13/11/2017

Nacionalismo cubierto de mierda

Retomo el tema del nacionalismo catalán con algunas reflexiones que me suscita su actual intento separatista, pues está evidenciando una serie de rasgos que, si no tienen por qué ser comunes a todas las posiciones nacionalistas, sí se encuentran entre ellas. A saber, el actual independentismo catalán muestra tintes:

Etnicistas, porque está basado y exalta las diferencias entre los catalanes y los no catalanes, particularmente los demás españoles.

Han llegado a racistas, y pocos como un independentista pueden haber sacado a colación la genética en el marco de sus ideas políticas (en una reflexión ponderada, no en un arranque desbocado en Twitter) quedándose tan anchos.

Falsarios, no sólo por interpretar la realidad política a través de una lente, digamos, muy particular, sino especialmente en ese increíble y subvencionado esfuerzo por reescribir la Historia cambiando datos de la manera más burdamente etnocéntrica.

Supremacistas, porque desprecia por inferiores a los no catalanes, que sólo se dignifican al identificarse con Cataluña.

Identitarios y por tanto atrasados, tribalistas y xenófobos, porque más allá incluso de las cuestiones lingüísticas del nacionalismo tradicional, también se considera aceptable al que sencillamente se identifica con el grupo diferenciado del "pueblo catalán" por otros motivos.

Intolerantes, porque no soporta la existencia en Cataluña de culturas o al menos ideas políticas que no estén por el catalanismo, ni soporta idea de que el inevitable fluir de la cultura haga desaparecer la cultura catalana con el paso del tiempo, ni considera catalanes a los no independentistas cada vez que habla de la voluntad del "poble català", etc. etc.

Totalitarios, porque admiten que la catalanidad o el independentismo, en lugar de ser un rasgo individual, impregne todos los aspectos de la vida cotidiana.

Dictatoriales, porque es incapaz de obrar bajo el esquema de separación de poderes, cada vez que mezcla en una misma crítica la acción judicial que ha puesto a algunos líderes en la cárcel y la blanda acción del Gobierno de la nación que se ha limitado a parar un poco el carro y convocar elecciones autonómicas.

Imperialistas e irredentistas, fijando el objetivo de unos "Països Catalans" unos, grandes y libres, definidos por rasgos culturales sujetos a la ideología de un núcleo nacionalista catalán, que superan la prosaica demarcación administrativa.

Delictivos en lo revolucionario, porque no le importa saltarse las (democráticas) leyes vigentes en pos de su utopía política.

Insisto, no es que todas las posiciones independentistas compartan todos los rasgos, sino que son exhibidos por unas u otras de ellas.

Y a todo esto, asisto con inagotable asombro a la capacidad de la izquierda para alinearse con el nacionalismo una vez más: desde comprender hasta apoyar, más alineados cuanto más a la izquierda, se tragan doblados todos esos defectos, que sin embargo en seguida detectan en las posiciones no nacionalistas. Y asombrosa es el ansia de la derecha en seguir deseando la vuelta a la época en que bastaba soltar el alpiste a unos pocos diputados de un par de trozos de España para campar a sus anchas en el resto del país.

Y siguen el nacionalismo y la izquierda, más cuanto más extrema, aferrados a un argumentario bien obsoleto, invalidado por el simple sentido común: excepcionalidad catalana, "derecho a decidir" y falta de democracia en Cataluña (en el resto de España da igual), situación colonial u oprimida de Cataluña, nacionalismo "españolista", presos políticos... y mierda, mierda y más mierda.
Son espantajos con los que los demás no cargamos: España es una democracia (imperfecta como toda obra humana) desde que el franquismo se disolvió; la bandera de España representa oficialmente la libertad y fraternidad y todas las cosas buenas que proclama el preámbulo de nuestra vigente Constitución, independientemente de lo que algunos extremistas pretendan; los políticos presos no son presos políticos si son independentistas y unos chorizos despreciables si del resto de España; y sobre todo, yo no puedo salir a la calle y hacer lo que me dé la gana en virtud de una mayoría obtenida en votación en mi casa, porque si lo hago, me llamarán la atención, pondrán una multa, darán un porrazo o meterán en la cárcel, y sí, señores, esa represión será democrática, lo mismo que la represión de los pacíficos narcotraficantes que se dedican a vender a pacíficos drogadictos sus pacíficos estupefacientes, o de los pacíficos viejecitos que se despistan pacíficamente en las rotondas y recorren la autovía pacíficamente en sentido contrario. Despierten, por favor, de la pesadilla en que se mantienen: su país ya se cuenta entre los libres y prósperos.

Esto tiene que acabar. Pregunto a nacionalistas y ultraizquierdistas: ¿qué pasaría si no pudiéramos distinguir a un catalán de un no catalán? De verdad, agarremos cualquier discurso o manifiesto catalanista (p.ej.) y sustituyamos o intercambiemos todas las referencias a "Espanya" o "espanyol" por "Catalunya" y "català", o viceversa. Si nos sale un mejunje sin sentido, es que no tenía sentido al principio. Cambiar el simple letrero de la gente a que se refiere una idea política no debería cambiar dicha idea en sí. Benvinguts a la democracia avanzada.

11/11/2017

Historia negra del comunismo

He "celebrado" el centenario de la revolución bolchevique leyendo (me ha llevado unos 17 meses, poco a poco) El Libro Negro del Comunismo. Editado en Francia en 1997, aún le faltaba ver al comunismo hacer presa en Venezuela, pero en cualquier caso el repaso de aplicaciones de esa ideología que hace es más que suficiente para dejar una serie de cosas claras:

Que el comunismo practicado por los bolcheviques e inspirado por ellos es un movimiento criminal desde sus orígenes, que con la excusa de servir a los desfavorecidos puso en marcha una política basada o que resultó en imposición, odio, asesinatos de individuos y colectivos (hasta genocidios), purgas, guerra, hambrunas (planificadas como herramienta de exterminio o causadas por la incapacidad de los que querían lo contrario), delación, totalitarismo, destrucción, contaminación. Etcétera.

Que en los intentos de aplicar el comunismo hechos en un país tras otro o bien se ha intentado repetir la perniciosa receta de ejemplos previos, o bien se han intentado aplicar novedades locales que han resultado en los mismos males.

Que el comunismo es la religión política de las sociedades industriales, que no promueve el pensamiento crítico más que para criticar las sociedades abiertas y someterse a sus particulares "imanes" o "popes" de turno, y es tan divisiva, atrasada y propia de los simios que somos como cualquier otra ideología que ponga el acento en la diferenciación entre grupos humanos y el odio al diferente: el comunismo odia al "capitalista", al "burgués" y al "contrarrevolucionario" (uno más de los rasgos que comparte con el nazismo, v. p.ej. la autobiografía personal y científica de Eric Kandel). Esos títulos de desprecio se otorgan a discreción lo mismo que otros declaran anatemas o fatwas.

Que las sociedades abiertas siguen atacadas por la demagogia y la susodicha falta de racionalidad, y la propaganda estalinista que engañaba a unos incautos oceánicos en el segundo cuarto del s. XX se reproduce inagotablemente, inasequible a la evidencia práctica de que el comunismo ha comportado siempre grandes males y fracasos.

Que, siguiendo a Popper, la reforma progresiva es un camino más seguro hacia cualquier posible progreso de la Humanidad que cualquier revolución que parta de cero y por tanto de defectos desconocidos.

Y que, en fin, cualquiera que enarbole la bandera del comunismo (llamándolo por ese nombre o no, pero especialmente si lo llama así) es un inocente desconocedor de las pruebas proporcionadas por la Historia, o es un malvado insensible que las conoce pero desprecia el sufrimiento del prójimo, porque para él es menos relevante que ir en busca de su personal utopía.