29/12/2014

Domótica multimedia futura

Hace años que, en vista de la evolución de los teléfonos móviles, comenté a un amigo que me parecía que lo natural en el desarrollo ya en un camino común de las herramientas informáticas, multimedia y de telecomunicaciones habría de ser la reducción a dos extremos: por un lado, el del aparato lo más ligero posible que llevamos cada uno allá donde vayamos, y por el otro, el del aparato que nos envolviese en los recintos en que nos introdujéramos (típicamente casa o coche; dejo de lado el trabajo porque hablo sólo de usos privados).
El aparato pequeño es la culminación de la informática personal, y sería un dispositivo personal, una extensión del propio individuo, para gestionar información en el lugar en que nos movamos en cada momento (lo que ya sabemos de los smartphones: agenda, reloj, multimedia, Internet, e incluso, fíjense ustedes, las comunicaciones telefónicas tradicionales que quedan cada vez más relegadas por las anteriores funciones).
El aparato grande sería una plataforma que se personalizaría cada vez que conectamos el pequeño a él para que podamos manejar el entorno en que nos hemos introducido, con multitud de aplicaciones: poner a cocinar una receta, reunirnos con familiares por videoconferencia, ver la TV, navegar por Internet, crear iluminaciones y ambientes… Sería la culminación de la inmótica y domótica, del home cinema y de la evolución actual de los televisores.
Desde que comenté esto con mi amigo, la proliferación de los smartphones conectados a Internet ha detenido la tendencia de los teléfonos móviles a la mengua de tamaño, ya que al ser utilizados como pantallas de visualización no pueden reducirse hasta tamaños impracticables para ésta, pero desde luego es un paso más hacia el aparato pequeño que llevamos con nosotros.
La domótica tiene menos implantación, pero es en una de esas aplicaciones en lo que quiero abundar ahora, y es la idea de unificar la creación de ambientes, la iluminación y la visualización de multimedia, ya que buscando en Internet no he encontrado nada en ese sentido.
  1. Los televisores son cada vez más grandes y definidos y están obligando a la reformulación del mobiliario de salón: los aparadores con vitrina dejan paso a muebles bajos sobre los que colocar el televisor, desvinculados de las estanterías que pueda haber sobre ellos. El paso definitivo es integrar el televisor en la pared convirtiendo ésta en un gran panel de Smart TV multiventana, en que el usuario escoja en qué zona y con qué tamaño colocar cada una de las cosas que le interese estar viendo, siendo posible incluso que varias personas utilicen el televisor-panel-pared a un tiempo, o que simplemente se muestre la fotografía de un paisaje mientras nos dedicamos a otras actividades. Unido, por supuesto, a sistemas de audio que aprovechen como mínimo las cuatro esquinas de la habitación.
  2. Puestos a convertir superficies de la casa en paneles interactivos, podemos plantearnos no sólo mirar horizontalmente imágenes verticales, sino también mirar verticalmente imágenes horizontales. En otras palabras, transformar el techo en otro televisor-panel, con otra variedad de aplicaciones, como por ejemplo, en los dormitorios, utilizarlo igual que un televisor-panel-pared vertical se usaría ya en los salones. O también crear animaciones que conjuntamente con los altavoces de la habitación creen un ambiente; estas animaciones podrían descargarse on-line y típicamente simular exteriores (cielos estrellados con sus grillos, cielos azules con sus pajarillos… a saber cuantísimas posibilidades, a gusto del residente). Un paso más sería que, a la hora de simular imágenes distantes, dos pequeños sensores, que se podrían llevar de manera tan cómoda como unos auriculares, den nuestra posición al ordenador para que utilizando falsa perspectiva nosotros veamos siempre la misma imagen desde nuestro punto de vista.
  3. No se me olvida que en los techos de las habitaciones lo que suele haber son elementos de iluminación, pero se me ocurre que esto puede precisamente combinarse con los televisores-paneles, especialmente el de techo, creando una imagen que funcionaría como iluminación de la estancia, que de hecho permitiría establecer la configuración de puntos de luz que conviniese a cada ocasión, con sólo especificarla de modo elemental en el ordenador de dicha estancia. Mi duda es si la intensidad luminosa de una pantalla es comparable a la de una bombilla y por tanto suficiente como elemento de iluminación; de no serlo, habría que combinar el televisor-panel-techo con puntos de luz convencionales.

En fin, que no sé si algún día podremos por ejemplo montar en nuestro salón un picnic a la puesta de sol cuando fuera de casa diluvia en una noche cerrada, o si el desarrollo tecnológico nos llevará por otros derroteros, pero por imaginar que no quede.

13/07/2014

¿Para qué sirve una monarquía?

Tenía esta entrada en mente hace meses, y en algunos de sus argumentos, años. La sucesión en la monarquía española produjo tal revuelo que me pareció conveniente retrasarla un tanto; sin embargo, ese revuelo me ha parecido tan sumamente falto de razones, que me ha animado a entrar finalmente al tema.

Mi propósito es el mismo que el de todas mis anteriores entradas sobre sistemas políticos: el de reflexionar particularmente sobre las instituciones españolas, sus defectos y sus posibles mejoras. Como fuentes y comparaciones de sistemas políticos, me remito especialmente a las referidas en entradas anteriores sobre el asunto. Definiciones breves y bien referenciadas las indico en links, como suelo hacer.


1. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de monarquía?

Un abanico de opciones tiene su denominación en el nombre de monarquía.

Definición fundamental y simple es la según parece rondaba las cabezas de Heródoto o Aristóteles: gobierno de una sola persona. Además, preferentemente, gobierno ejercido en pro del bien común, cosa que excluiría la tiranía, definida como el gobierno de uno en provecho propio.

Claro que unos cuantos ejemplos agrietan el concepto y obligan a ajustarlo. La dictadura romana unificaba y superaba el mando de los dos cónsules, pero los romanos, antes muertos que llamarla monarquía.

Además de la romana, los demás gobiernos de uno llamados dictadura suelen estar excluidos del concepto de monarquía por tratarse de gobiernos inconstitucionales (lo cual es el sentido original que daban los griegos a "tiranía"), y comparten con la dictadura romana el tratarse de un cargo especial, que se sale del funcionamiento ordinario del sistema político, por sus atribuciones o su existencia misma.

También se consideran tradicionalmente monarquías unas cuantas de carácter electivo, como la que tuvieron los visigodos y otras élites germanas de la Antigüedad tardía, o la que a la larga coronó el Sacro Imperio. O incluso una como el Imperio Romano, que durante larguísimo tiempo no supo si era monarquía o no, hasta que el peso de la tradición y la fuerza de los hechos dejaron claro que no tenía alternativa a sí serlo.

Evolucionan las naciones y sus instituciones y se va asentando el concepto de que monarquía es el gobierno de uno solo, por el bien común o no, pero que NO se elige. Quizá por este motivo al Vaticano, que es una monarquía electiva, rara vez se la denomina tal.

También se fueron desgajando poderes del monarca, que siempre tendió a ser absoluto en la perpetua lucha con las élites urbanas, tendentes al gobierno oligárquico o democrático por la busca de las mismas virtudes que Heródoto pone en boca de los notables persas (Libro III de las Historias). Finalmente, con la teoría de la separación de poderes y el triunfo del Estado liberal, la monarquía se va acercando al concepto actual: una parte del Poder Ejecutivo, con competencias siempre menguantes, que finalmente ha perdido incluso la soberanía.


2. ¿Cómo se encuadra en una democracia actual?

Tras esa evolución histórica, el concepto actual de monarquía es el de una jefatura de Estado hereditaria.

Una de las ideas más insistentemente repetidas a raíz de la sucesión de Juan Carlos I por Felipe VI, con notoria ignorancia o malicia, es la dicotomía "monarquía o democracia", cuya falsedad numerosas voces apuntaron al momento, entre otros motivos, mediante el recurso a la prueba empírica: en el ranking de calidad de la democracia, 6 de los 10 primeros países (Noruega, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Nueva Zelanda, Bélgica), u 11 de los 20 primeros (también Australia, Canadá, Reino Unido, España, Japón), son monarquías, frente al total de 44/196 (22%). Y entre lo peor de lo peor, casi todo repúblicas, que hay que compensar.

El punto al que atacan quienes plantean dicha dicotomía es que no se puede elegir al rey, como elemento de falta de democracia, pero esto parece ser desmentido por la clasificación de que hemos hablado. Y es que no se puede olvidar que, aunque la idea no quepa en algunos planteamientos simplones, una democracia no significa que todos los cargos sean electivos. Para empezar, los miembros de esa extensa clase llamada funcionariado accede al puesto en base a méritos. O también podríamos mencionar, por si alguien no se había dado cuenta, que en España tampoco los electores votamos al presidente del Gobierno, que es elegido por el Congreso: lo único que hacemos es votar las listas que se nos presentan cerradas cada uno en su circunscripción, por mucho que tengamos en mente el presidente que queremos que salga, confiando en que los representantes de nuestra lista favorita cumplan con lo esperado.

Pero no, una democracia moderna no significa que todo sea votado por un cuerpo de electores. Significa que el pueblo tiene la última palabra, en efecto, pero por diferentes vías, unas más directas y otras menos. La contraposición entre monarquía y democracia corresponde a otras épocas, en que los monarcas conservaban notables poderes ejecutivos, pero también en que el cuerpo electoral era más restringido que el actual (aristocrático, oligárquico, sufragio restringido...).

Dos principios son claves para que una democracia sea un sistema respetuoso de las personas y por tanto deseable:

a) Imperio de la ley. Concepto que tiene aplicación en todos los aspectos de la vida, no sólo en la política: que las normas están por encima de la voluntad momentánea de cualquier persona. Que no se puede actuar de manera diferente a lo que dicta la ley, y si se quiere que las cosas cambien, se cambie la ley de acuerdo a las normas que para ello existan, y no se produzca una revolución. Revolución, sí, ese concepto que gusta a tantos que no tienen en cuenta cuán a menudo acaba implicando una tiranía. Soy de la opinión de que el imperio de la ley supone la diferencia entre civilización y barbarie (si bien no basta para que un sistema sea democrático). Creo que advertir de los peligros de las revoluciones, frente a las virtudes de las reformas, es una de las batallas políticas que hay que dar en España en este momento.

b) Separación de poderes. El debate herodotiano de los persas, con sus principios de monarquía, oligarquía y democracia, se traduce en términos modernos en poder ejecutivo, representatividad y sufragio universal, que recogen las virtudes de aquéllos y las modernas democracias liberales han logrado reunir en su seno, en lo que se denomina constitución o gobierno mixto. Para evitar sus defectos se ha establecido la separación de poderes, que ejerce lo que en el mundo anglosajón se llama checks and balances (controles y contrapesos), para que la tendencia de cualquier institución o poder del Estado a aumentar su alcance se mantenga en sus límites debidos. De modo que si todos los poderes son determinados por votación del mismo cuerpo de electores, todo el poder queda en manos de los representantes populares de cada momento, lo cual al final resulta en una dictadura de los líderes o camarilla gobernante de turno.

A las ideologías simplonas que he mencionado hay que oponer este argumento, y para mí es también otra de las batallas ideológicas que hay que plantear, pues los partidos más ultras presionan hacia la idea fija de que "todo votación" es "todo democracia", y la realidad política está lejos de ser así.

Pues bien, repasando la historia de las monarquías y los principios de las democracias nos hallamos ante la respuesta a la pregunta que es título de esta entrada. No una respuesta teórica, que es la que muchos dan para defender el actual sistema español y evitar los perjuicios que los ríos revueltos suelen causar. No una respuesta abstracta, sino una basada en cómo son las monarquías de esos países que están en la cima de la calidad democrática.

Estas monarquías retienen la función de concentrar y ser exponente máximo de los símbolos del conjunto de la nación, y poseen las siguientes virtudes:

a) Estabilidad: jefes de Estado vitalicios, de modo que el símbolo que son no cambia con las vicisitudes del ejercicio del poder político.

b) Neutralidad: están nombrados mediante criterios no dependientes de la confrontación política.

c) Sucesión: en realidad no es el jefe de Estado el que es determinado por dichos criterios, sino su sucesor, e incluso toda la línea de posibles sucesores.

d) Tradición histórica: no sólo aportan estabilidad de cara al futuro, sino que conectan a la nación con su pasado (sin atarla a él, por supuesto).

e) Bajo coste: entre otras cosas, porque no se requiere una elección nacional para el puesto y no hay nuevos cargos introducidos por frecuentes reformas personales.

f) Poderes de reserva: todo lo anterior permite un arbitraje respetable, y que en situaciones de ruptura del orden legal exista una inequívoca referencia de unidad para la nación, como en España ocurrió el 23-F.


3. ¿Qué alternativas existen?

Creo que hay que exigir a quienes planteen un sistema diferente que lo hagan cuestionando los principios anteriores, y además comparando con otros sistemas que ya existen. Respecto a los principios:

a) Estabilidad: ¿se considera deseable que el jefe de Estado se renueve cada cierto tiempo? ¿Cada cuánto? ¿Puede una persona repetir en el cargo?

b) Neutralidad: ¿deben ser los representantes políticos, que pertenecen a partidos, los que intervengan en la elección del jefe de Estado?

c) Sucesión: ¿se considera mejor que la elección del sucesor se produzca con el cese del jefe de Estado, o vinculada a dicho cese o que esté definida con antelación?

d) Tradición: ¿conviene que una persona que es símbolo de la vida colectiva de la nación rompa con sus antecesores?

e) Bajo coste: ¿conviene gastar más en una jefatura de Estado que cambie de titular más a menudo?

f) Poderes de reserva: ¿sigue siendo apropiada una jefatura de Estado renovable como depositaria de esos poderes de reserva? ¿En qué institución(es) se depositarían de no ser así?

Quizá los proponentes de alternativas podrían plantearlas mediante la susodicha comparación con otros sistemas, entre los que podemos mencionar:

- Repúblicas parlamentarias, en que el jefe de Estado tiene pocos poderes y el gobierno es elegido por el parlamento (p.ej. Italia, Alemania). En estos aspectos, son fundamentalmente el mismo sistema que el español o el británico, ya que la diferencia está en una institución con pocos poderes en la política cotidiana (no olvidemos que en las monarquías parlamentarias (también llamadas "repúblicas coronadas") los actos del rey están sujetos al refrendo del Gobierno, y no pueden actuar contra el dictamen de los representantes de la nación). Cabría preguntarse si tiene sentido cambiar el jefe de Estado, de modo que pierda las mencionadas virtudes sin que gane otras.

- Repúblicas semipresidenciales, en que el jefe de Estado tiene poderes ejecutivos pero sigue habiendo un gobierno elegido por el parlamento (p.ej. Francia, Portugal). La pregunta que cabe hacerse en este caso es cuáles poderes conviene conceder al presidente y cuáles al gobierno.

- Repúblicas presidenciales, en que el jefe de Estado y del gobierno son el mismo puesto, que tiene por tanto todo el Poder Ejecutivo (p.ej. repúblicas americanas).

- Monarquías electivas = repúblicas con jefe de Estado vitalicio, que suponen una confianza ciega en éste (p.ej. Vaticano). Parecen poco deseables para países grandes y en que el ejercicio de la política se suponga basado en la razonabilidad del cuerpo electoral.

- Otros sistemas, como las presidencias colegiadas de Suiza (consecuencia de la historia confederal del país) o Bosnia (en atención a su división étnica), que es dudoso que sea de aplicación en España.

Dicho todo lo cual, mi opinión personal respecto a esta España de nuestros pecados es que una jefatura de Estado conveniente sea como la actual en un número de aspectos: que sea diferente de la jefatura del Gobierno, vitalicia, determinada por criterios no electorales, y que tenga una línea de sucesión en la persona de individuos suficientemente formados y preparados para el cargo durante años. Que se someta a la autoridad y el veto de las instituciones democráticas, pero que además tenga poderes de reserva que se apliquen sólo en situaciones críticas.

De paso, por supuesto, que el jefe de Estado tenga el título de Rey y los demás que correspondan tradicionalmente por herencia a los reyes de España (o al menos, si por alguna circunstancia no se tratase de un Borbón, los que correspondan al territorio del Estado del que son jefes). Siento decir a los republicanos recalcitrantes que el cambio de nombre en una jefatura de Estado como la nuestra no resuelve problemas como la independencia de la Justicia, la separación del Ejecutivo y el Legislativo, la existencia de estructuras obsoletas (Diputaciones provinciales, microayuntamientos rurales), o redundantes (como he insistido respecto al Senado), la vigencia de opciones políticas de inspiración étnico-xenófoba, un sistema laboral de más eficiencia por la parte funcionarial y más justa por la que no lo es, etc., etc., etc.

Un punto que está pidiendo modificación a gritos es la preferencia por los varones, cuando el papel de la mujer está largamente igualado con el del varón en la sociedad en general y en el ejército en particular: hace tiempo que no hace falta ser varón para ejercer en el ejército o liderarlo competentemente.

Después de eso, en mi opinión lo más discutible es la heredad del cargo, pero esto es así sobre todo si se compara con jefaturas que ostentan poderes, como las monarquías de nuestro pasado o los gobiernos del presente; pero ya hemos visto que no es el caso de nuestra monarquía. Hay quien critica que se trata de un privilegio injustificable en una nación moderna, pero se me ocurre que tal crítica se hace desde un concepto de los cargos públicos como meros privilegios, y no como unos oficios establecidos por la nación para el bien común, que disfrutan de determinados privilegios (con ciertos límites) sólo en función de su servicio a dicho bien común.

Por tanto, en un país en que:

- reconocemos que la heredad y la sucesión son procedimientos válidos para la transmisión de bienes y cargos (en el ámbito privado),

- consideramos que se deben otorgar ciertos privilegios limitados a ciertos cargos públicos (políticos y funcionarios),

- a algunos cargos se puede acceder sin méritos pero por votación o libre designación (políticos) y a otros sin votación pero por méritos (funcionarios), y

- puede ser conveniente que el Poder Ejecutivo esté separado entre una jefatura de Estado elevada, permanente y simbólica y una del Gobierno cotidiana, efectiva y renovable,

tenemos que plantearnos si una jefatura de Estado como la monarquía parlamentaria vigente es un sistema tan extemporáneo y fuera de lugar como algunos dicen. Creo que entre las mejores democracias del mundo están esas 6 u 11 monarquías porque en algún momento de sus historias sus naciones entendieron de modo más o menos explícito, o experimentaron en la práctica, que el mejor sistema para ellos era ése. Por ello se hace también difícil el retorno a una monarquía cuando se ha pasado un tiempo de república aunque fuera dictatorial, por la ruptura insalvable con el pasado que supone.

El debate sobre la monarquía no puede ser tan simplón como algunos plantean, como he dicho, con ignorancia o malicia. Quien ponga en cuestión la monarquía tiene que poner en cuestión todo lo mencionado arriba, y en su caso pensar de paso si está de acuerdo con la propiedad privada o de que el objetivo de todo sistema político sea la mayor libertad individual posible (motivos por los cuales me atrevería a decir que es la izquierda la más crítica con la monarquía, y la que plantea un republicanismo menos fundado, ya que es accesorio de un modelo de sociedad que cuestiona aquellos dos principios). El debate debe llevarse a cabo considerando las razones y hechos complejos que la realidad plantea.

23/03/2014

El mandamiento humanista

La coincidencia en la lectura de varios libros el pasado año me ha llevado a cristalizar la presente reflexión. Dichos libros son principalmente:

  • El espejismo de Dios, de Richard Dawkins, donde el autor hace una recopilación de una alternativa humanista a los Diez Mandamientos y los resume en su propia propuesta (hago notar la curiosidad de que, nada más empezar a escribir esto y al disponerme a verificar el link, la página que había en la Wikipedia en español fue borrada).
  • La Caída de Constantinopla, de Steven Runciman, donde, en las interacciones entre cristianos y musulmanes viejos y recién convertidos, se nos cuenta que los musulmanes viejos eran de mente más abierta y propensos a la negociación, mientras que los recién convertidos se solían mostrar más intransigentes y celosos de su nueva fe, especialmente cuando ésta les servía como pretexto para una acción militar o política (aprovecho de paso para recomendar a Runciman, particularmente la mencionada obra, como una lectura amena, apropiada especialmente para quien le guste leer la Historia como una historia, que no entra en detalles tan finos que puedan ser objeto de controversia y revisión inmediatas).
  • Y una historia del Islam vista desde dentro: Un destino desbaratado: la historia universal vista por el Islam, de Tamim Ansary.

Combinando ideas, di en pensar en las conversiones al Islam, la esencia de ser musulmán y si, de la misma manera que para ser musulmán hay que cruzar la raya de la shahada (profesión de fe), algún equivalente pueda existir para un humanismo no religioso.
A lo largo de la historia, las conversiones al Islam han sido en buena medida voluntarias. Nunca debemos olvidar que en cualquier estado conquistado, organizado y finalmente gobernado por los musulmanes la población no pasaba de golpe a ser musulmana. Inicialmente los musulmanes eran la élite conquistadora, y los conversos progresivamente se pasaban a su bando religioso (después de haber aceptado su dominación política). No debemos olvidarlo tampoco respecto a la actualidad, ya que países que en Occidente podemos tender a considerar musulmanes, no son más que de mayoría musulmana, y la presencia de otras religiones es más antigua y original. A esto hay que decir que la islamización total no ha sido ni de lejos lo más habitual (para empezar en los mismos países árabes), y que por otro lado la islamización forzosa tampoco ha sido la regla.
Este aspecto de formar una comunidad política mediante una profesión religiosa me parece clave en el Islam y uno de los principales impulsos de muchos para hacerse musulmanes, ya que, como se comenta sobre los conversos en La Caída de Constantinopla, la conversión era una herramienta para el ascenso social o político.
Me importa aquí sin embargo lo que supone a largo plazo. Para quien la llevaba a cabo, la conversión podía incluso ser en un primer momento un instrumento superficial, un paso sin mayores consecuencias. El entrar en la comunidad de los musulmanes daba acceso a posiciones de poder. Pero a largo plazo suponía otra cosa además, y es que no por nada Islam significa “sometimiento” a Dios: tarde o temprano el converso, o sus sucesores, estarían sometidos a la comunidad musulmana, o a su líder de turno.
Con todo, no olvidemos que el pertenecer a la comunidad de los musulmanes no libraba a éstos de las luchas intestinas, ya que el Islam, como cualquier otra circunstancia humana (o biológica), está sometido a mutación y fragmentación. No tardaron ni medio siglo los musulmanes en acuchillarse unos a otros en varias guerras civiles.
Una de las reflexiones que se me suscitan también es si la facilidad y sencillez del paso de la conversión al Islam no habrá jugado a favor de las conversiones al Islam. Habría que consultar al respecto a expertos en psicología, en marketing y en el Islam.
De todas formas, lo que más en concreto me interesa de la shahada y la conversión al Islam es su implicación filosófica. Dar ese paso supone someterse intelectualmente, como he dicho, y en este aspecto el Islam, de entre lo que puedo conocer de religiones, me resulta particularmente anticientífico. Ya la propia religión es en sí anticientífica: soy de los que consideran imposible que alguien sea a la vez religioso y científico en un mismo ámbito de la vida, ya que uno o bien considera que debe dar cosas por ciertas basándose en hechos (= ciencia) o que no necesita pruebas para ello (= fe).
Pero cuando uno da un paso que implica someterse/entregarse a un dios y por ello a una comunidad religiosa (= Islam), está directamente diciendo que cede el derecho a pensar a dicha comunidad. O bien, que cuando al pensar pueda entrar en conflicto con lo que diga la comunidad, cede por adelantado a ésta.
Por todo ello acabé preguntándome si no habría una especie de shahada humanista, si no existiría una especie de principio fundamental del pensamiento humanista, de ser posible formulable de manera más sencilla que la profesión de fe islámica, bien sencilla ella misma.
Y creo que sí existe esa llave, y no me parece casualidad que esté entre los “Mandamientos humanistas” mencionados por Richard Dawkins: “Fórmate opiniones independientes en la base de tu propia razón y experiencia; no te permitas ser manejado a ciegas por otros” (nº 9) y “Cuestiónalo todo” (nº 10). Que para mí que se podrían resumir en una frase única, esa que yo andaba buscando: Pienso por mí mismo. De profundas implicaciones, si lo pensamos bien.
Tal afirmación es, por delante de todo, una declaración de libertad. Quiere decir que afirmas que, al menos en tu interior, existe un espacio en que eres libre para pensar, y que no aceptas que se te arrebate.
Quiere decir que, aunque en algunos casos puedas por motivos prácticos acceder sin pensar demasiado a lo que otros digan, te reservas siempre el derecho a cuestionarlo. Por tanto resulta así opuesto al concepto de Islam, ya que no hay comunidad, religiosa o no, ante la que renuncies a tu derecho a la libre conciencia.
Pensándolo más todavía, nos damos cuenta de que es una idea muy científica (= que cree cosas basándose en pruebas). Pues quiere decir que puedes cuestionarte a ti mismo y por tanto cambiar de opinión, de modo que lo único a lo que te someterás será a las evidencias que la realidad ponga ante ti. Por ello no quiere decir que vayas a pensar lo que te dé la gana.
Y por último, si somos conscientes de que en cada persona reside la capacidad de ponerse en la piel del prójimo, no caeremos en pensar que tan simple principio pueda dar en comportamientos inmisericordemente egoístas; más bien en que al pensar, como dijo Aristóteles, uno haga “sin ser mandado lo que otros hacen sólo por temor a la ley”.
De modo que, como principio, me parece de lo más saludable tenerlo en mente, no acomodarnos demasiado, y de vez en cuando recordarnos:

Pienso por mí mismo.

12/03/2014

Pilares de la enseñanza secundaria

Quiero hacer un resumen de los que para mí, como especialista en la docencia, son los contenidos fundamentales de la enseñanza obligatoria, en particular la ESO. Presento esta reflexión no como un ejercicio gratuito, sino con la intención, entre otras, de poner luz sobre determinados espacios en sombra que considero existen en el actual temario de la ESO como son los puntos en que se cruzan dichos troncos de conocimiento y las relaciones de conceptos entre asignaturas.
Ésta es asimismo una reflexión relacionada con mis conclusiones en mi trabajo sobre el Desarrollo del pensamiento formal en la adolescencia e implicaciones en la docencia de la Física en Educación Secundaria, donde defendí cierta inadecuación de los contenidos de algunas asignaturas, particularmente Física, Química y Matemáticas, con las necesidades y sentido de una enseñanza obligatoria, que son los conocimientos mínimos garantizados a cualquier futuro ciudadano de pleno derecho, por lo tanto válidos cualquiera que sea la opción de estudios o trabajo del alumno después de dicha enseñanza obligatoria.
Esta característica mínima es para mí importante porque los contenidos de la enseñanza obligatoria son los únicos que, por su propia definición, deben ser impartidos sin atender a las preferencias personales del alumno. Los únicos contenidos propedéuticos en esta etapa han de ser los que preparan para la “vida real”, la vida ciudadana de pleno derecho. Cualquier contenido que anticipe un futuro que el alumno pueda en su momento elegir ha de dejarse para después de dicha elección. Lo cual no se cumple ahora, en mi opinión, ni con algunos conocimientos agrupados en asignaturas enteras (p.ej. Tecnología, preparatorio de las ingenierías) o que forman parte de ellas (p.ej. parte de Física y Química en los cursos más avanzados, en que se crea dicha asignatura separada).
Los pilares de que hablaré podrían corresponder a asignaturas más generalistas que las actualmente existentes, pero tampoco quiero aquí tratar a fondo de la conveniencia de impartirlos y evaluarlos como asignaturas únicas o grupos de asignaturas relacionadas. Mi opinión es que algunas partes de dichos pilares/asignaturas se pueden impartir en paralelo al tronco principal, en horarios reducidos, pero igualmente a lo largo de todo el curso, y con independencia de que se haga evaluación conjunta o separada con la materia principal.
En último lugar antes de entrar en el tema, debo decir que hago dicha enumeración de contenidos desde el punto de vista del científico que soy, consciente de la importancia clave de la Ciencia y el pensamiento racional en la formación de una persona libre, y que es más importante que las técnicas concretas propias de las disciplinas científicas.

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Sin entrar en detalles y a modo de preparación para el tema principal, diré que la enseñanza escolar tiene su raíz primera en el uso de al menos una lengua vehicular; en principio una, la más importante en la sociedad donde el niño vive, pero también alguna otra que puede ser extranjera si consideramos ambientes sociales de suficiente amplitud (y sobre esto me extiendo al final).
Esta enseñanza aún no distinguiría entre lo transversal y las posteriores asignaturas, pero desde luego podemos ya decir que ha de incluir cierto contenido de lógica y aritmética, entre otros. Desde luego no sería la única enseñanza transmitida a este nivel, y hay que tener en cuenta que este idioma es muy probablemente el que el niño aprende como lengua materna en su ambiente social, por lo cual otra tarea de esta enseñanza infantil sería introducirlo en el ambiente escolar, que será su modo de vida durante los años siguientes.
A partir de ahí, durante la enseñanza primaria, hay que tener en cuenta que el niño no posee las herramientas intelectuales para comprender teorías formales, y por tanto los contenidos son necesariamente menos abstractos y preparatorios de las materias que se impartirán durante la Secundaria ya con más rigor y corrección, si bien ceñidas, como he dicho, al mínimo necesario para la vida adulta.
En la Primaria se definen las diferentes grandes áreas de conocimiento:
  • Lengua: comprensión y expresión en la(s) lengua(s) oficial(es), que es la que más directamente continúa la raíz de que hablé arriba.
  • Geografía física y política, que ha de incluir los fundamentos de la ciudadanía y de la autonomía personal y social.
  • Historia política, describiendo hechos y circunstancias generales.
  • Cierta cultura general de Ciencias: energía, sustancias, Cosmogonía e historia geológica básica de la Tierra, evolución, sexualidad, nutrición. Enumero los temas en un orden consciente de que en buena medida se pueden estructurar como una historia del Universo; el impartir la Historia en paralelo o como colofón a continuación de los mencionados es otro asunto.
  • Matemáticas: aritmética construyendo sucesivamente el contar, sumar, restar, multiplicar, dividir, potencias y raíces.
  • Expresión física: forma física, expresión artística.

Cada una de ellas puede corresponder a una asignatura, con la excepción en su caso de la expresión física, que por la diversidad de sus formas se dividiría en las áreas clásicas de educación física - artes, o educación física - música - plástica; las tres con carácter práctico, por supuesto, ya que se trata de que el niño trabaje con su físico, y de ellas considero la educación física la más importante.
A partir de aquí pasamos a la enseñanza secundaria y al asunto central que me ocupa.
En la Secundaria, todo lo que he enumerado arriba debería impartirse de modo más avanzado, pero además se deben introducir aspectos que requieren, en términos piagetianos, un inicio de pensamiento formal, surgiendo además interconexiones y complementariedades entre los diferentes campos que son las que según he dicho quedan un tanto abandonadas por el actual sistema, y que quiero resaltar particularmente dentro del esquema que presento.
Desarrollando los mismos bloques que en la Primaria:
  • Lengua:
    • El núcleo debe seguir siendo la comprensión y expresión avanzadas en la(s) lengua(s) oficial(es). Creo además que debe intentarse que el que haya más de una lengua oficial afecte lo menos posible a los horarios frente a los alumnos que deben practicar sólo una.
      • La comprensión es particularmente importante para las Matemáticas, pues puedo decir, por reiterada experiencia con mis alumnos a lo largo de los años, que una dificultad principal para el uso de las mismas es trasladar el enunciado que describe una situación real a lenguaje matemático por medio del adecuado entendimiento del texto.
      • Asimismo, el ejercicio avanzado podría hacerse con ejemplos de textos clásicos de la(s) lengua(s) en cuestión (en español podría establecerse el Quijote como límite de máxima lejanía); pero lo que considero indispensable es la práctica con el lenguaje legal, periodístico y publicitario contemporáneo, que será del que el alumno más haga uso en la vida adulta.
      • En relación con lo que acabo de mencionar, una parte de la expresión lingüística que creo necesaria es el Debate: es importante para el ejercicio de la mente y la comprensión científica, además de para las habilidades sociales y la convivencia.
    • Una asignatura de Gramática básica debería ejercitar el análisis morfológico y sintáctico al servicio de la comprensión y expresión lingüísticas.
    • Latín y Griego prácticos se impartirían en la misma asignatura que la anterior, ya que depende de los conocimientos gramaticales, o separada, y estarían orientados al uso que se da de dichas lenguas en la vida cotidiana.
    • Por último, someras pinceladas de los idiomas emparentados con la lengua principal (en el caso español serían las lenguas romances) y de más importancia en el ámbito europeo y económico, con las fórmulas básicas más frecuentes de la vida cotidiana y unos apuntes de pronunciación lectora.
  • Geografía:
    • La física y política que continúa la de la Primaria y debería incluir ciertos contenidos de Meteorología y Geología prácticas, relacionados con las Ciencias Naturales.
    • La Autonomía personal, además de completar aspectos domésticos y sociales, debe dar a conocer, quizá en una asignatura paralela, los principios del mundo legal (Ciudadanía), laboral y empresarial que rodea al ciudadano, en una visión mesurada a la que debe contribuir una asignatura de Historia con las características que describo a continuación.
  • Historia:
    • Historia política. Más allá de datos y hechos concretos, en Secundaria debe incidirse en los aspectos más formales, que creen una visión de cambios y flujos, comprensión de causas y relativización (lo cual se relaciona con la Lengua si se utiliza para ello el Debate).
    • Para contribuir a dicha profundidad de comprensión, en esta asignatura deberían integrarse los aspectos de Historia de las Ideas que tradicionalmente se han impartido en sus respectivas materias: Historia de las religiones, la Filosofía y la Ciencia (que serían una Historia del conocimiento humano), e Historia de la Literatura y las demás Artes.
  • Ciencias: son el área que con más argumentos puedo defender que requiere un remozado y recolocación de conocimientos según explicado en mi mencionado trabajo “Desarrollo…”, particularmente porque se imparten con un excesivo sentido propedéutico de futuras materias o carreras, cuando deberían ceñirse a:
    • Método científico: una formación de pensamiento, practicando la reflexión rigurosa y la fundamentación en hechos, muy relacionada con el Debate de la asignatura de Lengua y con la Estadística de Matemáticas. Habitualmente se pasa con rapidez, dejando a promoción tras promoción desarmados ante complejidades de la vida real.
    • Aplicaciones cotidianas y cultura general, fundamentalmente cualitativas pero que requieren un pensamiento más formal que el existente en la Primaria:
      • Física: Cinemática, Dinámica, energía, Hidrostática e Hidráulica, electricidad y magnetismo, radiactividad.
      • Química: sustancias, teoría cinética, estructura atómica de tres partículas, pH.
      • Biología: Bioquímica, nutrición, educación sexual, genética, evolución.
  • Matemáticas:
    • El tronco principal continuado con aplicaciones de la Aritmética (divisibilidad, medida, notación científica...) y hasta el Álgebra de sistemas de dos ecuaciones, añadiendo rudimentos de gráficas 2D y vectores: conocimientos que deben concentrar las primeras aplicaciones formales que ahora se imparten en Ciencias Naturales (notablemente la Física cuantitativa) y Economía.
    • Geometría básica (que podría ser una asignatura paralela o estar incluida en Plástica).
    • Probabilidad y estadística (también quizá en asignatura paralela), relacionada con el método científico de Ciencias, la Economía de Geografía, e incluso la Lengua porque sirve de defensa frente la tendenciosidad en el lenguaje periodístico y publicitario.
  • Expresión Física, cuyos aspectos/asignaturas ahora deben ser conectados con otras materias, y que son buenos no sólo en sí mismos, sino porque apoyan el desarrollo cognitivo (Neurociencia para educadores):
    • Forma física, nutrición, salud y primeros auxilios, con la Biología.
    • Expresión artística básica.

Hecha la enumeración de los pilares, las asignaturas y sus interconexiones, para finalizar debo remarcar varias cosas:
  • Como he insistido al principio, ninguno de estos conocimientos es preparatorio de nada más que la vida ciudadana adulta. A partir de la enseñanza obligatoria se abrirán las opciones que el alumno voluntariamente tomará y habrá de asumir con su carga de creciente rigor técnico.
  • En ese sentido, quizá se note la ausencia de la Tecnología, conjunto de asignaturas que es una agregación de conocimientos que corresponden a áreas mejor definidas que ella misma (Ciencias, Economía…) y que sólo se puede entender como preparación para los alumnos que en un futuro tomen el camino de una Ingeniería. Bien impartidas las áreas de que las Tecnologías toman contenidos, no es necesario adelantar a la enseñanza obligatoria estas materias; habida cuenta además de que, como demostré en “Desarrollo…”, son incongruentes con una impartición ordenada de algunos de sus contenidos.
  • Se notará también que no he hecho mención en el esquema de materias explícitas que he construido arriba a determinados contenidos que considero transversales, notablemente:
    • Convivencia, que debe enseñarse implícitamente mediante el ejemplo.
    • Idiomas extranjeros, que no se pueden aprender debidamente si no son vehiculares y permean la transmisión de conocimiento que es la enseñanza. Es fundamental que su estatus académico sea el mismo que el de la(s) lengua(s) oficiales: no corresponde a la enseñanza pública asegurar sólo un uso adecuado de las lenguas que los alumnos aprenden en su entorno familiar y social, sino también de las que les puedan ser útiles en su futuro entorno laboral (de acuerdo a ciertas opciones que los padres puedan tomar).
  • Por último, si los conocimientos son los mínimos para la vida adulta, explicito por si no se sobreentiende que no tiene sentido la evaluación parcial de los conocimientos y su aparcamiento por etapas, sino continua y teniendo en cuenta el conjunto al final de la enseñanza obligatoria, ya que en su mayoría unos contenidos se construyen sobre otros del mismo tronco; por ejemplo, no se puede hacer álgebra sin saber restar, ni entender la evolución sin la adecuada escala temporal, ni descomponer palabras sin saber cómo usar los diferentes tipos de ellas.