28/11/2010

Lengua vs dialecto

He de remitirme en este punto al análisis extenso que se encuentra en las dos primeras entradas de este blog que trataron de lenguas ("Glotogénesis..." y "Lenguas separadas..."). Me limito ahora a reflejar los aspectos aplicables a la diferenciación entre dialecto y lengua para llegar, mediante premisas diferentes, a la misma conclusión que Teresa Moure de que: "as decisións sobre que variedade promocionar, estandarizar, difundir ou falar non son decisións “científicas” tomadas asepticamente polos especialistas; son, ante todo, decisións políticas."
Para empezar, es bien conocido el principio de que una lengua es siempre dialecto respecto a aquélla de la que procede (especialmente, añado, cuando dicha lengua es una de varias ramas de un tronco primigenio). Pero a partir de ahí la diferenciación entre uno y otro término se pierde en una nebulosa, como bien ejemplifica dicha autora con los numerosos argumentos y contraargumentos que se pueden encontrar para establecer una variedad como lengua o rebatirla y mantenerla en dialecto.
En el fondo, “lengua” y “dialecto” son términos que especifican una idea previa, que podemos llamar, como acabo de hacer, “variedad” lingüística. El tinte diferenciador entre aquellos dos conceptos reside en la independencia que se atribuye a cada uno. La lengua es independiente; el dialecto no. Incluso con ojos ecolingüísticos, un dialecto es más “perdible” que una lengua con todas las de la ley. A ojos de los hablantes, también es más miscible además con variedades vecinas.
A falta de criterios cualitativos claros considero que la ausencia de una cuantificación fiable de la variación lingüística (más allá de los recuentos de vocabulario común), que permitiría establecer límites numéricos indiscutibles (“hasta aquí es sólo dialecto, a partir de aquí, lengua”), la separación de los conceptos de “lengua” y “dialecto” se mantiene en la nebulosa desde el punto de vista lingüístico, y por tanto queda sujeto a la consideración “política” que de cada variedad tengan sus hablantes, es decir, que son ellos quienes deciden si lo que hablan es diferente (por tanto lo llamará “lengua” o “idioma”) de lo que habla el vecino. Por ejemplo, hay comparativamente más diferencias entre dialectos del inglés o los dialetti de Italia que entre variedades eslavas (ver clasificación de Linguasphere) o algunas de España que sí se llaman lenguas.
De ahí que se trate de una decisión exterior a lo que pueda decir la ciencia lingüística, al verse ésta obligada a afirmar escépticamente que la diferenciación entre los dos conceptos no es clara y a resignarse a que la distinción que pueda establecer sea más débil que la conciencia política de los hablantes.

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