y si no está traduciendo, sino simplemente repitiendo lo único o lo más frecuente que ha oído?
Por si algún foráneo lo desconoce, a raíz de la Ley de Normalización Lingüística del Parlamento de Galicia, de 1983, ha habido un exterminio oficial de los topónimos castellanos ya que dicha ley establece (Art. 10.1) que "Los topónimos de Galicia tendrán como única forma oficial la gallega". Esta galleguización, en consonancia con el criterio corto de miras de que (Art. 1) "El gallego es la lengua propia de Galicia" (ojo, la única) no ha reconocido el hecho de que muchos nombres castellanos podían ser tradicionales y por tanto formar también parte del patrimonio cultural de Galicia.
La galleguización, al plantear como no propias de Galicia las formas en castellano, sí ha incurrido en el riesgo de traducir nombres que no eran traducidos, sino simplemente patrimoniales en una lengua que también existía en Galicia.
Vayamos a dos casos concretos, los que más me han animado a enrollarme con esta entrada: Sangenjo y Arteijo, que no sólo comparten el conflicto en torno al fonema /χ/, sino también el hecho de que corresponden a localidades vecinas a dos capitales de provincia, por tanto tradicionalmente más conectadas con la administración central y con más implantación de la lengua española común que su entorno.
Sangenjo (oficial en gallego Sanxenxo): la traducción exacta al castellano que se le suele atribuir sería San Ginés, pero no es éste el nombre castellano que algunos usan, sino Sangenjo, que no es por tanto la traducción del gallego. Ambos, "Sangenjo" /saŋ'χenχo/ y "Sanxenxo" /san'ʃenʃo/ tienen su origen último (v. la interesante tesis doctoral de Joaquín Caridad) en Sanctus Gĕnĕsius, título dado a Poseidón, que en cierto momento de la Edad Media se escribió "Sanctu Geneciu" porque se pronunciaba /san 'ʒentsio/ tanto en gallego como en castellano, que en aquel momento aún no se habían diferenciado en la pronunciación de esas consonantes.
Pero en el paso de la Edad Media a la Moderna las lenguas romances occidentales simplificaron su sistema de sibilantes. Entre los ss. XVI y XVII el castellano y el gallego realizaron el cambio de manera similar, que afectó a nuestro topónimo así: /san 'ʒentsio/ > /san'ʃensio/ > /san'ʃenʃo/.
Pero mientras que la pronunciación gallega sólo "llegó" hasta la /ʃ/, que hoy escribe como "x", en castellano siguió cambiando, llevándose la pronunciación del paladar al velo del paladar e incluso más atrás, como en la mayor parte de España, en que la pronunciación de /x/ es uvular (/χ/). Por último, la grafía con que se representaba /x/ se uniformizó a "g" y "j" en casi toda la Hispanidad (no en México, por ejemplo, donde más se conserva la grafía "x" arcaica y aún se pronuncia /x/).
Por tanto en castellano la evolución de la pronunciación continuó /san'ʃenʃo/ > /san'xenxo/ > /san'χenχo/. Y es asimismo lógico que nos lo encontremos escrito "S. Xenso" en los mapas 1 y 2, "San Jenjo" en el 3, "Sanjenjo" en 4 y "San Genjo" en 5: nos muestra que de 1 a 4 la ortografía era relativamente fonética, siguiendo el /ʃ/ al principio común a gallego y castellano, representado con una "x" no etimológica; al diferenciarse el castellano y cambiar la norma ortográfica, la ortografía siguió a la pronunciación. Sólo en el caso del s. XX tenemos la opción no sólo fonética sino más etimológica de "Genjo" (< "Geneciu", recordemos).
Nótese y compárese respecto a este caso que este "Gĕnĕsius" da también el nombre de la localidad orensana (sin seseo por tanto) que sólo aparece como "Ginzo" en 1, 4 y 5, y "Jinzo" en 3. Tendríamos que ponernos a comprobar si "Xinzo" es ortografía tradicional o sólo un producto de la normalización.
Arteijo (oficial en gallego Arteixo): como le ocurre a Sangenjo, su traducción ciega al gallego sería una especie de "Artejón", pero si nos fiamos de lo que varias fuentes dicen, incluida la web del Ayuntamiento (y parece un dato verosímil), en realidad procede de Artasio, topónimo prerromano. Mismos fonemas /χ/ y /ʃ/ y misma situación. Eso sí, sólo aparece en el mapa 3, y como "Arteixo", que en aquella época (1784) lo mismo podía estar escrito en castellano que en gallego.
Con todo esto quiero dejar claro que, en definitiva, hay muchos casos en que el castellano "g, j" = gallego "x" no es una "mala traducción", sino una cuestión compleja. A lo sumo, sólo en algunas fases más recientes, una vez que se cobra conciencia de la diferencia entre la pronunciación gallega y la castellana (entre otras cosas representada por la diferente ortografía), podríamos estar seguros de que nombres que rara vez se habrán mencionado en castellano sufren una traducción sin apoyo en la tradición (como el caso que conocí de Coucijoso por Coucixoso, lugar aislado de la influencia lingüística castellana). Pero tampoco podemos estar seguros. Yo mismo consideraba una "traducción" innecesaria la que de vez en cuando oía en algunos círculos cercanos de "Villaúje" por "Vilaúxe" (al sur de Chantada), pero he aquí que en medio de la redacción de esta entrada me encuentro el ejemplo castellano en el mapa 3.
Esos dos siglos, XVI y XVII, de evolución del castellano /ʃ/ > /x/ fueron sin duda de vacilación de pronunciaciones y al cabo ortografías, con una /ʃ/ gallega = /x/ castellana, escritas según los casos, unas veces etimológicos y otras no, como "x", "g" o "j" (dicha sea de paso la ocurrencia de que el gallego, uniformizando todo a "x", ha perdido una oportunidad de hermanarse gráficamente tanto con el portugués como con el castellano, manteniendo grafías como "Ginzo", que se pronunciaría /'ʃinθo/ en gallego, /'χinθo/ en castellano y /'ʒĩzu/ en portugués pero se escribiría igual en las tres lenguas).
El hecho de que los dos casos que dan nombre a esta entrada sean topónimos, como digo arriba, cercanos a la irradiación de la lengua castellana en Galicia es lo que me ha hecho adoptar mi postura actual al respecto, que es la de no tomar una decisión ligera a la hora de juzgar la autenticidad de un topónimo. Considerar que todos los nombres de Galicia deben estar en gallego es arriesgarse a destruir lo original y perder riqueza verdadera, no retórica, en otra de las manifestaciones de lo que yo llamo el "síndrome del taxónomo" en la política lingüística: la obsesión por la variedad lingüística hasta el punto de poner su preservación por encima de la libertad de la gente para hablar lo que le venga en gana siempre que pueda.
He comprobado en varias ocasiones que el topónimo castellano era mantenido por gallegohablantes de la zona al hablar en castellano, que usaban en cambio el gallego al hablar en gallego, como es lógico; mientras que gente desconocedora del topónimo tradicional castellano (gente esta tanto gallegos como foráneos) consideraba una rareza incluso risible la versión castellana, ya que sólo han conocido el topónimo oficial. Como, por otra parte, ocurre con Sangenjo y Arteijo, que he oído en boca de, respectivamente, pontevedreses y coruñeses (capitalinos en ambos casos), además de foráneos en caso de Sangenjo, que lo llevan por supuesto diciendo toda la vida, y no lo han traducido de ningún lado.
NOTA a 16/02/2019: Disfrutando con las disquisiciones filológicas de J. J. Moralejo en Callaica Nomina, acabo de encontrar su análisis al respecto de lo tratado en mi entrada, coincidente con ella y a la que aporta más datos y profundidad. Transcribo:
NOTA a 16/02/2019: Disfrutando con las disquisiciones filológicas de J. J. Moralejo en Callaica Nomina, acabo de encontrar su análisis al respecto de lo tratado en mi entrada, coincidente con ella y a la que aporta más datos y profundidad. Transcribo:
Hay otros supuestos de la castellanización que tienen su particularidad: por ejemplo, casos tópicos como Sangenjo -es decir, todas las grafías con g y j frente a la x hoy normativa: Ginzo, Deijebre, Fojo...- no representan otra cosa que formas patrimoniales gallegas -puras y auténticas, digamos, pero ‘corrupciones’ de Ginesius, Dessiobris, Foveum-, son formas con grafías tradicionales o históricas (y en muchos casos, no siempre, etimológicas) g, j que la lengua gallega compartió con todas las demás peninsulares (cf. en portugués Aljubarrota, Gerês...), pero que la escolarización exclusiva en lengua castellana arrastró a valores fonológicos castellanos modernos, es decir, a una fricativa gutural sorda de la que se quiso escapar con la grafía x que tenemos en Sanxenxo, Xinzo, Deixebre, Foxo... y en léxico común queixo, buxo, coxa...; una grafía que ahora los lusistas rechazan por antietimológica y aislacionista.
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