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11/11/2017

Historia negra del comunismo

He "celebrado" el centenario de la revolución bolchevique leyendo (me ha llevado unos 17 meses, poco a poco) El Libro Negro del Comunismo. Editado en Francia en 1997, aún le faltaba ver al comunismo hacer presa en Venezuela, pero en cualquier caso el repaso de aplicaciones de esa ideología que hace es más que suficiente para dejar una serie de cosas claras:

Que el comunismo practicado por los bolcheviques e inspirado por ellos es un movimiento criminal desde sus orígenes, que con la excusa de servir a los desfavorecidos puso en marcha una política basada o que resultó en imposición, odio, asesinatos de individuos y colectivos (hasta genocidios), purgas, guerra, hambrunas (planificadas como herramienta de exterminio o causadas por la incapacidad de los que querían lo contrario), delación, totalitarismo, destrucción, contaminación. Etcétera.

Que en los intentos de aplicar el comunismo hechos en un país tras otro o bien se ha intentado repetir la perniciosa receta de ejemplos previos, o bien se han intentado aplicar novedades locales que han resultado en los mismos males.

Que el comunismo es la religión política de las sociedades industriales, que no promueve el pensamiento crítico más que para criticar las sociedades abiertas y someterse a sus particulares "imanes" o "popes" de turno, y es tan divisiva, atrasada y propia de los simios que somos como cualquier otra ideología que ponga el acento en la diferenciación entre grupos humanos y el odio al diferente: el comunismo odia al "capitalista", al "burgués" y al "contrarrevolucionario" (uno más de los rasgos que comparte con el nazismo, v. p.ej. la autobiografía personal y científica de Eric Kandel). Esos títulos de desprecio se otorgan a discreción lo mismo que otros declaran anatemas o fatwas.

Que las sociedades abiertas siguen atacadas por la demagogia y la susodicha falta de racionalidad, y la propaganda estalinista que engañaba a unos incautos oceánicos en el segundo cuarto del s. XX se reproduce inagotablemente, inasequible a la evidencia práctica de que el comunismo ha comportado siempre grandes males y fracasos.

Que, siguiendo a Popper, la reforma progresiva es un camino más seguro hacia cualquier posible progreso de la Humanidad que cualquier revolución que parta de cero y por tanto de defectos desconocidos.

Y que, en fin, cualquiera que enarbole la bandera del comunismo (llamándolo por ese nombre o no, pero especialmente si lo llama así) es un inocente desconocedor de las pruebas proporcionadas por la Historia, o es un malvado insensible que las conoce pero desprecia el sufrimiento del prójimo, porque para él es menos relevante que ir en busca de su personal utopía.

10/06/2015

My own secular commandments

In Dec 2014 a crowdsourced competition run to choose some Secular Ten Commandments was resolved and the winner ideas published. I had seen a proposal in Dawkins' The God Delusion; actually its author's Foundation was one of the organizations behind the competition.
I found quite in accordance with the results, which inspired me to re-array and adapt them to make my own list, with which I intend to follow in my life (with varying success I admit):

I.               Think for yourself, which entails:
a.      Keep your inner right to the freedom of thought, to not having your mind subject to anyone or anything else.
b.      Trust only evidence and never prejudice, which entails:
                                          i.     The scientific method is the most reliable way of understanding the natural world.
                                         ii.     Think independently of your former self: be willing to alter your beliefs with new evidence.
                                        iii.     Nothing supernatural is necessary to be a good person or to live a full and meaningful life.
                                        iv.     Try to understand the causes of things.
II.           Be mindful of the consequences of your actions. You are responsible for the consequences of the acts that are product of your choice.
III.          Consider others, which entails:
a.      Your freedom ends where others’ begins.
b.      Treat others as you reasonably expect they want to be treated. Think about their perspective, which entails:
                                          i.     Every person has the right to control over their body.
                                         ii.     There is no one right way to live.
c.      Consider future generations. Leave the world a better place than you found it.

IV.         Live with humour; be able to laugh at yourself or at anything. It is healthy and also an opportunity to reflect.

It's not strange that no. I was the foremost commandment I had chosen in a previous post to the blog.

23/03/2014

El mandamiento humanista

La coincidencia en la lectura de varios libros el pasado año me ha llevado a cristalizar la presente reflexión. Dichos libros son principalmente:

  • El espejismo de Dios, de Richard Dawkins, donde el autor hace una recopilación de una alternativa humanista a los Diez Mandamientos y los resume en su propia propuesta (hago notar la curiosidad de que, nada más empezar a escribir esto y al disponerme a verificar el link, la página que había en la Wikipedia en español fue borrada).
  • La Caída de Constantinopla, de Steven Runciman, donde, en las interacciones entre cristianos y musulmanes viejos y recién convertidos, se nos cuenta que los musulmanes viejos eran de mente más abierta y propensos a la negociación, mientras que los recién convertidos se solían mostrar más intransigentes y celosos de su nueva fe, especialmente cuando ésta les servía como pretexto para una acción militar o política (aprovecho de paso para recomendar a Runciman, particularmente la mencionada obra, como una lectura amena, apropiada especialmente para quien le guste leer la Historia como una historia, que no entra en detalles tan finos que puedan ser objeto de controversia y revisión inmediatas).
  • Y una historia del Islam vista desde dentro: Un destino desbaratado: la historia universal vista por el Islam, de Tamim Ansary.

Combinando ideas, di en pensar en las conversiones al Islam, la esencia de ser musulmán y si, de la misma manera que para ser musulmán hay que cruzar la raya de la shahada (profesión de fe), algún equivalente pueda existir para un humanismo no religioso.
A lo largo de la historia, las conversiones al Islam han sido en buena medida voluntarias. Nunca debemos olvidar que en cualquier estado conquistado, organizado y finalmente gobernado por los musulmanes la población no pasaba de golpe a ser musulmana. Inicialmente los musulmanes eran la élite conquistadora, y los conversos progresivamente se pasaban a su bando religioso (después de haber aceptado su dominación política). No debemos olvidarlo tampoco respecto a la actualidad, ya que países que en Occidente podemos tender a considerar musulmanes, no son más que de mayoría musulmana, y la presencia de otras religiones es más antigua y original. A esto hay que decir que la islamización total no ha sido ni de lejos lo más habitual (para empezar en los mismos países árabes), y que por otro lado la islamización forzosa tampoco ha sido la regla.
Este aspecto de formar una comunidad política mediante una profesión religiosa me parece clave en el Islam y uno de los principales impulsos de muchos para hacerse musulmanes, ya que, como se comenta sobre los conversos en La Caída de Constantinopla, la conversión era una herramienta para el ascenso social o político.
Me importa aquí sin embargo lo que supone a largo plazo. Para quien la llevaba a cabo, la conversión podía incluso ser en un primer momento un instrumento superficial, un paso sin mayores consecuencias. El entrar en la comunidad de los musulmanes daba acceso a posiciones de poder. Pero a largo plazo suponía otra cosa además, y es que no por nada Islam significa “sometimiento” a Dios: tarde o temprano el converso, o sus sucesores, estarían sometidos a la comunidad musulmana, o a su líder de turno.
Con todo, no olvidemos que el pertenecer a la comunidad de los musulmanes no libraba a éstos de las luchas intestinas, ya que el Islam, como cualquier otra circunstancia humana (o biológica), está sometido a mutación y fragmentación. No tardaron ni medio siglo los musulmanes en acuchillarse unos a otros en varias guerras civiles.
Una de las reflexiones que se me suscitan también es si la facilidad y sencillez del paso de la conversión al Islam no habrá jugado a favor de las conversiones al Islam. Habría que consultar al respecto a expertos en psicología, en marketing y en el Islam.
De todas formas, lo que más en concreto me interesa de la shahada y la conversión al Islam es su implicación filosófica. Dar ese paso supone someterse intelectualmente, como he dicho, y en este aspecto el Islam, de entre lo que puedo conocer de religiones, me resulta particularmente anticientífico. Ya la propia religión es en sí anticientífica: soy de los que consideran imposible que alguien sea a la vez religioso y científico en un mismo ámbito de la vida, ya que uno o bien considera que debe dar cosas por ciertas basándose en hechos (= ciencia) o que no necesita pruebas para ello (= fe).
Pero cuando uno da un paso que implica someterse/entregarse a un dios y por ello a una comunidad religiosa (= Islam), está directamente diciendo que cede el derecho a pensar a dicha comunidad. O bien, que cuando al pensar pueda entrar en conflicto con lo que diga la comunidad, cede por adelantado a ésta.
Por todo ello acabé preguntándome si no habría una especie de shahada humanista, si no existiría una especie de principio fundamental del pensamiento humanista, de ser posible formulable de manera más sencilla que la profesión de fe islámica, bien sencilla ella misma.
Y creo que sí existe esa llave, y no me parece casualidad que esté entre los “Mandamientos humanistas” mencionados por Richard Dawkins: “Fórmate opiniones independientes en la base de tu propia razón y experiencia; no te permitas ser manejado a ciegas por otros” (nº 9) y “Cuestiónalo todo” (nº 10). Que para mí que se podrían resumir en una frase única, esa que yo andaba buscando: Pienso por mí mismo. De profundas implicaciones, si lo pensamos bien.
Tal afirmación es, por delante de todo, una declaración de libertad. Quiere decir que afirmas que, al menos en tu interior, existe un espacio en que eres libre para pensar, y que no aceptas que se te arrebate.
Quiere decir que, aunque en algunos casos puedas por motivos prácticos acceder sin pensar demasiado a lo que otros digan, te reservas siempre el derecho a cuestionarlo. Por tanto resulta así opuesto al concepto de Islam, ya que no hay comunidad, religiosa o no, ante la que renuncies a tu derecho a la libre conciencia.
Pensándolo más todavía, nos damos cuenta de que es una idea muy científica (= que cree cosas basándose en pruebas). Pues quiere decir que puedes cuestionarte a ti mismo y por tanto cambiar de opinión, de modo que lo único a lo que te someterás será a las evidencias que la realidad ponga ante ti. Por ello no quiere decir que vayas a pensar lo que te dé la gana.
Y por último, si somos conscientes de que en cada persona reside la capacidad de ponerse en la piel del prójimo, no caeremos en pensar que tan simple principio pueda dar en comportamientos inmisericordemente egoístas; más bien en que al pensar, como dijo Aristóteles, uno haga “sin ser mandado lo que otros hacen sólo por temor a la ley”.
De modo que, como principio, me parece de lo más saludable tenerlo en mente, no acomodarnos demasiado, y de vez en cuando recordarnos:

Pienso por mí mismo.

02/06/2010

El antiguo ¿conflicto? entre Religión y Ciencia

Es una reflexión que me asalta recurrentemente, la del estado del tema que da nombre a esta entrada; entre otras razones traída por las ocasiones al respecto con que uno se encuentra. Así, últimamente lo que me ha hecho volver a dar vueltas al asunto es la celebración el pasado año del bicentenario del nacimiento de Darwin y sesquicentenario de la publicación de El Origen de las Especies, y las tribulaciones que al pensamiento religioso ha causado su descubrimiento biológico en estos últimos dos siglos, en particular la resistencia de los protestantes (permítaseme por brevedad no especificar más dentro de esta denominación genérica), más concretamente en los Estados Unidos de América.
En muchos de los casos de resistencia de los protestantes y otros a ni siquiera considerar que la evolución se produzca está el desconocimiento de la clase de afirmación de que se trata. Se la toma como si fuese una especie de herejía, o de religión extraña; como un conjunto de afirmaciones de fe diferentes de las propias e incompatibles, y por tanto equivocadas. Se debe a la incomprensión de qué es la Ciencia. Como si Darwin fuera un profeta más de una religión impía.
Cierto es también que entre los científicos, o más bien entre los que defienden hechos afirmados por la Ciencia, hay en ocasiones también cierta incomprensión de en qué consiste ésta, a veces parecida a la que acabo de mencionar respecto a los creyentes.
El manido "conflicto" entre Religión y Ciencia no está en la contradicción de hechos afirmados por uno u otro sistema de creencias. Es decir, no está en que unos afirmen que la realidad es de una manera y otros de otra. El problema está en su método de aproximación, es decir, en cómo cada uno de esos dos sistemas (no de creencias sino de afirmar diría yo más bien) acaba por afirmar lo que afirma.
La Ciencia dice: "Veamos qué tenemos aquí" y "veamos cómo funciona". A continuación, junto con la Tecnología dice: "Veamos cómo podemos manejarlo". Como decía Richard P. Feynman que su padre, creo, le había enseñado, "No sabemos por qué, sólo sabemos cómo" (y ciertamente Feynman lo aplicó en sus teorías). Al menos en las respuestas últimas, no se busca ni obtiene el "por qué" (como un insistente niño pequeño demandaría), sino el "cómo". Al fin y al cabo se trata de un "a las pruebas me remito". La Ciencia ha de estar abierta a respetar la evidencia de las pruebas, a dudar de todo aquello que no esté suficientemente apoyado en ellas, incluso cuando las haya mantener una reserva constante de escepticismo. En definitiva, debe rehuir la petición de principio. Lo cual, dicho sea de paso, me parece un modo de lo más saludable de encarar las cosas.
En cambio, lo que personalmente he encontrado en mis vis-à-vis con la Fe (básicamente en la de otros) ha sido la afirmación de determinados hechos sin justificación alguna.
-¿Por qué necesitas justificación para todo, Breo?
-Bueno, ¿puedes afirmar cualquier ocurrencia peregrina que te venga en mente y pretender que es cierta sólo porque no se puede justificar?
Una de las ideas más asentadas que me resultaron de la temporada y media que compartí debates bíblicos con unos universitarios protestantes (me invitó una amiga con infructuoso propósito proselitista; y no fueron debates hasta que dos escépticos, un físico y un historiador, nos plantamos allí) fue un concepto más claro de la Fe: no hace falta justificar. Es una pretensión implícita de lo más naïf de que afirmar algo lo convierte en cierto. Lo cual, por ser estrictamente científico, no voy a negar: simplemente pido pruebas de que eso pueda ser así.
Uno de los aspectos que creo está en el origen de las religiones no es sino un intento de entender el mundo, científico a su manera, teniendo en cuenta que sería el más primitivo, fundamentado en la analogía respecto a los conceptos innatos del pobre homo sapiens, que tiene cierta consciencia de la propia personalidad y por tanto ve personalidades en todo lo que le rodea. La Religión, por tanto, también sería Ciencia en origen, pero se separa de ella cuando quien sostiene las primitivas explicaciones se niega a aceptar otras más profundas y rechaza las evidencias de la realidad.
Aquí es donde surge la Fe, en sostenella y no enmendalla, en el empeño de mantener una afirmación. Que de todos modos es algo de lo más humano también, porque en definitiva nuestras mentes tienden a clasificar, a compartimentar los conceptos de todo lo que nos rodea para poderlos manejar más ordenadamente. Y cotidianamente nos aferramos a ideas previas que nos mantienen cómodos, por eso no hay para mí tanta diferencia entre una persona con fe, un sectario político o un hincha deportivo, típicos ejemplos de gente que se enoja ante la perspectiva de que otro que piensa diferente pueda tener razón o convencer a otros. Y peor lo ponemos cuando dicha persona pone todo su ser en manos de esa ideología, de manera que criticar sus ideas es criticar a la persona (porque ésta lo quiere). Fundamentalistas de esta clase no pueden aspirar a ser más que un número en una masa.
Desde ese punto de vista sobre el origen de las religiones puedo plantear una comparación, también salida de dichos debates bíblicos, entre la tradición católica y el protestantismo. Les decía yo a aquellos colegas creyentes (a quienes personalmente respeto profundamente pero cuya ideología religiosa considero sinceramente de lo más erradicable), en su mayoría luteranos y calvinistas si no me equivoco, que la aparición de los movimientos protestantes había sido en cierta medida también científico, despojando el sistema de creencias establecido, sujeto a la tradición romana, de todo aquello que eran añadidos mundanos nada divinos, que no estaban en las Escrituras. Desde el punto de vista de la autenticidad de lo reflejado en la Biblia, la aparición del protestantismo había sido un paso de coherencia. Sólo que se quedó corto, y no cuestionó más allá; su axioma es que ciertos textos que ellos consideran sagrados son verdaderos.
Pero ¿y si la tradición católica estuviese en lo cierto por basarse no sólo en los libros sagrados sino también en la experiencia de siglos? Las tradiciones ortodoxas (así incluyo a las de la Europa oriental) podrían haberse formado en base a la contemplación de una intervención divina a lo largo de ese tiempo, que habría completado lo aportado por las Escrituras. ¿Con qué nos quedamos entonces? Porque en ese caso todo protestante sería un fundamentalista en mayor o menor grado.
Mi impresión es que por muy protestantes que sean, también han establecido sus propias tradiciones, para interpretar las Escrituras y vivir la religión en general, lo mismo que el catolicismo al que rechazan, desprecian y en algunos casos incluso odian.

Con todo, no tiene por qué existir el conflicto susodicho entre Fe y Ciencia, al menos a nivel personal. A fin de cuentas, uno puede considerar el siguiente extrañamiento, que es cierto: la Ciencia habla de las cosas naturales, mientras que la Fe cree en lo sobrenatural. Simplemente, cualquier entidad que se considere parte de la Naturaleza, es susceptible de estudio por la Ciencia; inversamente, cualquier entidad inasequible a la comprensión científica, es decir, que pueda saltarse por su arbitraria voluntad las leyes naturales (lo que se llama milagro, vamos) está fuera de la estudiable Naturaleza.
Como digo a veces, si apareciera un dios, sería deber del científico preguntarse cómo funciona ese dios. O también, como decía Carl Sagan (que en esto de popularizar el pensamiento científico tuvo cierto empeño y hasta éxito), el afirmar en Ciencia que tal o cual cosa la hizo el Creador, nos deja automáticamente con la pregunta de quién creó al Creador.
Lo que la persona con Fe debe tener en mente para no caer en contradicciones es no negar la realidad cuando ésta se muestra contraria a las creencias previas. Esto la deja en el clásico escenario en que la idea de un creador sobrenatural va retrocediendo a medida que la Ciencia paso a paso va descubriendo leyes más básicas y generales que explican otras más específicas. Me explico: partiendo de las leyes de cada ciencia particular, hemos ido respondiendo porqués parciales cada vez más profundos, retrocediendo en la complejidad del Universo hacia lo fundamental. Por ejemplo: el comportamiento de cada animal se basa en su historia evolutiva, que a su vez es un producto complejo de su bioquímica, que a su vez es una forma compleja de química propia de nuestro entorno planetario, que a su vez son unas complejas física atómica y gravitatoria, a su vez basadas en las cuatro fuerzas fundamentales, tres de las cuales se han podido ya comprender como variantes de una sola...
Incluso en las últimas décadas se han dado los más decididos pasos en aquella dirección soñada por Darwin, que él expresa en el último capítulo de El Origen de las Especies: la comprensión de la sociedad y psicología humanas como hechos biológicos también producto de la evolución (y radicados en la neurología > bioquímica > física atómica). Para tranquilidad, supongo, de los fieles agoreros que consideran que apartar a Dios del pensamiento humano lleva al caos. Al respecto me gusta decir (también lo aprendí en parte de los debates bíblicos) que si fundamentamos nuestra ideología y vida entera en un Dios y después resulta que no existe, entonces queda demostrado que se puede mantener una vida civilizada sin Dios alguno. Un poco enrevesado, lo reconozco.

El concepto de Dios que una persona coherente con la realidad puede mantener ha retrocedido consecuentemente con el de la propia concepción de la persona. No es posible repetir la primitiva analogía arriba mencionada. Antiguamente se pensaba en dioses presentes en cualquier elemento del entorno, o consistentes en los propios antepasados o gentes de renombre; se pasó luego a comprender más a las otras personas y los dioses se hicieron habitantes de lugares lejanos (montañas, infiernos, etc.) hasta serlo de mundos paralelos. Pero la comprensión de las cosas hizo que resultara cada vez más complicado pensar en dioses caprichosos, o aun entrometidos en la naturaleza... La analogía retrocede, y ese Dios acaba convertido en un demiurgo, en una prima causa, en una Ley Fundamental. ¿Qué queda entonces de la divinidad personal, inteligente y a cuya imagen y semejanza estamos hechos (o al revés)? Remitámonos a los hechos. Pero si ése es el concepto de Dios al que vamos, entonces no podrá haber conflicto, porque Religión y Ciencia, Fe y Razón, obedecerán al mismo Principio.