02/06/2010

El antiguo ¿conflicto? entre Religión y Ciencia

Es una reflexión que me asalta recurrentemente, la del estado del tema que da nombre a esta entrada; entre otras razones traída por las ocasiones al respecto con que uno se encuentra. Así, últimamente lo que me ha hecho volver a dar vueltas al asunto es la celebración el pasado año del bicentenario del nacimiento de Darwin y sesquicentenario de la publicación de El Origen de las Especies, y las tribulaciones que al pensamiento religioso ha causado su descubrimiento biológico en estos últimos dos siglos, en particular la resistencia de los protestantes (permítaseme por brevedad no especificar más dentro de esta denominación genérica), más concretamente en los Estados Unidos de América.
En muchos de los casos de resistencia de los protestantes y otros a ni siquiera considerar que la evolución se produzca está el desconocimiento de la clase de afirmación de que se trata. Se la toma como si fuese una especie de herejía, o de religión extraña; como un conjunto de afirmaciones de fe diferentes de las propias e incompatibles, y por tanto equivocadas. Se debe a la incomprensión de qué es la Ciencia. Como si Darwin fuera un profeta más de una religión impía.
Cierto es también que entre los científicos, o más bien entre los que defienden hechos afirmados por la Ciencia, hay en ocasiones también cierta incomprensión de en qué consiste ésta, a veces parecida a la que acabo de mencionar respecto a los creyentes.
El manido "conflicto" entre Religión y Ciencia no está en la contradicción de hechos afirmados por uno u otro sistema de creencias. Es decir, no está en que unos afirmen que la realidad es de una manera y otros de otra. El problema está en su método de aproximación, es decir, en cómo cada uno de esos dos sistemas (no de creencias sino de afirmar diría yo más bien) acaba por afirmar lo que afirma.
La Ciencia dice: "Veamos qué tenemos aquí" y "veamos cómo funciona". A continuación, junto con la Tecnología dice: "Veamos cómo podemos manejarlo". Como decía Richard P. Feynman que su padre, creo, le había enseñado, "No sabemos por qué, sólo sabemos cómo" (y ciertamente Feynman lo aplicó en sus teorías). Al menos en las respuestas últimas, no se busca ni obtiene el "por qué" (como un insistente niño pequeño demandaría), sino el "cómo". Al fin y al cabo se trata de un "a las pruebas me remito". La Ciencia ha de estar abierta a respetar la evidencia de las pruebas, a dudar de todo aquello que no esté suficientemente apoyado en ellas, incluso cuando las haya mantener una reserva constante de escepticismo. En definitiva, debe rehuir la petición de principio. Lo cual, dicho sea de paso, me parece un modo de lo más saludable de encarar las cosas.
En cambio, lo que personalmente he encontrado en mis vis-à-vis con la Fe (básicamente en la de otros) ha sido la afirmación de determinados hechos sin justificación alguna.
-¿Por qué necesitas justificación para todo, Breo?
-Bueno, ¿puedes afirmar cualquier ocurrencia peregrina que te venga en mente y pretender que es cierta sólo porque no se puede justificar?
Una de las ideas más asentadas que me resultaron de la temporada y media que compartí debates bíblicos con unos universitarios protestantes (me invitó una amiga con infructuoso propósito proselitista; y no fueron debates hasta que dos escépticos, un físico y un historiador, nos plantamos allí) fue un concepto más claro de la Fe: no hace falta justificar. Es una pretensión implícita de lo más naïf de que afirmar algo lo convierte en cierto. Lo cual, por ser estrictamente científico, no voy a negar: simplemente pido pruebas de que eso pueda ser así.
Uno de los aspectos que creo está en el origen de las religiones no es sino un intento de entender el mundo, científico a su manera, teniendo en cuenta que sería el más primitivo, fundamentado en la analogía respecto a los conceptos innatos del pobre homo sapiens, que tiene cierta consciencia de la propia personalidad y por tanto ve personalidades en todo lo que le rodea. La Religión, por tanto, también sería Ciencia en origen, pero se separa de ella cuando quien sostiene las primitivas explicaciones se niega a aceptar otras más profundas y rechaza las evidencias de la realidad.
Aquí es donde surge la Fe, en sostenella y no enmendalla, en el empeño de mantener una afirmación. Que de todos modos es algo de lo más humano también, porque en definitiva nuestras mentes tienden a clasificar, a compartimentar los conceptos de todo lo que nos rodea para poderlos manejar más ordenadamente. Y cotidianamente nos aferramos a ideas previas que nos mantienen cómodos, por eso no hay para mí tanta diferencia entre una persona con fe, un sectario político o un hincha deportivo, típicos ejemplos de gente que se enoja ante la perspectiva de que otro que piensa diferente pueda tener razón o convencer a otros. Y peor lo ponemos cuando dicha persona pone todo su ser en manos de esa ideología, de manera que criticar sus ideas es criticar a la persona (porque ésta lo quiere). Fundamentalistas de esta clase no pueden aspirar a ser más que un número en una masa.
Desde ese punto de vista sobre el origen de las religiones puedo plantear una comparación, también salida de dichos debates bíblicos, entre la tradición católica y el protestantismo. Les decía yo a aquellos colegas creyentes (a quienes personalmente respeto profundamente pero cuya ideología religiosa considero sinceramente de lo más erradicable), en su mayoría luteranos y calvinistas si no me equivoco, que la aparición de los movimientos protestantes había sido en cierta medida también científico, despojando el sistema de creencias establecido, sujeto a la tradición romana, de todo aquello que eran añadidos mundanos nada divinos, que no estaban en las Escrituras. Desde el punto de vista de la autenticidad de lo reflejado en la Biblia, la aparición del protestantismo había sido un paso de coherencia. Sólo que se quedó corto, y no cuestionó más allá; su axioma es que ciertos textos que ellos consideran sagrados son verdaderos.
Pero ¿y si la tradición católica estuviese en lo cierto por basarse no sólo en los libros sagrados sino también en la experiencia de siglos? Las tradiciones ortodoxas (así incluyo a las de la Europa oriental) podrían haberse formado en base a la contemplación de una intervención divina a lo largo de ese tiempo, que habría completado lo aportado por las Escrituras. ¿Con qué nos quedamos entonces? Porque en ese caso todo protestante sería un fundamentalista en mayor o menor grado.
Mi impresión es que por muy protestantes que sean, también han establecido sus propias tradiciones, para interpretar las Escrituras y vivir la religión en general, lo mismo que el catolicismo al que rechazan, desprecian y en algunos casos incluso odian.

Con todo, no tiene por qué existir el conflicto susodicho entre Fe y Ciencia, al menos a nivel personal. A fin de cuentas, uno puede considerar el siguiente extrañamiento, que es cierto: la Ciencia habla de las cosas naturales, mientras que la Fe cree en lo sobrenatural. Simplemente, cualquier entidad que se considere parte de la Naturaleza, es susceptible de estudio por la Ciencia; inversamente, cualquier entidad inasequible a la comprensión científica, es decir, que pueda saltarse por su arbitraria voluntad las leyes naturales (lo que se llama milagro, vamos) está fuera de la estudiable Naturaleza.
Como digo a veces, si apareciera un dios, sería deber del científico preguntarse cómo funciona ese dios. O también, como decía Carl Sagan (que en esto de popularizar el pensamiento científico tuvo cierto empeño y hasta éxito), el afirmar en Ciencia que tal o cual cosa la hizo el Creador, nos deja automáticamente con la pregunta de quién creó al Creador.
Lo que la persona con Fe debe tener en mente para no caer en contradicciones es no negar la realidad cuando ésta se muestra contraria a las creencias previas. Esto la deja en el clásico escenario en que la idea de un creador sobrenatural va retrocediendo a medida que la Ciencia paso a paso va descubriendo leyes más básicas y generales que explican otras más específicas. Me explico: partiendo de las leyes de cada ciencia particular, hemos ido respondiendo porqués parciales cada vez más profundos, retrocediendo en la complejidad del Universo hacia lo fundamental. Por ejemplo: el comportamiento de cada animal se basa en su historia evolutiva, que a su vez es un producto complejo de su bioquímica, que a su vez es una forma compleja de química propia de nuestro entorno planetario, que a su vez son unas complejas física atómica y gravitatoria, a su vez basadas en las cuatro fuerzas fundamentales, tres de las cuales se han podido ya comprender como variantes de una sola...
Incluso en las últimas décadas se han dado los más decididos pasos en aquella dirección soñada por Darwin, que él expresa en el último capítulo de El Origen de las Especies: la comprensión de la sociedad y psicología humanas como hechos biológicos también producto de la evolución (y radicados en la neurología > bioquímica > física atómica). Para tranquilidad, supongo, de los fieles agoreros que consideran que apartar a Dios del pensamiento humano lleva al caos. Al respecto me gusta decir (también lo aprendí en parte de los debates bíblicos) que si fundamentamos nuestra ideología y vida entera en un Dios y después resulta que no existe, entonces queda demostrado que se puede mantener una vida civilizada sin Dios alguno. Un poco enrevesado, lo reconozco.

El concepto de Dios que una persona coherente con la realidad puede mantener ha retrocedido consecuentemente con el de la propia concepción de la persona. No es posible repetir la primitiva analogía arriba mencionada. Antiguamente se pensaba en dioses presentes en cualquier elemento del entorno, o consistentes en los propios antepasados o gentes de renombre; se pasó luego a comprender más a las otras personas y los dioses se hicieron habitantes de lugares lejanos (montañas, infiernos, etc.) hasta serlo de mundos paralelos. Pero la comprensión de las cosas hizo que resultara cada vez más complicado pensar en dioses caprichosos, o aun entrometidos en la naturaleza... La analogía retrocede, y ese Dios acaba convertido en un demiurgo, en una prima causa, en una Ley Fundamental. ¿Qué queda entonces de la divinidad personal, inteligente y a cuya imagen y semejanza estamos hechos (o al revés)? Remitámonos a los hechos. Pero si ése es el concepto de Dios al que vamos, entonces no podrá haber conflicto, porque Religión y Ciencia, Fe y Razón, obedecerán al mismo Principio.