15/12/2016

English alternative orthography for fun

The Google Translator tool also offers a phonetic transliteration quite close, in my opinion, to what I'm doing here: an upheaval in English orthography in order to make it as phonetic as possible, keeping minor concessions to History. Just for fun.

Text taken from here:

Hí olsô met dhe wan rômans in his lîf: dhe doter of dhe pastor of Crassy, a yong woman námd Suzanne Curchod, hú wos lâter tu bicom dhe wîf of Louis XVI’s fînans minister Jacques Necker, and dhe modher of Madame de Staël. Dhe tú developed a warm afinity; Gibbon prosíded tu propôz marij, but ultimitli wedlok wos awt of dhe queschon, blokd bôth bî his fadher’s stonch disaprúval and Curchod’s íquoli stonch riluctans tu lív Switserland. Gibbon riturnd tu Ingland in ógust 1758 tu fâs his fadher. Dher cúd bí nô rifûzal of dhe elder’s wishes. Gibbon put it dhis wâ: "Î sîd as a lover, î obâd as a son." Hí prosíded tu cut of ól contact with Churchod, iven as shí vawd tu wât for him. Dher final imôshonal brâk aparentli câm at Ferney, France in dhe spring of 1764, dhô dhâ did sí ich odher at líst wan mor tîm a yer lâter.

Another one from here:

Fríborn Rôman wimen wer considerd sitizens thruawt dhe Ripoblic and Empayr, but did not vôt, hôld political ofis, or serv in dhe militari. A modher’s sitizen status ditermind dhat of her children, as indicâted bî dhe frâz “children born of tú Rôman sitizens”. A Rôman kept her ôn Family nâm for lîf. Children môst ofen túk dhe fadher’s nâm, but in dhe Impirial piriod somtîms mâd dher modher’s nâm part of dhers, or iven ûzd it instéd.

And here:

Simetri is pervâsiv in living things. Animals mânli hav bilateral or miror simetri, as dú dhe lívs of plants and som flawers such as orkids. Plants ofen hav radial or rotâshonal simetri, as dú meni flawers and som grúps of animals such as sí anemonis. Fîvfold simetri is fawnd in dhe ekinoderms, dhe grúp dhat includs starfish, sí urchin, and sí lilis.

And this last one:

Î wos wondering if Û wer âbl tu asist.
Mî fiancé and Î ar geting marid in Óstrâlia in march 2015 and wúd lîk tu com tu Lembongan in jún tu celebrât awr weding with mî famili from Sawth Africa and Ûrop. Mî famili won't bi âbl tu mâk the weding in Óstrâlia as it is tú ixpensiv for dhem tu travel ol dhe wâ tu Óstrâlia. Wi wer thinking Indonizha wúd bi dhe perfect spot as flîts ar ríznabl and dhe wedher is gúd in jún. Is jún dhe drî sízon?

14/12/2016

Reformas necesarias para la enseñanza en España

Todo ha de pivotar sobre la raíz fundamental, que inexcusablemente hemos de tener presente a cada momento, en cada movimiento o decisión que tomemos: ¿para qué gastamos tanto dinero, tiempo, empeño de profesionales y demás recursos en esa enorme organización de organizaciones llamada sistema educativo? Para llevar a los niños de la ignorancia con la que nacen a las máximas cotas de autonomía, digo yo. “El pleno desarrollo de la personalidad humana” es como lo expresa nuestra vigente Constitución Española (art. 27.2).

Planteado lo cual, retomando algunas ideas de lo hablado en anteriores entradas sobre este tema, recopilo a continuación una serie de reformas que bien vendrían para poner al día nuestro sistema educativo; de más general a más específica, y según el orden cronológico de las etapas educativas a las que afectarían.

1. Separación entre etapas.

Cualquier docente de 1º de la ESO puede dar fe de que los alumnos que entran en esta etapa aún son niños en su físico y su carácter. Físicamente, las niñas empiezan a dar el cambio al final de 1º, los niños a lo largo de 2º. Intelectualmente, en cualquier caso, el paso a las capacidades formales de la edad adulta es un proceso de años. La separación relativamente radical que hoy existe entre Primaria y Secundaria no se puede trazar en un año concreto, ni en los 11-12 años de la LOGSE, ni los 13-14 del anterior plan. Por tanto hay que cuestionar dicha divisoria entre Primaria y ESO.

Dentro del concepto de que la enseñanza obligatoria es la común para todos los futuros ciudadanos de pleno derecho y la post-obligatoria la que se bifurca ofreciendo alternativas a los alumnos de acuerdo con el futuro que escojan (punto 2), realmente existe una diferencia cualitativa mayor entre obligatoria y Bachillerato que entre Primaria y Secundaria. Ahora bien, existen propuestas como la del PSOE de extender la obligatoria hasta los 18 años, si bien aparentemente sin cuestionar la bifurcación en los últimos años. En este caso tendríamos que denominar las etapas de otra manera, p.ej. Troncal y Bachillerato, nombres que usaré a partir de ahora (en el punto 8 explico la extensión del concepto de Bachillerato).

De todas formas, hemos de hacer una consideración respecto a la obligatoriedad de la escolarización hasta el lindero de la mayoría de edad. Tal como he expuesto repetidas veces en relación con mi trabajo sobre el Desarrollo del pensamiento formal en la adolescencia e implicaciones en la docencia de la física en educación secundaria, el desarrollo del pensamiento formal está vinculado al surgimiento del autoconcepto de la personalidad, haciendo que el alumno empiece a optar por lo que le lleva al futuro que escoge y a rechazar lo que no le lleva a él. Eso hace que la única manera viable de prolongar los estudios hasta los 18 años sea permitiendo que se correspondan con la opción del alumno a partir del momento en que éste la toma. Esta separación se produce entre los 14 y 15 años, límite que por tanto sería el ideal para separar entre la Troncal y el Bachillerato, un año antes de lo que se hace ahora (lo cual está en consonancia con la idea del Partido Popular que se ha acabado por sustanciar en la división de ciclos de la ESO entre los tres primeros años y el último).

2. Sentido de cada etapa.

Sobre esto sigo fundamentalmente en lo dicho en “Pilares de la enseñanza secundaria”, que se concreta en que:
  • La Primaria es la etapa en que se transmiten determinados contenidos sistemáticos, entre ellos algunos memorísticos que sí son necesarios (ciclos históricos generales, correcta ortografía…), hábitos de trabajo y conducta, que constituyen una armazón mínima para aprendizajes posteriores ("La instrucción directa proporciona la información que explica por completo los conceptos y los procedimientos que los alumnos necesitan aprender", El bosque pedagógico, p. 200).
  • Según opinión común de especialistas en Primaria, la introducción de herramientas digitales y un entorno TIC ha de producirse a lo largo de la etapa, lo que en mi esquema serían los cursos medios de la Troncal, con contenidos didácticos controlados;
Hemos de revisar la estructura de los currículos, señalando los conocimientos y procedimientos que pueden guardarse en formato electrónico y los que forzosamente tienen que incorporarse en formato neuronal (El bosque pedagógico, pp. 247-8).
  • Los últimos cursos de la Troncal (= actual ESO) serían los de contenidos impartidos requiriendo un pensamiento más formal por profesorado más especializado.
  • Las etapas troncales son las de preparación común para todos los futuros ciudadanos de pleno derecho, mientras que las post-troncales serían por definición bifurcadas en itinerarios de elección del alumno, orientadas a su vida adulta ya próxima. Lo cual no sería óbice para que alumnos todavía sin opción clara puedan elegir una miscelánea de asignaturas que le resulten atractivas con las que cultivarse intelectualmente, en espera del momento en que decidirse por una vía concreta con objetivo laboral, para la que seguramente ya tendrá cursadas varias materias.

3. Desbrozar el currículo, eliminando sedimentos históricos y vías muertas.

A la hora de determinar los contenidos curriculares, el punto de vista debe ser el de las metas del alumno, y no el de materias que preparan para determinadas enseñanzas universitarias y notoriamente penden, en cuanto a contenidos se refiere, de éstas; o que se incluyen en el currículo por simple tradición.

Además los docentes debemos, por mucho que nos duela, evitar ese aspecto del efecto Pigmalión consistente en defender a toda costa las virtudes de nuestra especialidad e intentar que los alumnos se introduzcan en sus vericuetos sólo porque serían capaces de hacer cosas maravillosas en ella. Claro que son capaces, pero especialidades hay muchas, más de las que una persona puede abarcar, asumámoslo, y hemos de dejar que cada alumno escoja su vía en la vida. Sería además injusto para con las disciplinas no asentadas en el currículo que las que sí lo están aprovechen esta posición ventajosa. Repito: la determinación de contenidos debe hacerse desde el punto de vista objetivo del alumno.

Entre otros posibles, hay dos aspectos concretos que responderían a dicha idea. El primero, habría que evitar la famosa “titulitis” en su aspecto de obligación de completar programas de estudios conducentes a obtener un título sin aplicación posterior. Esto lleva a que la elección de una vía, notablemente en la etapa universitaria, conduzca al alumno a pasar años de estudios cuya única meta es la obtención de un título, y está lleno de materias que no tienen continuidad. El título debe volver a ser una descripción de las capacidades y conocimientos adquiridos de manera organizada en o a través de una institución académica.

La continuidad es precisamente el segundo aspecto: evitar las vías muertas. Cualquier contenido curricular debería tener continuidad posterior, sea para la vida en general (contenidos por lo tanto comunes a todo el alumnado y situados mayormente en la Troncal) o para el desempeño laboral (elegidos por el alumno y situados en la post-troncal). Si cualquier contenido no es de utilidad posterior, no es útil y punto, y por tanto es muy susceptible de ser podado. Ningún alumno debería ser flagelado con contenidos que no son de su interés, bien objetivamente (porque no son necesarios para la vida en general), bien subjetivamente (porque no corresponden al camino en la vida que ha escogido).

4. Poner la didáctica al día.

Sobre esto me he extendido en “Dos revoluciones pendientes en la enseñanza”; la primera revolución corresponde al punto 3; la segunda es la de introducir unos auténticos entorno y herramientas TIC.

Además, es imprescindible aprovechar el tiempo de clase, de manera que el concepto de deberes para casa quede obsoleto porque todo el trabajo necesario se realice en el entorno del centro; por lo menos en la Troncal, donde las clases magistrales son una mala bestia a exterminar para dejar paso a clases con mucha más interacción entre alumno y profesor. Para lo cual sin duda hace falta reforzar la autoridad y capacidades del profesor para que el tiempo de clase se aproveche y no sea un mero ámbito de socialización y comportamiento de cafetería.

Una metodología flexible atendería además a la diversidad de los alumnos. No la diversidad de la que habitualmente se habla, en referencia a los alumnos con dificultades y menos frecuentemente a los de altas capacidades, sino a la auténtica diversidad que existe cada vez que decimos que “cada persona es un mundo”. Con una verdadera atención a la diversidad de inteligencias existente en el alumnado, las medidas específicas de atención a la diversidad pierden sentido, ya que tal atención se realiza por defecto de manera habitual y general. Al mismo tiempo pierde sentido cualquier excusa respecto a que no se pueda estar atendiendo la manera de aprender de uno u otro alumno, o el argumento de que el fracaso escolar se pueda deber a métodos didácticos inadecuados.

La inversión de la clase en mayor o menor medida, es decir, pasar de que el profesor sea el motor de la misma a que sea un guía y evaluador del alumno, a quien se reconoce la parte activa del aprendizaje, está cada vez más en boga, y el trabajo por proyectos es la modalidad más obvia del mismo. Lo cual está en relación con el siguiente punto.

5. Poner la evaluación al día.

Otro de esos conceptos-dinosaurio tradicionales son los exámenes escritos, mecanismo a exterminar como procedimiento de evaluación por defecto de los conocimientos y aptitudes. Para empezar, los exámenes escritos, puntuales y usados como criba, en sí son un único método de los múltiples que podrían concebirse para la evaluación, y al igual que ocurría con la didáctica, no responden a la diversidad intelectual del alumnado.

Con los exámenes ocurre algo con lo que los físicos lidiamos desde hace un siglo: que la realización de una medida (examen) altera el estado de lo que queremos medir (características del alumno). Esto se debe a algo muy sencillo: el alumno, por encima de todo, lo que quiere no es aprender, ni destacar, ni aprobar; lo que quiere es tirar adelante, objetivo primario que se le inculca desde pequeño y que probablemente tengamos todos grabado genéticamente. Por tanto, si el progresar depende no de aprender directamente, sino de aprobar la evaluación que el profesor hace, y esto se consigue a través de exámenes escritos, el alumno enfoca sus recursos a superar exámenes, independientemente de si ello implica aprender o no. Lo cual resulta en que el método de evaluación, el examen, no está trabajando en pro del objetivo último de todo el sistema que es un aprendizaje efectivo y lo más profundo posible.

Como el alumno, siempre que le interese, va a apuntar sus cañones al método de evaluación que el sistema utilice, y lo que los docentes pretendemos es que el alumno aprenda, no nos queda más remedio que encontrar los métodos adecuados que nos permitan evaluar el aprendizaje directamente. Para ello es necesaria una evaluación del alumno lo más continua posible, que no permita al alumno focalizar esfuerzos en momentos singulares, sino que haga caso al conocimiento que se asienta, sedimenta y perdura; evaluación en todo caso de la que el alumno sea lo menos consciente posible. Si salir adelante depende directamente de aprender, el alumno dirigirá sus intereses a ese objetivo, alineándose con el sistema montado en torno a él.

Además, el resultado de la evaluación viene siendo habitualmente una calificación numéricaciega e inespecífica, que constituye un completo despropósito, una contracción brutal de la información sobre el alumno. Por todo ello habría que sustituir los exámenes y notas por listas de comprobación (checklists) del cumplimiento/incumplimiento de estándares de aprendizaje, lo más binarias posible y que ofreciesen al alumno y a sus padres información detallada sobre el progreso en conocimientos y aptitudes concretas. Actualmente no estamos lejos de este sistema, porque la legislación ya obliga a trabajar al profesor con listas de estándares; la novedad sería cambiar el modo en que cada estándar es evaluado y, sobre todo, la información de salida, es decir, cómo son las calificaciones.

El examen escrito no deja de ser un documento acreditativo de conocimientos del alumno, pero por su imperfección debería quedar relegado a último recurso.

6. Evaluar todo el sistema, no sólo a los alumnos.

Lo dicho sobre los exámenes vale no sólo para el alumnado, sino para todos los elementos del sistema. Cualquier organización que se precie de hacer las cosas mínimamente bien ha de esforzarse por evaluar todo su sistema de funcionamiento, como bien sabe hace décadas la empresa privada con sus sistemas de gestión de la calidad. El Estado y el sistema educativo que establece y en parte gestiona no deberían ser menos; de lo contrario estaríamos admitiendo que le da igual cómo funcionen las cosas. Esto podría no ser gran novedad, pues exámenes se hacen continuamente, pero evaluar no es sólo examinar (a los alumnos).

Uno de los aspectos de las cuestionadas evaluaciones de etapa (“reválidas”) planteadas en la actual ley española de los que he oído hablar menos es su carácter como elemento nivelador del criterio del profesorado, no de los alumnos, es decir, que sirva para someter a criterios nacionales homogéneos a los profesores a través de los alumnos. Confiar la evaluación del alumno enteramente a los profesores no es un problema, siempre que a su vez los profesores estén debidamente evaluados. Apunta J. A. Marina las reticencias y a veces frontales oposiciones que encuentra el concepto de evaluar al profesorado, pero coincido con él en que “No sólo se puede evaluar, sino que se debe hacerlo”. Me he encontrado en alguna ocasión con la idea de que los profesores ya son evaluados suficientemente en las oposiciones cuando ingresan en el funcionariado, pero éste es ejemplo supino de los defectos de los exámenes, como he criticado más de una vez.

En mi pasado como auditor en varios ámbitos me encontré habitualmente con el rechazo de los auditados, que de entrada concebían mis visitas como una amenaza y los resultados de las mismas como una regañina, y la situación con los profesores temo sea la misma. Hubo en cambio algunos otros (escasos) sitios en que se plantearon las auditorías en su sentido auténtico, que es el de una revisión hecha por un técnico externo a la actividad cotidiana con el objeto de mejorar todo el sistema. Concepto que de paso es extensible al funcionariado en general.

La revisión del sistema no se limitaría a la del profesorado, sino que habría que incluir otras entidades, notablemente los centros, y quizá más. En cualquier caso estas evaluaciones habrían de hacerse con fines de excelencia, calidad y homologación a nivel nacional.

7. En la Troncal, romper la tradicional separación entre materias, cursos y aulas.

Evitando la actual y tradicional compartimentación en cada uno de esos aspectos, pues la vida misma no plantea situaciones tabicadas sino variopintas:
  • Materias: esbocé en “Pilares de la enseñanza secundaria” las diferentes áreas (con "currículos integrados" y "proyectos transversales", El bosque pedagógico, p. 233): Cada una de ellas debería ser no una materia que no se comunica con las demás, sino polos o cúmulos de conocimientos con varias intersecciones multidisciplinares ("las actividades de aprendizaje en el aula requieren estar integradas y ser integradoras, y deben ser transversales y contextualizadas", Bueno i Torrens, 2017, p. 41, v. también su cap. 17). Tendríamos que diferenciar entre estas materias-cúmulo y otros contenidos de capacidades transversales (p.ej. TIC o Filosofía, cuyos docentes siempre saltan cada vez que les planteo lo ilógico de sus materias separadas sin pararse a escuchar que sus contenidos deberían ser parte de esos transversales). Esto implicaría además una formación del profesorado ajustada a ese mayor nivel de interdisciplinariedad; la actual dicotomía, como apunta el Libro Blanco…, está en que en Primaria los docentes son especialistas en didáctica y sólo secundariamente se diferencian por materias, mientras que en Secundaria son especialistas en sus respectivas áreas, con un máster posterior en didáctica; defiendo que en los niveles superiores de la Troncal (aproximadamente correspondientes con la ESO) los profesores estén en un punto intermedio entre esos dos extremos, lo cual debería hacerse bajo dos consideraciones: que los requisitos de formación del profesorado se estableciesen por materias, no por etapas, y que existiese para los profesores de Secundaria Troncal la opción de un grado corto + máster largo (3 + 2 años), ya que de hecho necesitarían menos nivel técnico y más nivel didáctico que actualmente. Para que un profesor pudiese a un tiempo serlo de Secundaria Troncal y Bachillerato tendría que tener a la vez un grado largo + máster largo (4 + 2). Y por último también obliga a todos los profesores que atiendan a determinado grupo de alumnos a coordinarse y trabajar en equipo, de modo que en un centro los grupos de trabajo habituales no se organicen sólo por departamentos, sino también por niveles.
  • Cursos: los “paquetes” de materias en que se organiza actualmente cada curso no responden al desarrollo de las capacidades intelectuales de los alumnos, que pueden avanzar en diferentes áreas a diferentes velocidades. Un modo más eficiente de nivelar las velocidades de un grupo de alumnos es permitir que cada uno vaya más a su ritmo en las áreas que le resulten más fáciles y tenga más apoyo en las más difíciles. Además, la repetición periódica de contenidos a modo de repaso implica reconocer que se permite a los alumnos olvidar lo aprendido, aspecto que habría que combatir a toda costa, con todas las habilidades y creatividad del sistema educativo, para reducir el tiempo dedicado a impartir y repetir materia y aumentar el concedido al alumno para aprender activamente (punto 4). Todo ello redundaría en que en lugar de intentar que el alumno aprenda a base de repetición, lo que produce un aprendizaje superficial, lo haga con profundidad en unas áreas selectas, bien controladas y efectivas. Ello no quitaría que como referencia general se estableciesen los actuales niveles de contenidos por años, pero serían más sencillos y se no contendrían repeticiones. Se habrían eliminado también las frustraciones y frecuentes estigmas que suponen las repeticiones de curso, ya que el aprendizaje de contenidos “atrasados” no se confiaría a una repetición de la materia que a su vez obliga a repetir el resto de materias que van con ese curso. Cada vez que se permite a los alumnos promocionar con materias pendientes se está reconociendo la imperfección de la división por cursos. Las únicas diferencias posibles se producirían al final de la Troncal, donde tras muchos años de estudios en progreso continuo (típicamente nueve, de los 6 a los 14 incluidos), sería posible que alumnos con diferentes velocidades globales finalizasen la Troncal a diferentes edades, algo contra lo que, con todo, habrá trabajado el profesorado dedicándose a compensar con más apoyo a los alumnos más necesitados de él. En cualquier caso ha de mantenerse la honradez consistente en decir claramente al alumno y, especialmente, a los padres, cuáles son los puntos de menos progreso y, llegado el final de la Troncal, no titular al alumno mientras no cumpla con los estándares mínimos.
  • Aulas: para ajustarse a lo dicho respecto a cursos y materias, si el concepto es que cada alumno aprende según métodos adaptados (punto 4), que va avanzando a diferentes velocidades y que está con el profesor más en las áreas en que necesita más apoyo docente, no se puede pretender tener a todos los alumnos clasificados en horarios de clase todas cuyas horas pasan escuchando al profesor. En cambio, el horario debería más establecerse como un tiempo de estancia en el centro en aprendizaje activo, tiempo que en mínima parte estaría cubierto por clases de tipo magistral, una mayor de clases más interactivas de tipo seminario y una mayor parte del tiempo de horas de estudio en que el alumno investigaría bajo la supervisión de varios profesores.


8. Acabar con el elitismo de la vía Bachillerato-Universidad.

Una de las situaciones más frustrantes y hasta trágicas del actual sistema es el tradicional prestigio de la vía académica que va al Bachillerato y de ahí a la Universidad como camino de éxito. Esta fama procede de los tiempos en que los estudios universitarios efectivamente llevaban al éxito profesional y a una vida holgada, pero esto era debido a que dichos estudios cubrían una necesidad de puestos de trabajo cualificados; es decir, que el éxito venía de situarse como una suerte de pioneros en trabajos que poca gente ocupaba. Como la naturaleza humana es como es, la idea que caló en la sociedad fue la equivocada de que el éxito venía de estudiar, con lo cual se produjo una desaforada demanda de estudios universitarios a lo que las Universidades gustosamente respondieron ofreciendo cada vez más plazas: “manden, señores, a sus hijos a la Universidad a convertirse en personas con estudios, y después, Dios dirá”; y entretanto se empezó a repetir una y otra vez la frase de que la generación de jóvenes de cada momento, que superaba en nivel de estudios a cualquiera de las anteriores, era por ello “la más preparada de nuestra historia”. ERROR. La que más había estudiado, sin duda; pero preparada, habría que ver bien para qué (desde luego, no para desempeñar un puesto de trabajo). La salida de la Universidad de masas de estudiantes que pasan algunos de los años más productivos de su vida adulta empeñados en unos estudios para obtener un título, que una vez conseguido se encuentran sin objetivo y sin poder trabajar “de lo suyo” y, peor aún, creen que por haber obtenido el título deberían poder trabajar fácilmente, son como digo una de las mayores fuentes de frustración de la sociedad española.

Entretanto, también, los oficios aumentaron su capacidad para convertir a sus trabajadores en gente de éxito, por el simple hecho de que tienen menos competencia, y esto viene ofreciendo a alumnos con idea clara de querer dedicarse a un oficio y con carácter suficiente para optar por la desprestigiada vía de la Formación Profesional un camino al éxito más seguro que la Universidad.

Y no nos equivoquemos: la propia legislación da pábulo al bulo del éxito universitario. En la Troncal, la propia estructura del sistema, a partir de la propia Ley de Educación, prevé que el descuelgue de los alumnos incapaces de mantenerse en la vía ordinaria se realice hacia un oficio: vías antes llamadas PCPIs, ahora FP Básica, situada en los últimos cursos de la ESO. De por sí, esta disposición es un reconocimiento de fracaso no del alumno, sino del sistema, que reconoce implícitamente que los estudios ordinarios no tienen toda la conexión con la realidad que deberían. Pero con los cambios de que hablo arriba, con flexibilidad suficiente y adaptación a la inteligencia del alumno, y reducción del currículo troncal a lo verdaderamente común a todos, ya no habría motivo para mantener esa separación entre “los que estudian y los que no”; sólo cabría tratar separadamente a los alumnos que presentasen problemas médicos serios que les impidiesen un aprendizaje normal. La Troncal es para todos, y no hay excusa fuera de ella: ningún alumno puede pretender salir competentemente a la sociedad sin completarla.

En cuanto a la post-troncal, si aplicamos los principios de asegurar que todo lo que se imparte tenga continuidad (punto 3) y de bifurcación (punto 9), podríamos llegar fácilmente al punto de que ni siquiera fuese necesario distinguir entre Bachillerato y Formación Profesional. Finalizada la Troncal, el alumno iría tomando el camino que más se ajustase a sus opciones y posibilidades, y en él estudiaría sólo lo que le haría falta, y en esto no se diferenciaría quien fuera a finalizar sus estudios al cabo de dos o tres años para entrar en el mercado laboral (equivalente actuales ciclos medios de FP) como quien fuera a continuarlos en un ciclo superior o la Universidad. De paso estaríamos de acuerdo con la propuesta socialista mencionada arriba de estudios hasta los 18 años, siempre que no signifique un itinerario común hasta esa edad, lo que sería un desastre, sino que el alumno pueda empezar a elegir itinerarios a la edad adecuada.

Por tanto, si por cualquier itinerario de estudios el alumno sólo va a estudiar lo que necesita para el futuro y no existe diferencia entre lo que hoy serían el Bachillerato y la formación profesional, mi propuesta sería llamar Bachillerato a toda la enseñanza post-troncal y pre-adulta, es decir, “Bachillerato” sería el conjunto de itinerarios en los que el alumno va escogiendo diferentes vías y que preparan para el desempeño adulto, sea éste un empleo (actual FP media) o más estudios (tanto FP como Bac actuales). Y en última instancia, los estudios se finalizarían a diferentes edades dependiendo de las necesidades para cada empleo. Todos los alumnos harían Bachillerato, pero uno que no sería como el actual, sino en realidad más parecido a los ciclos, porque la definición fundamental de los itinerarios sería la orientación a un desempeño adulto concreto.

9. Especialización progresiva y selectividad periódica en la enseñanza bifurcada.

Ahondando en lo dicho en el anterior punto, dos principios deberían aplicarse a lo largo de todos los itinerarios para ir situando a los alumnos en caminos cada vez más orientados a su vida adulta:
  • Bifurcación y especialización progresivas. Si la bifurcación, desde el curso siguiente a la finalización de la Troncal, empieza por ser genérica, es decir, conduce a varias posibles titulaciones en lugar de a una única tras varios años de estudios, haremos que cada elección no suponga la opción por un destino en la vida en momentos en que los alumnos pueden no tenerlo claro. La alegoría del árbol de los conocimientos está más vigente que nunca bajo este concepto: de un tronco común se separan unas pocas ramas, y cada una ellas se bifurca cada curso en varias más. Así también se aprovecharían sinergias, haciendo que contenidos conducentes en último término a varias titulaciones diferentes, pero que son comunes a todas ellas, se impartan conjuntamente, y esto vale no sólo para alumnos que van por ramas parecidas, como ahora, sino hoy distantes (p.ej., la teoría de circuitos eléctricos sería válida tanto para futuros físicos como futuros electricistas, que podrían cursar juntos la asignatura que los tratase). También ayudaría a que la elección de un camino no suponga la obligación de estar muchos cursos completándolo, de modo que los cambios de orientación por parte de los alumnos, que se seguirán produciendo siempre, puedan ser suaves y menos traumáticos porque no implicarán haber empleado mucho tiempo en una vía que acaba siendo muerta por elección del alumno; esto sólo se produciría en el caso de cambios de una opción a otra muy diferente.
  • Selectividad periódica. En relación con evitar la creación de masas de titulados sin oportunidades de empleo, y con la propuesta de Ciudadanos de que las universidades obtengan financiación en función de la colocación laboral de sus alumnos egresados, la selección de alumnado en función de criterios prefijados debería hacerse no una vez para entrar a la Universidad, sino cada vez que se produzca la bifurcación de un itinerario, estableciéndose números máximos de alumnos admisibles no sólo en función de las plazas que los centros puedan ofertar, como ahora, sino en función de lo requerido para la rama a la que dan paso. Las selectividades (= momentos de selección de alumnos) no tienen por qué ser exámenes (punto 5), y permitirían pasar a cada itinerario tantos como hiciera falta más un cierto porcentaje más (~10%) con el objeto de no descartar radicalmente a alumnos que se queden fuera por poco y de cubrir posibles necesidades del mercado de trabajo. Estos cupos de alumnos dependerían en última instancia de la colocación laboral de cada titulación, lo cual tendría una serie de implicaciones:

o   Habría que revisar periódicamente las necesidades de puestos de cada tipo de trabajo para reajustar los cupos.
o  En los cursos más bajos, al acumularse los excesos de cupos de diferentes itinerarios, la entrada a unas u otras ramas estaría limitada sólo por las plazas disponibles en los centros, mientras que al avanzar en la especialización, la limitación de plazas cobraría más importancia, al depender de una colocación concreta y disponer de un solo porcentaje en exceso.
o   Cada titulación correspondería en principio a un trabajo (salvo las que explícitamente estuviesen marcadas como estudios puramente teóricos, a las que los alumnos accederían como ahora muchos hacen a la Universidad, con el objetivo de completar su formación personal o cultivarse intelectualmente, pero explícitamente sin un objetivo laboral, para evitar los malentendidos y frustración de que hablábamos en el punto 8; estas titulaciones típicamente generales y misceláneas podrían incluso tener una denominación específica, p.ej. de “Teórico”).
o   Las profesiones más demandadas tendrían los mejores alumnos, mientras que alumnos que a pesar de querer dedicarse a un trabajo determinado no puedan estar capacitados suficientemente se les ofrezca una vía alternativa, que por estar en principio emparentada con aquella por la que habían inicialmente optado no implicaría un cambio radical, y les ofrecería un campo en el que tendrían menos competencia y por tanto más éxito.
o   Los centros con más éxito serían más demandados y se produciría una competencia por la excelencia también entre ellos, lo que estaría en correspondencia con un cheque escolar. Competencia y cheque escolar son ideas denostadas por la izquierda a pesar de que extender dicho mecanismo a todo el sistema escolar pondría de hecho en un brete cualquier posible veleidad de centros privados para corromperse promocionando y otorgando títulos a alumnos selectos sin méritos pero con capacidad económica, extendiendo en la práctica una auténtica igualdad, que precisamente debería ser uno de los grandes objetivos de la izquierda.

10. Incardinar los últimos cursos de formación académica en el mercado laboral.

Con esto entramos parcialmente en el ámbito laboral, pero es que éste y el educativo son inseparables, como lleva destilando todo mi artículo. La propuesta en este caso sería que el contrato en prácticas se situase como parte de las horas de los estudios en los últimos cursos, en que el alumno tendría que dar el salto al mercado laboral, y precisamente en el tipo de puesto para el que ha estudiado. Expertos en la regulación del trabajo pueden decir al respecto con más criterio que yo, pero mi sugerencia sería algo parecido a lo puesto en práctica en Alemania: que parte de los créditos de los últimos cursos fuesen de prácticas en empresas homologadas y auditadas, en tareas subalternas tuteladas por un trabajador veterano, por las que el alumno-aprendiz no cobrase un salario líquido sino conocimientos y experiencia por un lado y las cotizaciones sociales por otro, que sería lo único que pagaría la empresa. Sé que un planteamiento así genera críticas desde el punto de vista del estudiante-trabajador, que podría reclamar cobrar un salario auténtico por sus funciones, como desde la empresa, que podría considerar que ofrece formación y además pagando, pero en mi opinión tiene numerosas ventajas:
  • El alumno tiene prácticas auténticas, frente al riesgo actual de tener que pagar créditos de prácticas que no sirven de gran cosa o que incluso no puedan siquiera realizarse por falta de infraestructura (viví personalmente un caso así).
  • Elimina etapas en la incorporación plena al mercado laboral, desterrando la corrompida figura de la beca que funciona como contrato de calidad mínima y circunscribiendo las becas al mínimo que deberían ser: la subvención de la relación laboral entre empleador y empleado por parte de un tercero, por ejemplo pagando las cotizaciones sociales en lugar de la empresa.
  • La empresa cubre funciones de baja cualificación con pocos gastos. Las funciones de un puesto se separan entre las que requieren menos cualificación y experiencia, en las que se emplea el alumno, y las más creativas y enjundiosas, que realizaría el trabajador veterano.
  • Si la relación funcional entre alumno y empresas es satisfactoria, aquél entra en contacto con empresas que en el futuro tendrán referencia de él, y a su vez éstas no tienen que emplear recursos en selección de personal entre perfiles de personas desconocidas. Asimismo, las empresas que mejor tratasen y formasen a los alumnos tendrían una mayor demanda de prácticas y de ahí una fuente abundante de recursos humanos.
  • Para la Administración sería interesante la supervisión de la formación de los alumnos como fuente de información para la inspección laboral.
  • Se promocionaría la estabilidad laboral de un número de trabajadores veteranos habilitados como tutores.

El origen de esta idea está en mis críticas a las oposiciones y los requisitos para el trabajo como docente, en línea con la propuesta de “MIR docente” de Ciudadanos (punto 141); estas prácticas dejarían sin sentido las habilitaciones para impartir en centros privados que las administraciones educativas resuelven ad hoc. Pero, al igual que la supresión de exámenes (punto 5), lo considero bueno para todo el funcionariado y por extensión para cualquier puesto de trabajo.

Un punto añadido sería que todos los itinerarios de estudios, como preparación para las prácticas y para el mundo laboral en general, deberían impartir a los alumnos una formación y orientación laboral con los elementos básicos que afectan a cualquier trabajador, la famosa FOL que actualmente sólo es un módulo de FP. ¿O consideramos acaso que los universitarios no la necesitan? Será porque no van a trabajar… al menos “de lo suyo” durante una temporada.

-  O  -

Planteado todo lo cual, voy a colocarlo en el relato ficticio de lo que sería la trayectoria de un alumno genérico:

Lucía era una niña de una familia de pueblo, a mucha honra. En casa no había muchos libros, y en cambio sí se jugaba mucho a las cartas en la sobremesa: los fines de semana desde pequeña se sentaba con sus tíos a aprender juegos varios. Quizá por ello en sus primeros años de escuela estuvo siempre un poco justa en lectura, mientras que la aritmética se le dio bien en todo momento, y tampoco le costó hacerse con la estadística llegado el día, antes que el común de sus compañeros. En el colegio la tuvieron siempre con más clases de lectura que los demás, pero siguió renqueando hasta que a los 9 años los profesores de Sociales de los ciclos Segundo y Digital de la Troncal propusieron adelantar el enseñarle a manejarse por Internet, en vista de que sus tíos le habían regalado su primer smartphone.

Internet fue la llama que, controlada por una disciplina rigurosa y unos métodos acertados, impulsó el motor de Lucía en lectura, y arrastradas por él, las áreas de Lengua, Naturales y Sociales, hasta el punto de que su tradicional ventaja en Matemáticas corrió riesgo de echarse a perder; por eso en su 8º año en la Troncal tuvo más refuerzos que nunca, para que no dejara de lado ninguna de las áreas en que con el tiempo había logrado destacar. Tan acertado fue este plan, que inesperadamente para el equipo docente, antes del verano, coincidiendo con el 14º cumpleaños de Lucía, el tribunal educativo informó a la alumna y a sus padres de que le darían el título de la Troncal ya, sin esperar al año siguiente, que era la edad más común.

La necesidad de empezar a decidir el futuro cogió por sorpresa a los padres de Lucía y no tanto a ésta, que últimamente se veía cómoda aprendiendo y sospechaba que podría acabar el curso así. En cualquier caso ella sabía que lo suyo estaba más o menos en lo que tradicionalmente se llamaba “Ciencias”, pero aún no sabía bien qué exactamente. Por lo pronto pudo entrar sin problemas en la vía correspondiente, pues sus notas le permitieron cómodamente continuar estudios en el instituto de su pueblo.

Fue en 2º de Bachillerato cuando su trayectoria personal se impuso y decidió que en el futuro quería trabajar como matemática. Pero aquí sí encontró plazas restringidas, y mucho, y sus calificaciones no le permitieron tomar esa vía. Sin embargo, el campo de la informática era ancho, y podría avanzar varios cursos más sin problemas. Durante el curso de 3º se fue decantando por el campo en desarrollo de la modelización evolutiva: entre los 17 y 19 años los estudios la tuvieron fuera de casa gracias a las becas, y manteniéndose en la mayor interdisciplinariedad posible, al cabo obtuvo el título de Técnico Medio en Informática y al año siguiente el Grado en Informática, especialidad Modelización Evolutiva. Prácticamente un año y medio de esos cuatro los pasó en prácticas en empresas, una de las cuales volvió a contactar con ella unos meses después de que finalizase sus estudios para cubrir un puesto en el diseño de estructuras.

Así comenzó Lucía a trabajar, a tiempo parcial, pudiendo cursar poco a poco materias sueltas del Grado de Matemáticas con el objetivo de, al menos, conseguir el título de Teórico en Matemáticas. Con tan buena suerte que tres años después, cuando el Ministerio reajustó los números necesarios de matemáticos por el repunte en plazas de teóricos de modelos, fue admitida en la especialidad y consiguió los títulos tanto de Teórico como de especialista en Teoría de Modelos. Con este último accedió al Máster de Modelos Aplicados, cuyas prácticas a esa altura tenía cubiertas por su experiencia profesional, y obtuvo el título en sólo un año.

Los demás logros académicos de Lucía forman ya más parte de su vida laboral que de la de sus estudios.


-  O  -


Finalizo con una lista creciente de artículos y otras fuentes alineados al menos parcialmente con lo defendido en esta entrada:

01/12/2016

Características de la fusión de municipios

Voy añadiendo fuentes y propuestas acerca de las unificaciones municipales, y por ello presento a continuación un resumen y ciertas reflexiones que se suman a las que he hecho en entradas anteriores. Comienzo por apuntar determinados principios de lo que, en todas ellas:

se pretende:
  • Aumentar la eficiencia y reducir costes (UPyD, fusiondeayuntamientos.blogspot.com.es y el documento para el Redimensionamiento de la planta local gallega de la Red Localis cuyo coautor es el autor de dicho blog).
  • Salvar el excesivo uniformismo de la institución municipal, que rige tanto para poblaciones de cientos de miles o incluso millones de habitantes como para otras de unos cientos (Ley 57/2003 de medidas para la modernización del gobierno local, LMMGL, que modifica la Ley 7/1985 Reguladora de las Bases del Régimen Local, LRBRL). Para mí es una de las principales irregularidades de la institución municipal.
  • Viabilidad rural y coordinación metropolitana (fusiondemunicipios.blogspot.com.es).
  • Democratizar las agrupaciones de municipios elevando a éstas las instituciones municipales (Fusión de Ayuntamientos).
  • Menos corrupción al haber menos políticos tomando decisiones justificadas como políticas, así como menos cargos de confianza que no son técnicos funcionarios (UPyD). Esto vale tanto para la corrupción legal (= ineficiencia) como para la ilegal bien conocida.

NO se pretende eliminar:
  • Servicios.
  • El autogobierno local.
  • La “personalidad” de las localidades menores (cualquiera que sea el significado de tan manido término).

A las propuestas de fusiones municipales susodichas, y a las tímidas reformas a las que superan, ya señaladas por leyes vigentes (LMMGL), creo que subyace una idea que sería bueno se plantease explícitamente:
  • Existe un ámbito natural para la autogestión local de determinadas competencias, la no injerencia de los partidos políticos y la no intermediación de representantes; en suma, para la democracia directa. Es el entorno que el individuo conoce directamente, que no requiere de conocimientos técnicos avanzados porque dicho individuo se preocupa por asuntos que le atañen directamente, y en lo que respecta a elegir representantes existe un nivel elevado de conocimiento personal de los posibles candidatos por parte de sus potenciales electores (he hablado de los defectos de la democracia directa aquí).
  • Hay otro ámbito que, en cambio, sí requiere conocimientos técnicos y en los que es beneficiosa la intermediación tanto de partidos políticos como de representantes para minimizar los riesgos de varios tipos de mal gobierno. Es lo que llamo “nivel estadístico” de la política, y donde la práctica a lo largo de la Historia ha asentado la democracia representativa.

Si no nos damos cuenta de la existencia de ambas vertientes, estaremos mezclando conceptos y permitiremos que ello enfangue el debate. Y si además no aceptamos que hay causas que justifican cada una de esas vías corremos el riesgo de caer o bien en un despotismo de ayuntamiento eficiente pero alejado de la opinión ciudadana o bien en un autogestionarismo conducente al egoísmo, la ineficiencia y la competencia destructiva.

En cualquier caso, el consenso del que nadie sale es que los municipios son la estructura política en la que se da más juego a la democracia directa. Como tales los planteó el Estado liberal, diseñado en sus líneas maestras a principios del XIX e implantado a lo largo del siglo. En aquel momento, se plantearon municipios según dos modelos:
  • El municipio-población: cada unidad urbanística, por pequeña que fuera, constituiría un municipio.
  • El municipio-territorio: una unidad geográfica, como un valle o una bahía, con varias poblaciones). Este modelo fue más típico del noroeste español, donde la dispersión de la población en una miríada de pequeñas poblaciones y aldeas hubiera hecho inviable que cada una de ellas se hubiera constituido en municipio.

Después de eso, sin embargo, tuvo lugar la industrialización del país, muy incipiente entonces, con su consabido corolario del éxodo del campo a la ciudad, resultando en lo inadecuado del uniformismo de que hablábamos arriba.

Quiero traer de mi anterior entrada sobre este tema la contraposición entre los criterios de UPyD, exclusivamente poblacionales, con los de Fusión de Municipios, tendentes más a lo territorial. Las propuestas de UPyD para diferentes cc.aa. sistemáticamente mantenían (aparentemente lo han retirado de su web) la división de las áreas metropolitanas entre la población central y los municipios subalternos adyacentes, por alcanzar ya éstos las decenas de miles de habitantes que están calculadas como óptimamente eficientes. Se dan casos de que proponían la agrupación de varios municipios que no tenían más elemento común que el ser subalternos de uno mayor, pero separados de éste (p.ej. Orense / Orense Sur). Coincido con Fusión de Municipios en no ser partidario de la separación entre núcleos metropolitanos y sus extrarradios.

Por otro lado, Fusión de Municipios propone muchas agrupaciones de pequeños municipios que se mantendrían en la pobreza e ineficiencia de los pocos miles de habitantes, y doy la razón en este extremo al sistema de UPyD de agrupar hasta reunir los habitantes suficientes.

Mis criterios apuntan a una unificación bastante radical porque están guiados por reflexiones más fundamentales, pues en definitiva debemos responder a las preguntas de:
  • ¿Qué estructura es el municipio del que se habla cuando hay planteamientos de fusiones generalizadas? El municipio sería la entidad administrativa territorial inferior que cubriría todo el territorio nacional y a la que llegarían los esquemas de la democracia representativa (partidos políticos, representantes con requisitos técnicos, representación legislativa). Debería responder, en todo caso, a comunidades de habitación, poblamiento y convivencia efectivas, que se den en la práctica, al que se trasladaría la claridad y definición institucional del líder que sería el Alcalde y la cámara legislativa que sería el Pleno (LMMGL).
  • ¿Sería todo uniforme por debajo de la estructura municipal? Desde luego que no: no se debe pretender llevar más allá de lo necesario la homogeneización, eliminando lo que sí tiene sentido. Por debajo estarían instituciones ya existentes dentro de un esquema de mayor participación del ciudadano particular en la política que más directamente le afecta y que simplemente habría que reformular: distritos, EATIMes separadas (que por simplicidad y generalidad llamaré pedanías), concejo abierto, comunidades de vecinos, montes en mano común. Por motivos en los que me extiendo abajo, las estructuras submunicipales generales serían los distritos urbanos y las pedanías rurales. Igualmente, abajo hablo de las excepciones a éstas.

Estos nuevos municipios desde luego que no serían homologables a los minimunicipios (del orden de 103 hab) o micromunicipios (~102 hab y menores) actuales. Pero es que tampoco lo son ahora las grandes capitales a sus hermanos enanos: ésa es la reordenación que se debe abordar. Podemos situar claramente el concepto de los nuevos municipios si comparamos la actual estructura administrativa y la posible:

Organización territorial/poblacional actual
Nueva organización
Estado
Estado
(¿y comunidades autónomas?)
Comunidades Autónomas
Nuevos municipios
Provincias
Agrupaciones de municipios (áreas metropolitanas, cabildos y consejos insulares, mancomunidades, comarcas, otras)
Municipios
Distritos urbanos
Cabeceras semiurbanas no singularizadas
Pedanías
EATIMes
Comunidades de propietarios urbanas, comunidades de montes, etc.
Comunidades de propietarios

En la tabla se aprecia que la versatilidad de la nueva figura municipal permitiría simplificar notablemente la actual estructura administrativa de muñeca rusa (mi puesta entre interrogantes de las cc.aa. viene de lo explicado en el último párrafo de aquí); versatilidad que se reflejaría en que unos municipios implicarían mayormente la gestión de grandes poblaciones, mientras que los rurales tendrían una componente de gestión de un territorio más destacada. Se ve también cómo los nuevos municipios propuestos son, por lo general, entidades superiores a los actuales. Por ello no deberíamos distraernos por un debate de nombres: si no quisiéremos mantener el nombre para algo que tras las reformas sería diferente, podríamos llamarlos comarcas, comunidades o como fuere.

Teniendo en cuenta esas opciones de definición y estructuras municipales, y por ponernos cualitativos, las fusiones producirían cuatro tipos de municipios, que de más a menos habitantes serían:


Estructura actual
Estructura tras unificación
Equivalencia actual
Ejemplos
Tipo III
Municipio grande central con distritos + municipios-dormitorio adyacentes que han alcanzado desarrollo urbano impulsados por aquél; unas pocas pedanías pertenecientes a uno u otros
Municipio grande de muchos distritos, entre ellos los antiguos municipios-dormitorio; con unas pocas pedanías
Áreas metropolitanas, conurbaciones, cabildos insulares
Las mayores ciudades; otras no tan grandes (Coruña, Oviedo); las siete Canarias
Tipo II
Municipio mediano central con ocasionales pedanías + mini- o micromunicipios rurales adyacentes
Municipio mediano con uno o, raramente, unos pocos distritos centrales, y múltiples pedanías
Comarcas, mancomunidades
Burgos, Murcia, Badajoz, Puertollano, Bierzo, Lérida
Tipo I
Varios mini- o micromunicipios rurales
Municipio mediano con sólo pedanías
Comarcas, mancomunidades
Alcarria, Molina, Somosierra-Ayllón, Narcea, Ancares-Courel, Jaca

Hemos llegado al fondo de la lista pero no se me olvida que había dicho cuatro tipos de municipios. Falta el que llamo Tipo 0 por ser el más cercano a la institución municipal actual y que por ello menos reformas requiere, ya que funciona de hecho desde su establecimiento hace 200 años como un municipio de varias poblaciones; además se da la circunstancia (quizá relacionada con la anterior) de que ha experimentado en menor medida que otras regiones la despoblación rural (notable, con todo). Se trata, cómo no, del municipio-territorio típico del noroeste del que hablé arriba. En él ya existe una desconcentración de los servicios municipales por parroquias, que en sí ya tienen cierto carácter de EATIMes, y además cubren todo el territorio municipal. En cualquier caso, por situarlas dentro del listado de tipos de arriba:

Tipo 0
Varios municipios rurales con múltiples parroquias cada uno, con una cabecera comarcal más poblada
Un municipio rural con múltiples parroquias, con una cabecera más poblada
Comarcas, mancomunidades, pequeñas provincias
Comarcas gallegas con  cabeceras en el orden de los 104 hab: Carballo, Noya, Valdeorras

El tipo de fusión que afectaría a esta clase de municipios medianos-pequeños es a la que hace referencia la propuesta de la Red Localis para Galicia.

Hay una serie de coincidencias que difuminan algunos límites entre unos y otros tipos:
  • Entre los tipos II y III la diferencia es sólo el balance entre distritos y pedanías.
  • Los tipos 0 y I comparten que no existen demarcaciones urbanas de tamaño y definición suficientes como para merecer una estructura autónoma tipo distrito, por ser el desarrollo urbano de su cabecera muy incipiente.
  • El tipo 0 es ejemplo de que una cabecera municipal no tiene por qué significar centralización excesiva; de hecho, en muchas áreas de la Administración existen múltiples sedes y delegaciones que acercan aquélla a la población y no se ajustan a las divisiones típicas en provincias y municipios.

A medio plazo estas coincidencias darían en que existiesen sólo dos tipos: municipios con distritos (procedentes de los tipos II y III) y sin distritos (de los 0 y I). A más largo plazo podría incluso hablarse de un solo tipo de municipio, si en los del tipo 0 se mantiene la tendencia a la despoblación y las parroquias pierden sentido territorial para transformarse en pedanías sin territorio. Ese municipio definitivo tendría distritos cuando albergase zonas urbanas netamente diferenciadas del entorno rural, pedanías para las poblaciones rurales separadas, y parroquias cuando estas pedanías mantuviesen la gestión comunal tradicional de un cierto territorio.

Una situación que podría reformularse en este esquema de fusiones municipales sería la representación provincial, en la línea que plantea Red Localis: al reducirse notablemente el número de Ayuntamientos por provincia, en la Diputación podrían tener un lugar todos los Alcaldes, y no una serie de diputados elegidos indirectísimamente. El número de diputados provinciales no aumentaría demasiado y la cámara se convertiría en una de tipo territorial de modo similar a la propuesta de Ciudadanos para el Senado (punto 261), de convertirla en una asamblea permanente de los 19 presidentes autonómicos.

Con una reducción del número de Ayuntamientos, y consiguientemente de Alcaldes entre la propuesta de Red Localis y la mía, las Diputaciones podrían reunirse a nivel autonómico (p.ej. Castilla y León tendría 71 municipios en lugar de 2248, o Navarra 11 en vez de 272, ambos casos asambleas más que manejables). O incluso, en el extremo que he planteado, si en toda España hubiese sólo 544 municipios, una asamblea de todos los Alcaldes no sólo tendría un tamaño aceptable para corresponder al país entero y sustituiría a diputaciones de menor nivel territorial y a las Federaciones de Municipios y Provincias.