02/02/2010

Blues = country, y rock and roll

He dado últimamente en mi casa con un DVD que teníamos por ahí perdido, “The History of Rock & Roll”. Después de haber visto toda la serie, sigue siendo el cap. 1, “Rock 'n' Roll Explodes”, el que más me ha calado. En él se exploran las tendencias que rondaban en la música popular y comercial de los USA a la vuelta de la II Guerra Mundial, el ambiente y estilos de los que surgió el rock & roll.

El concepto que hasta hace tan sólo unos meses un servidor albergaba era el siguiente. En los Estados Unidos existe una peculiar concepción racial por la cual los blancos puros son adscritos a la “etnia” blanca (básicamente WASP), y los mezclados, sin distinción a la etnia de la que tienen mezcla (p.ej. ¿cómo clasificamos a mulatos 50% como Halle Berry, Lenny Kravitz o Alicia Keys?; L.-L. Cavalli-Sforza ha calculado que sobre 1/3 de los genes de los afroamericanos son blancos). Cosa distinta ocurre en Iberoamérica, donde todas las diferentes gradaciones reconocibles de los mestizajes entre blanco, negro e indio tenían su nombre y un lugar en la sociedad.

Pero en fin, yendo al tema musical que nos ocupa, la idea era que a pesar de dicha segregación los negros americanos habían logrado crear una cultura tan potente, en especial en la música, que uno tras otro los ritmos y estilos negros habían saltado las barreras sociales y contagiado a los blancos: jazz/swing, rock, soul, funky, disco, hip-hop… mientras que otros estilos (folk, country) se mantenían como feudo blanco. Sin descartar que dicho traspaso se haya producido en algunos casos, me quedó claro que en el caso del rock & roll la cosa no era precisamente así.

La mayor “revelación” que especialmente ese primer capítulo me transmitió fue que el árbol no era realmente tan asimétrico, con raíces y tronco negro y ramas sucesivas proyectándose hacia el lado blanco, sino que las raíces, aun siendo variadas, bebían todas de un estanque común. Es decir, los estilos eran fundamentalmente los mismos, y además la herencia africana tenía una importancia menor de la que yo pensaba, de hecho siendo, una vez nos paramos a analizar la música, en mi opinión menos importante que la herencia europea.

Me parece ahora mucho más realista la concepción de que la música de los negros estadounidenses se crió al igual que el resto de su cultura y sociedad: esclavos desarraigados de sus orígenes africanos y a la sombra de sus amos, aprendieron de los rednecks (blancos de cuello enrojecido al sol de clase tan baja y vida tan dura como las de los propios esclavos) la música que los abuelos de éstos habían traído de Europa. Al contrario que Iberoamérica, donde la mezcla de razas y culturas fue mucho mayor y por tanto la herencia africana incorporada en mayor medida (pensemos en las músicas del entorno del Caribe por ejemplo). Pero las músicas tradicionales de Norteamérica, no sólo la de los blancos sino también la de los negros de los EEUU, serían unas variantes más de las de la música tradicional de Europa occidental.

Las diferencias eran superficiales: la instrumentación y poco más, quizás la temática de las letras y la actitud y uso que se hacía de la música, a lo cual respondió la industria discográfica compartimentando el mercado y estableciendo o potenciando variedades de manera que al adusto e impávido vaquero correspondía el country y al desinhibido y sensual negro el rhythm & blues.

En cuanto a características musicales, estos estilos comunes jugaban fundamentalmente con acordes sencillos (mayores, menores, séptimas), y un compás o bien de 4/4 o bien de 3/4 tan acelerado que, convertido en 12/16, acaba siendo un 4/4 con los tiempos en tresillo o triplete (me vendría bien en este punto la asistencia de Edu, batería de conservatorio y antiguo compañero de ocasionales andanzas musicales que hoy triunfa en Con Mora). De hecho, el rock & roll hereda el 4/4 simple del country y el tresillo del blues y los arrastra y alterna desde entonces (para extrañeza de mis antiguos compañeros de grupo cuando les dije que el rock & roll era blues acelerado, y sin embargo en la mencionada “History of Rock & Roll” ahí está el señor Little Richard diciendo que “rock & roll is boogie-woogie uptempo”).

Una canción que se desliza inquietante pero deliciosamente en el límite entre el compás simple y el triplete es “Mess Around” de Ray Charles (1953), que escuché en la radio cuando estaba yo en las reflexiones que me había producido el mencionado DVD y vino a apuntalar el concepto. Otra canción que también lo hizo fue uno de los que figuran entre los de aquel primer capítulo de la serie: “Got my Mojo Working” de Muddy Waters (1957), un intérprete del que, sinceramente, hasta entonces sólo había oído el nombre; siendo un tema que todos consideraríamos blues, es sin embargo de ritmo típicamente country y no chirriaría que en lugar de ser cantado fuese interpretado por un fiddle (violín) a la irlandesa.

Por todo ello, aunque pudiera no extrañarnos que dos estilos europeos tradicionales como la tarantela, la jota y la muiñeira compartan base rítmica (con compás de 6/4), seguramente nos resulta más llamativo que la puedan compartir con el blues (tresillo) y, de paso, con el fandango (3/4). De ahí que resulten tan fáciles las mezclas que hacen los gaiteros-rockeros, o las de los flamencos con los bluesmen.

Mencionaría un último tema que para mí supone una referencia respecto a los orígenes del rock & roll desde hace tiempo: “In the Mood” de Glenn Miller (1939). Desde que, probablemente ya en mi infancia, cobré consciencia de la diferencia del estilo rock & roll, supe que aquel tema (que como los demás de Miller se escuchaban en mi casa y en la de mi abuelo saxofonista) podía pasar perfectamente por un rock & roll a pesar de ser unos 20 años anterior a la definición de este estilo; bastaría que en lugar de una big band lo tocase un grupo de batería, bajo y guitarra. “In the Mood” es un ejemplo de que el rock & roll vino conformándose desde mucho tiempo atrás.

Lo que lleva a uno a preguntarse qué es lo que tiene de distintivo el rock & roll. Si en los 50 aún no existía esa denominación para ningún estilo musical, si el estilo definido a finales de esa década era una variante más de entre las muchas de la música popular americana de entonces, mientras que lo que con el tiempo se ha seguido llamando rock es notablemente diferente (Jerry Lee Lewis no suena como Mike Oldfield), ¿por qué entonces se siguen identificando con esos orígenes tantos intérpretes tan alejados de ellos?

Creo que se debe a que el rock & roll no sólo es un estilo musical sino un movimiento cultural. Todo parte del éxito de los negros que fue desarrollar sus propios estilos y manera de entender la música e imbuirlos en los blancos. Chuck Berry se daba cuenta cuando decía que se estaban derribando más barreras raciales con el rock & roll que de ninguna otra manera. No sólo eran las barreras raciales sino un montón de prejuicios más: se estaban cuestionando muchas convenciones sociales y el rock & roll fue el estilo que se definió en el momento ideal para que los jóvenes lo levantaran como bandera de todo eso.

Por ello, aunque después el rock ha evolucionado vertiginosamente, llevado por una vorágine de intérpretes que en unas ocasiones reincorporan los orígenes, en otras realizan innovaciones que acaban también por convertirse en clásicos a reincorporar, la actitud permanente de rebeldía o crítica ha verdaderamente definido el movimiento cultural que es el rock.

Lo cual para alguien como un servidor tan preocupado por ser un individuo y no un número en la masa no deja de ser un interesante punto de apoyo.

01/02/2010

Salario justo y huelga

Parto de una reflexión que cualquier trabajador de una empresa puede hacerse. La riqueza generada por la actividad de la empresa procede directamente, en un instante dado, del trabajo de las personas que forman parte de ella. El trabajador puede entonces pensar “¿Por qué si los beneficios se deben a mi trabajo no me llevo la parte proporcional de aquéllos que corresponden a éste?”. Bien, establezcamos ese sistema, en el que además del salario el trabajador adquiere parte de la empresa, una especie de sistema de stock options. En definitiva, podría consistir en que en el momento de su entrada en la empresa, el trabajador no posee nada de la misma, pero con el tiempo adquiere progresivamente una parte hasta alcanzar un máximo que su puesto determina, cuando llega a una determinada antigüedad. Es decir, la propiedad de la empresa acaba siendo colectiva.

Pero pongamos que el empresario decide que quiere la empresa toda para sí, para lo cual desde la misma primera nómina a cada trabajador, le recompra la parte de propiedad que le acaba de ceder en concepto de salario, y esto lo hace con cada pago. El valor de esa parte es determinado por los mecanismos que sea. De esa manera, todo el pago al trabajador consiste en dinero, una parte por el salario propiamente dicho y la otra por la recompra de su parte de la empresa.

Esto coincide al final con el hecho de que cuando alguien está de baja laboral cobre menos que en activo; dentro del esquema planteado arriba, sigues cobrando tu sueldo, pero como no generas nada de la riqueza de la empresa, no te quedas con nada de ella.

Hemos de todas formas dado un rodeo en ideas que nos ha llevado al punto de partida. Sin descartar que el pago mediante parte de la propiedad pueda darse, el hecho de que se trate de un modo de pagar en especie nos lleva a una ventaja más del pago sólo en dinero, derivada de la propia virtud de éste, y es la de la libertad: “mi trabajo vale una cantidad de dinero, y disponiendo de dinero en lugar de parte de la propiedad de la empresa disfruto de la libertad de hacer con mi dinero lo que me plazca”. El tema es determinar cuánto dinero vale ese trabajo, cuál sería, si lo hubiese, un salario justo.

Pensándolo por un lado, sueldo justo es el que parece correcto y adecuado tanto al empleador como al asalariado. Y aunque a veces pueda parecer cosa inverosímil, esto existe; no siempre considera aquél que paga demasiado y éste que recibe demasiado poco.

Pero en fin, una posibilidad es el reparto de todos los beneficios entre los que trabajan; eso sería una cooperativa. Pero esto tampoco deja mucho espacio al crecimiento y prosperidad de la organización, a una acumulación de riquezas que puedan ser reinvertidas o la atracción de capitales externos; al cumplimiento de los objetivos por los cuales se monta una empresa, en definitiva.

Otro factor es la influencia del mercado de trabajo, que los sueldos funcionen a la inversa que los precios: cuanto mayor es la oferta de trabajo en relación a la disponibilidad de trabajadores para los puestos apropiados (el famoso según valía), más altos los sueldos, pues las empresas necesitan retener a sus empleados y compiten por ellos con buenos sueldos y otras ventajas laborales; en este extremo el límite lo pone lo rentable que el trabajador sea a la empresa. Si por el contrario escasean los puestos y abundan los profesionales, son éstos quienes de alguna manera “compiten” rebajándose, pues la empresa dispone de recambio fácil.

Lo que se me ocurre es que en este asunto, como en tantos otros, es difícil establecer una medida absoluta. El empleado tiene unas determinadas condiciones y si no está de acuerdo con ellas y quiere mejorarlas, tiene que valorar qué puede pedir, qué arriesga haciéndolo y si le merece la pena, y negociar. Una vez más nos encontramos ante la libertad individual en acción. Y ya hablaré de la responsabilidad que la educación pública tiene en esto.

Pero no sólo es el individuo; si es inteligente sabrá unirse a otros para asegurar su posición, y de este modo tenemos mecanismos ordinarios como la negociación de los convenios colectivos, o extraordinarios como la huelga. Cuya forma más razonable es la huelga pasiva, es decir, el dejar de trabajar para que la empresa se vea enfrentada a la necesidad que tiene de su empleado. Aunque, como me enseñaron en el colegio (y sigo de acuerdo), “mi libertad termina donde empieza la del otro” (concepto difuso pero la mejor que se me ocurre para la vida en sociedad) y el derecho de huelga debe ser garantizado al individuo para que la emprenda solo o en grupo, pero al mismo tiempo debe respetar la libertad de cualquier otro para no seguirla si no es su voluntad.

La Historia ofrece numerosos ejemplos de huelgas; se me ocurren los ilustrativos de la República de Roma en los casos de las secesiones de los plebeyos (494, 287 a.C.), o de la Guerra Social (91-88 a.C.). Pero por desgracia la tendencia humana a los excesos ha hecho que muchas de esas situaciones no hayan sido sólo pasivas sino activas contra el otro, entiéndase violentas, llegando hasta los actuales piquetes “informativos”.