26/11/2010

Eurocentrismo y valores universales

Corresponde, como se suele decir, a “épocas felizmente superadas”, el que los europeos, como cualquier otra civilización, considerasen ciegamente que sus valores eran los “buenos”. Era una cuestión de plana ignorancia, por no haberse enfrentado a la diversidad, con lo que ello supone de ruptura de esquemas preconcebidos y asentamiento de valores sobre cimientos más profundos, basados en principios más generales que hayan sido inducidos de la diversidad.
Pero precisamente el aspecto positivo del eurocentrismo reside no en sostener determinados valores, sino en el proceso de conocimiento, comparación y profundización. El artículo de Teresa Moure trae como ilustración de portada a Sequoya, que inventó el silabario para la lengua cherokee, causando furor entre sus tribales, que en pocos años superaron en alfabetización a los mismos colonos estadounidenses. Pues bien, lo destacable no es que los Cherokee realizaran tal logro gracias a su alejamiento de los europeos mediante un silabario independiente, sino que el mismo Sequoya estuviera motivado por el ejemplo de los europeos y sus “hojas parlantes”, es decir, que en realidad dicha tribu adoptó con avidez una virtud europea, que no era el alfabeto latino, un valor superficial, sino la alfabetización, más profundo que de por sí ya es beneficioso independientemente del alfabeto en que se produzca.
La ciencia ayuda a romper los prejuicios; el propio método científico implica mantenerse dispuesto a aceptar que uno se ha equivocado. Su validez y éxito se basan en la capacidad que concede para comprender y manejar la realidad. El método científico es una creación básicamente occidental; y no es eso lo que lo hace mejor o peor, sino el susodicho éxito. Con esto quiero decir que, igual que aprendimos en tiempos pasados que nuestros valores no eran absolutos (cosa en que los europeos sí nos distinguimos de la mayoría de pueblos), tampoco podemos por ello asumir que todo es discutible.
Vaya esto último por el cuestionamiento que a menudo se hace de la aplicación de los valores europeos al resto del mundo. En el caso de Sequoya, el valor europeo no era el alfabeto sino la alfabetización; en casos más serios, como el de los Derechos Humanos por ejemplo, son producto de una reflexión posterior al contraste que ofrece la diversidad, por ello se extienden conscientemente a toda la Humanidad. Incluso se defienden valores europeos cuando se apela a atender la diversidad.

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