05/01/2010

Lenguas separadas y modelo de árbol

Después de lo dicho en la anterior entrada, ¿cuándo adquiere validez el modelo de árbol? En fin, no vamos a dejar de reconocer que, de acuerdo con la manera de propagarse las innovaciones lingüísticas, el modelo de ondas describe el comportamiento correcto. El problema es que lo que así se propaga (dentro de la comunidad de hablantes) NO es la lengua en bloque, sino CADA UNO de los rasgos y elementos que la componen, que formarían lo que se llaman isoglosas.

Lo cual implica que, una vez extendida una lengua (= su comunidad de hablantes), pueden ocurrir dos cosas: o se mantienen unidos o no. Por supuesto existe una gradación continua entre ambas situaciones: díficil es la separación absoluta, y la cohesión absoluta sólo es la del individuo consigo mismo (y a veces ni eso). Simplemente cuanto mayor es la desunión mayor es la probabilidad de que una innovación se comporte diferentemente en un lado que en otro, y por tanto que se puedan acumular diferencias que acaben dando lugar a lenguas diferentes.

Todo lo cual no debe hacernos olvidar que las innovaciones pueden surgir en cualquier punto del territorio en que se extiende, o de la comunidad de hablantes, lo cual hace que, si todas las lenguas evolucionasen a la misma velocidad (lo que no tiene por qué ocurrir), ninguna parte de esa comunidad podría decir que habla una lengua más auténtica, más cercana a la original, que la otra.

Por poner ya el ejemplo, tenemos a unos romanos/latinos/itálicos que extienden su cultura, lengua incluida, en torno al Mediterráneo, y pongamos que las lenguas que fueron encontrando les resultaban ininteligibles (hay que preguntar a los expertos en qué medida podrían entender los latinos las lenguas indoeuropeas de fuera de Italia de las que la suya llevaba siglos separada). Sea por entrada de hablantes de latín o por imitación de los nativos, el latín se va extendiendo y cada punto, cada hablante, se convierte en un posible foco de innovaciones.

Ahora bien, no me olvido del árbol. Pues bien, una comunidad de hablantes extensa que se mantiene unida define, conscientemente o no, un punto de referencia. En una situación digamos igualitaria, sin una parte de la comunidad cuyo criterio prevalezca sobre el de otras, la referencia es el consenso o la mayoría. Pero cuando sí existe un grupo de prestigio, por la propia definición las opciones que triunfarán ante las innovaciones serán las de ese grupo, mientras que otras no son imitadas y fracasan, se extinguen. Típicamente son las élites sociales las que se constituyen en referencia a imitar por el resto de los hablantes. En este caso tenemos un tronco único, una lengua única, y la sola posibilidad de ruptura es que la lengua “vulgar”, aun unida, evolucione tan rápido que las élites queden demasiado atrás. Durante casi todo el primer milenio de nuestra era esto ocurrió en cierta medida al latín: había dialectalismos, pero la diferencia mayor estaba entre el latín literario y el popular.

Pero cuando aparecen varios centros de referencia la situación se complica, y sobre todo, es evidencia de la ruptura de la comunidad de hablantes, y ahonda en ella de la siguiente manera. Cuanto mayor sea la distancia (dialectalmente en general, aunque suele ser por motivos geográficos) entre dos centros, las diferencias son mayores. Entre el uno y el otro habrá un continuo de variantes, de opciones ante la innovación, pero con el tiempo este continuo, sometido en diferentes áreas a la influencia de diferentes centros, se va rompiendo, porque cada uno de dichos centros convierte su área de influencia en un bloque separado de otros.

Volviendo al ejemplo, ésta es la situación del latín a partir de la extinción del Imperio Romano occidental. Cada vez que las élites cultas que iban a rastras de las innovaciones intentaban echar un frenazo a los vulgarismos no hacían sino aferrar las amarras en medio de la tempestad, y las amarras se iban rompiendo. De modo que en torno al cambio de milenio acabaron estableciéndose nuevos centros de referencia regionales que atrajeron hacia sí a sus respectivas áreas de influencia, separándolas.

Con el tiempo esto causa también que sean menos los ejemplos de hablantes de variantes intermedias en las áreas limítrofes (insisto, los límites no son sólo geográficos, sino dialectales en general), y acaba por poder decirse que en cada bloque se habla una lengua diferente, y en este punto, por fin, es sintéticamente útil el modelo de árbol.

Sólo añadiría una precisión, que recuerdo haber visto en el campo de la genética, hecha al modelo de árbol, y es la de representar más cortas las ramas más cercanas al tronco original.

En las siguientes entradas profundizaré en la situación de Galicia (interesante también para asturianos, leoneses y portugueses).

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