24/11/2010

Las lenguas más habladas, en la enseñanza

Recientemente he tenido que hacer un comentario por motivos académicos a varios artículos que versaban sobre las lenguas y la enseñanza, en particular la gallega; a saber:
  • Moure, Teresa (2003). “A batalla das linguas no mundo actual. Multilingüismo e antiglobalización”, en Grial nº 160.
  • Silva Valdivia, Bieito (2008). “Lingua e escola en Galicia. Balance e propostas de futuro”, en Grial nº 160.
  • Monteagudo, Henrique (2010). “Presente e porvir do galego. Lingua, sociedade e política”, en Grial nº 186.
Como el comentario viene muy a cuento de lo primero que he escrito en este blog mío de reflexiones varias, voy a irlo publicando poco a poco, con un mínimo de edición para que se sostenga mejor fuera del contexto académico en que fue originalmente escrito.
El artículo de Teresa Moure empieza con una queja sobre la incoherencia entre las lenguas más habladas en el mundo y la importancia de la mención que se hace a las mismas en el sistema escolar, proponiendo que lo justo debería ser dar importancia a las más habladas. Estamos ante una cuestión de geografía, no de lenguas, pues el asunto es el conocimiento que de la existencia y hablantes de dichas lenguas transmite el currículo de la enseñanza en Occidente, no que los alumnos deban aprenderlas.
La clave radica en los motivos por los que unos u otros temas figuran en el currículo definido por las autoridades educativas. En general, dichos temas son los considerados básicos y mínimos para el desarrollo de la persona; el Estado los define en el cumplimiento de la igualdad de oportunidades que debe perseguir para todos los ciudadanos, en este caso escolares. Ello implica que se incluyan en el currículo conocimientos que, con la mayor objetividad posible, sean útiles para el discente.
Más en particular, los conocimientos de Geografía, que en este punto es lo que nos ocupa, realizan un zoom a lo más local; por poner un ejemplo, el río Miño es bastante irrelevante a nivel mundial e incluso europeo, secundario en el de la Península Ibérica y sobresaliente en el gallego. Pero ni siquiera al nivel más global los conocimientos impartidos aspiran al saber integral, sino al mínimo necesario en el entorno del alumno.
Aplicado lo antedicho a las lenguas, el caso es similar: para un alumno español eran tradicionalmente importantes, aparte del español mismo, el inglés (2ª lengua del mundo en hablantes nativos), francés (11ª), alemán (10ª) y secundariamente el portugués (8ª) e italiano (15ª). Empieza a pulular en los bordes de la oferta lingüística el chino (1ª) no por la posición que ocupa en número de hablantes, pues en tal caso lo hubiera hecho hace tiempo, sino por la importancia comercial y económica en general que ha adquirido la R.P.C. en los últimos años.
La evolución de la demanda natural de idioma extranjero nos enseña que lo que a efectos de un individuo da importancia objetiva a una lengua es la utilidad que para él tenga. Dentro de un concepto educativo de aportación al alumno de los conocimientos que le den oportunidades no cabe queja respecto a que el foco esté puesto en la vecindad (no geográfica sino más bien de relaciones) europea; sólo cabría exigir conocimientos globales bajo el punto de vista de una aculturación añadida, que en mi opinión superaría los objetivos del nivel básico del currículo escolar.

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