25/07/2016

El mito de los referéndums

A resultas del referéndum del Brexit, pretendo tocar el tema de la democracia directa, cosa que ya hice movido por las pretensiones populista-plebiscitarias del independentismo catalán actual; no sin antes haberme embaulado como referencia tres librillos al respecto:

Vaya por delante que pretendo emitir una crítica negativa a los referéndums como procedimiento general por el cual extraer la voluntad política de una población. Muchos pretenden que la "democracia directa" es "democracia real", y que la representativa no lo es, pero los defectos son numerosos:
  • El electorado puede no estar debidamente informado al respecto, o lo que se decide en referéndum puede ser demasiado complejo técnicamente como para que sea comprendido suficientemente por él. Ni siquiera defensores de la democracia directa como Bowler y Donovan pueden sacar una imagen limpia del referéndum en este aspecto, cuando apuntan a que el defecto de información del electorado es compensado por el recurso a las indicaciones de los partidos y opiniones de gente cualificada. Pues bien, señores, para eso ya tenemos la democracia representativa.
  • Se reducen a unas opciones limitadas tanto el planteamiento del referéndum (en el del Brexit, por ejemplo, abandonar/mantenerse en la UE, cuando la pertenencia consiste en un puñado de tratados) como los motivos de respuesta de los electores, entre los cuales los criterios pueden ser muy variados para que cada uno tome una u otra opción. Se da a menudo incluso que se vota por razones externas al referéndum como por ejemplo castigar la figura de los defensores de alguna de las posiciones mediante el voto a la opción opuesta, como parece haber acontecido entre los votantes pro-Brexit, algunos de los cuales ahora lamentan su decisión.
  • El referéndum puede ser una herramienta de una mayoría para laminar a una minoría, o de un ejecutivo para anular al legislativo.
  • Según dije en la entrada sobre el independentismo catalán, las condiciones de victoria podrían ser variadas, no sólo el simple 50% + 1 votos.
  • De acuerdo con los dos defectos anteriores, la polarización de las opciones puede aumentar la división de la población, que junto a la opresión de minorías en varias ocasiones ha degenerado en guerras. Esto es algo que algunos politólogos que andan actualmente en las cumbres de la ultraizquierda española deberían tener la honradez científica de admitir ante la opinión pública, en especial ante su opinión afín, cada vez que predican que dar la voz al pueblo es un bálsamo de calma porque lo dignifica y se siente considerado.
  • Hay un punto deshonesto en pretender repetir un referéndum sobre un determinado tema hasta que se obtiene una determinada respuesta (la independencia, por ejemplo) y no pretender seguir repitiéndolo más adelante por si el pueblo vuelve a cambiar de opinión.
En suma, considero infundada la fe en la capacidad del electorado para discernir determinados extremos complejos. El referéndum puede ser una herramienta aceptable dentro de unas determinadas condiciones: si la sociedad no está dividida, si los partidos no tienen el control, si hay suficiente información, etc. De lo contrario, otras vías son más aconsejables: referéndums "técnicos" con un censo electoral cualificado más restringido, asambleas deliberativas, comisiones de expertos o, simplemente, la vieja elección de representantes y punto. No es elitismo, es realidad.

Añado esta reflexión de Richard Dawkins al respecto.