06/07/2021

Un sistema de prestaciones respecto al empleo

Como uso este blog sobre todo para ordenar y dejar ideas asentadas, voy a hacerlo con una que me ha vuelto a rondar después de un tiempo, impulsado por el haberlo tocado en Economía de 4º ESO y cierto resurgimiento del debate respecto a algunos puntos relacionados como son la "mochila austríaca" (de sobra explicada aquíaquíaquí, y aquí) y el ingreso mínimo vital.

Lo que voy a tratar es el sistema de ingresos vitales de cualquier individuo que me parecería ideal para que cualquier Estado lo implantase, de acuerdo a varios principios:

  1. Por encima de todo, que el individuo se valga por sí mismo, independientemente del Estado (que es él y todos sus conciudadanos), a lo largo de toda su vida.
  2. Que en caso de no lograrlo, el Estado organice los mecanismos por los cuales el individuo obtenga el sustento mínimo (y pueda reincorporarse a valerse por sí mismo).

Nótese que he dicho sustento mínimo, no "ingreso mínimo vital" en dinero, que rechazo. Me ahorro extenderme al respecto gracias a esta vídeo réplica de J.R. Rallo que me viene muy a mano. Sólo diré que incluso alumnos de Economía de 4º ESO entienden que lo que nos hace ricos no son montañas de dinero sino los bienes que con ellas podamos conseguir cuando lo deseemos, y que otorgar un ingreso mínimo vital significa, más cuanta mayor es su cuantía, anular en la práctica el dinero, ya que si a quien pudiere proporcionarme un bien no puedo incentivarle mediante dinero, esto es, la capacidad de proveerse a su vez de otros bienes en el futuro, ya que tiene el dinero asegurado, sólo me queda usar la fuerza, mi cara bonita o convencerle de que lo haga... a cambio de nada; ergo en dicha sociedad habría mayores dificultades para conseguir bienes deseados o necesarios. En definitiva, teniendo todos dinero de sobra, somos más pobres. (Por algún motivo, quizá la ciega envidia de dinero, ideas que lo atacan prosperan periódicamente en las corrientes de pensamiento izquierdistas. El dinero es, en definitiva, una muy razonable y civilizada manera de organizar una economía.)

Otro asunto es el del complemento salarial, que me parece más discutible y sobre el que no tengo una opinión tan formada.

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El sistema se estructura en una serie de situaciones (S) en que el individuo en disposición de trabajar podría encontrarse, que de acuerdo a los dos principios mencionados arriba van desde la más deseable e independiente del Estado a la más dependiente e indeseable.

  • S1: el trabajador vive del trabajo que libremente se gestiona en el mercado laboral, como lo hace ahora. 
  • S2: el trabajador vive de una cuenta de reserva (CR) que, al modo de la mochila austríaca, los empleadores que tiene mientras se encuentra en la S1 proveen con un pequeño porcentaje del salario bruto, igual que ocurre ahora con las cotizaciones sociales.
    • Es por tanto un fondo de ahorro obligatorio, y podría alegarse que el Estado no tiene derecho a entrometerse hasta ese punto en la libertad de ahorro del individuo, pero de acuerdo al segundo principio arriba mencionado, de no dejar a nadie tirado, el Estado se estaría así cubriendo frente al posible despilfarro del individuo que lo pudiese dejar en la ruina y por tanto en dependencia del Estado u otros.
    • Esta CR podría además estar gestionada por una entidad que consiguiese obtener cierta rentabilidad de sus fondos. Otro aspecto de la CR, correspondiente a su carácter de mochila austríaca, sería que reemplazase a las indemnizaciones por despido y se incorporase a la pensión de jubilación.
    • Ahora bien, aunque el acceso a esta CR está regulado por el Estado, es propiedad del trabajador, con lo cual puede ser heredado a su fallecimiento para los mismos usos de los herederos.
    • El trabajador pasaría de la S1 a cobrar en la S2 al cesar en su empleo por cualquier causa, por lo cual la S2 no funcionaría como la actual prestación por desempleo, que no se cobra en caso de cese voluntario. De esta cuenta se cobraría hasta el límite de fondos, y la mensualidad estaría en función de los salarios que hubieran contribuido a la CR (p.ej. cobrar el 80% de la media de los últimos n salarios, al objeto de incentivar el regreso a la S1).
En estas dos primeras situaciones el individuo no depende del Estado; pero cuando agota los fondos de la S2 pasa a otras en que sí empieza a hacerlo, y por tanto el individuo sólo podrá beneficiarse de sus mecanismos de protección siempre que se someta a las directrices del Estado y acepte las oportunidades de trabajo o formación que éste le encuentre:
  • S3: el trabajador cobra del Estado, pero a cambio de un trabajo de baja cualificación o formativo, orientado a que pueda volver a la S1 (es decir, a mantenerse independientemente) lo antes posible. Con esto se incorpora la vieja reflexión de que quien cobre una prestación lo haga a cambio de algo, pero también la protesta opuesta de que el tiempo de desempleo haya de servir para buscar un nuevo empleo.
    • Idealmente el neto a ingresar por estos trabajos debería ser inferior incluso a los ingresos en la S2.
    • Para servir a esta S3 el Estado debería mantener una bolsa de trabajos de esta clase, típicamente encuadrados en la Administración o empresas públicas, aunque se podría abrir la opción a trabajos en entidades privadas bajo convenio, dejando clara la distinción con una S1 por ejemplo haciendo que fuese el Estado quien gestionase estos puestos de trabajo, que serían temporales y podrían ser sucesivamente ocupados por distintos trabajadores con contrato formativo que serían desbancados por otros con más prioridad.
    • Con una bolsa así de tamaño variable el Estado se ahorraría por un lado tener que contratar a trabajadores que quizá no sean necesarios permanentemente, y por el otro pagar a parados a cambio de nada.
    • Como a esta S3 se accedería desde la S2, el Estado no contribuiría a la CR del trabajador, ya que esto incentivaría a éste a volver a la S2, que inmediatamente agotaría los fondos y volvería a la S3, encontrándose en un bucle interminable. Nótese además que esta S3 se diferencia netamente de la carrera de funcionario, que se encuadraría plenamente en la S1.
  • S4: lo más parecido a la actual prestación por desempleo, el individuo cobraría una prestación contributiva, si bien de menor cuantía que lo que podría ingresar en S1, S2 o S3. Es decir, el Estado le concedería un pago más duradero cuanto más hubiera cotizado el trabajador, siempre que éste, insistimos, se sujete a las oportunidades de trabajo (en S1 o S3) o de formación (en esta misma S4) que el Estado encuentre para él.
    • La única vía por la cual el individuo podría estar cobrando a cambio de nada durante un tiempo sería que ni él ni el Estado encontrasen un trabajo o una formación. Bien podría alegarse que este mecanismo, por ser una concesión del Estado, no es en realidad necesario, pero tendría la utilidad de desincentivar el trabajo en negro, en cuyo caso el balance no es tan negativo contra el Estado, y podría regularse al objeto de que no fuera tan costoso como el actual sistema de prestaciones. El Estado debería además ser sumamente riguroso con los defraudadores que se probase han estado trabajando en negro al tiempo que cobrando una prestación, obligando a la devolución de lo cobrado irregularmente y excluyendo al individuo de beneficios futuros.
    • La prestación de la S4 no se consumiría mientras el individuo se encontrase en la S3, ya que en este caso estaría trabajando.
    • Como detalle adicional, en caso de ser el trabajo de la S3 parcial y no proporcionar unos ingresos mínimos, sí podría consumir la prestación en el porcentaje correspondiente al resto de jornada.
Una vez agotadas las redes de seguridad en que consisten las anteriores situaciones, el individuo se encontraría en unas más inciertas y precarias:
  • S5: el individuo vive de sus ahorros o los ingresos que pueda obtener de sus propiedades. Para evitar en la medida de lo posible que el individuo acabe dependiendo totalmente del Estado u otros, el Estado debería favorecer los mecanismos que permitiesen a las personas en esta situación sacar el máximo partido a dichos ahorros o propiedades (inversiones, alquileres, ventas, hipotecas inversas, etc.). Nótese que un trabajador autónomo se encontraría en una situación que combinaría la S1 y la S5.
  • S6: el individuo vive de la beneficencia, pública o privada, obteniendo de modo no contributivo (es decir, sin haber pagado previamente por ello) alojamiento, manutención y asistencia sanitaria. La frontera entre la S5 y la S6 no sería radical, sino difusa: el Estado iría haciéndose cargo progresivamente de diferentes gastos, incorporándolos a los sistemas que se hiciesen cargo de la S6 (tarifas eléctricas y telefónicas básicas, sanidad gratuita, "comedores sociales", etc. hasta acabar en residencias colectivas). Estos sistemas nacionales de beneficencia estarían idealmente coordinados por el Estado, combinando la provisión por parte del Estado con la provisión por parte de ONGs, voluntarios y caridad privada. Pero tampoco puede ser todo jauja en esta S6:
    • Al igual que en las S3 y S4, el individuo sólo se puede beneficiar de esta S6 mientras se someta a las oportunidades de trabajo o formación que el Estado consiga para él; de modo que quien las rechazase, perdería también el derecho a estar incluido en los sistemas de beneficencia.
    • Encontrarse en esta S6 tiene que estar orientado a reincorporarse a las situaciones superiores, de mayor autonomía, y tiene que ser incómodo e indeseable. Por ello debe concebirse no como un derecho orgullosamente dignificador, sino como un lamentable trance en que el beneficiario deplora estar cargando los hombros de sus conciudadanos; la adecuada nomenclatura para ello sería del tipo "comedor de pobres", "tarifa de beneficencia", "asilo", etc.
    • Para evitar fraudes, dichos alojamiento, manutención y sanidad se obtendrían en especie, no a modo de cheques sin fiscalizar.

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A continuación trato algunos flecos de lo anteriormente expuesto.

Podríamos preguntarnos cómo se encuadra la jubilación en el esquema anterior. Parto para ello de una concepción de la vida laboral como un proceso dinámico en el que progresivamente se van alcanzado mayores cotas de satisfacción y comodidad con el puesto de trabajo dentro de una evolución y reciclaje laborales permanentes; y de también una concepción de la jubilación como una etapa activa y lo más parcial y tardía posible. Un jubilado sería, pues, alguien a quien se concede la capacidad de rechazar voluntariamente oportunidades de trabajo o formación y, a pesar de ello, mantenerse en la S4. Si se quisiese que esto se pareciese más a la actual jubilación, la prestación que se reconocería a un jubilado sería más duradera que la del trabajador; si bien, de acuerdo con la mochila austríaca de la CR de la S2, el jubilado pasaría inicialmente a cobrar de la CR de la S2 y sólo al agotarla entraría en la S4 bajo el supuesto de poder rechazar trabajos, en cuyo caso de todas formas la mensualidad sería menor. La jubilación podría ser en cualquier caso parcial, y bien se ve que trabajadores veteranos podrían desempeñar un valioso papel como formadores o supervisores de quienes se encontrasen en la S3 o la S4. Una vez agotada la pensión de la S4, el jubilado pasaría a la S5 o S6; en definitiva, con todas las características de nuestro esquema, no habría demasiadas diferencias, ni un salto radical, entre un individuo en edad de trabajar y un jubilado.

De acuerdo con lo anterior, la misma capacidad de rechazar algunos puestos se reconocería a los discapacitados, sólo que en lugar de ser voluntario, dicho rechazo se supondría y admitiría por necesidad de las circunstancias de la discapacidad. Ésta, con todo, sería específica, no genérica; es decir: se podrían rechazar trabajos o formaciones orientadas a ellos sólo cuando fuesen incompatibles con la discapacidad concreta del individuo, pero no cuando fuesen compatibles. Este mecanismo serviría para dar prioridad a discapacitados en empleos en que la circunstancia discapacitante no perjudicase al desempeño.

Si en la S6 hemos planteado que se provea al individuo de manutención, sanidad y vivienda, y dado que la primera y la última están habitualmente atribuidas a la gestión privada del individuo, pero la segunda no, surge la conveniencia de que también la sanidad funcione de este modo, con el individuo buscándose el sistema (público o privado, que en todos los casos cuesta dinero, y ahorrándose pagar al público el que pague un seguro privado), y siendo realmente gratuito sólo para quien no pudiera costeárselo, o con el sistema público funcionando como fondo de garantía y cubriendo determinados supuestos de condiciones médicas extremas o raras.

Y por completar el esquema, y saliéndonos ya completamente de lo laboral, en el extremo opuesto a los jubilados estarían los estudiantes, que serían las personas a quienes a las más tempranas edades se les prohíbe trabajar, y sólo progresivamente se les concede tal derecho. En cuanto a sufragarlo, sin embargo, una red de centros mixta público-privada como la actual, pero con un sistema de cheque escolar de gastos valorados por el Estado, sería el que mejor se correspondería con lo que planteamos para la vida laboral.