19/01/2010

La situación ideal para la lengua gallega

Pretendo que la siguiente pintura de la que creo sería situación ideal respecto al gallego sea colofón al tema sociolingüístico sobre el que llevo escrito en el blog desde que lo abrí, para pasar ya a otros asuntos (aunque sin duda en el futuro volveré).

Esa idealidad podría articularse derribando los tres errores que en mi opinión existen hoy al respecto:

  1. Personalización de la lengua.

Hay que partir de la base objetiva de que una lengua no es sino un código de comunicación. El síndrome del taxónomo ha parido, al menos en Galicia, una aberración tan enorme como concebir la lengua gallega como objeto de respeto, defensa o amor: hablar de un código de comunicación como si de una persona se tratase (¡mi madriña!), o lo que es peor, como de una especie de veneranda divinidad, llegándose prácticamente a hacerla sujeto de derecho. Retrocedemos al paganismo o más allá, al primitivo estado humano de bandada irracional.

Introduzcamos un poco de pensamiento científico y cambiemos el sujeto: ¿merece nuestro tierno amor el lenguaje de signos, o el código Morse, o las señales de humo? Que cada cual individualmente le brinde entrañable aprecio si así ha sido su vida o educación. Pero en el colectivo, simplemente se usa mientras es útil, se registra, y cuando ya no sirve, archivado queda. Se habla de la riqueza de tener una lengua diferente, pero no estamos en los primitivos tiempos en que el único registro podía ser un escrito: ahora tenemos registros de audio, vídeo y lo que haga falta. Si alguna lengua deja de hablarse, no se pierde nada si le queda una foto bien hecha.

  1. Falta de respeto a la libertad de los hablantes.

Por otro lado, se sacraliza también la lengua como elemento de identidad. La identidad ha de ser individual; mientras se haga de ella una identificación colectiva estaremos igualmente retrocediendo a la tribu, a la bandada animal, cuando a estas alturas de la civilización ya somos perfectamente capaces de pensar más allá. Poner al pueblo antes que al individuo es no ser capaz de reconocer que las libertades y derechos colectivos son en realidad derechos de los líderes de turno instalados en el poder en tal o cual momento (cf. el Tercer Mundo desde la descolonización).

La libertad de los hablantes tampoco se respeta cuando se identifica lengua con territorio. Seamos sensatos, ¿alguien ha escuchado alguna vez, al pinchar la sombrilla en la playa o detonar un explosivo en una cantera, a la tierra gallega quejarse (en gallego o lengua otra cualquiera)? Se dice que el gallego es la lengua propia de Galicia confundiendo “propiedad” con “exclusividad”, negando aquélla al castellano (peor es en Cataluña, donde el catalán se ve que es lengua propia pero el castellano, que es la materna del 51% de habitantes, no). Pero si con un mágico chasquido de dedos todos los gallegos sustituyesen sus lenguas por el sueco o swahili, ¿seguiría alguna de las actuales siendo lengua propia de Galicia?

A lo sumo, en un territorio hay una serie de habitantes, cada uno de los cuales habla las lenguas que sea, y haciendo estadística se puede sacar cuánto se habla una lengua y cuánto otra. Al respecto uno se sorprende de cuán voluntariosamente los defensores del gallego o los que reaccionan defendiendo el castellano en Galicia enarbolan encuestas diciendo que “o 90% dos galegos fala galego habitualmente” o “el 85% íd. castellano”, obviando que precisamente dichos datos (que menciono como aproximación) implican que un 75% usan ambas.

Otro aspecto más de la desconsideración a la libertad de los hablantes está en los principios que a la definición de la normativa del gallego aplican las autoridades lingüísticas, que con todos mis respetos hacia las mismas no me parecen aceptables para situarse como referencia. No existe mayor autoridad que el uso de los hablantes de la lengua que se dice estudiar o representar; los lingüistas tienen en su caso autoridad de referencia si reflejan la realidad de la lengua, y si no lo hacen, si se dedican a elaborar más que a describir normas, éstas no merecen ser atendidas. Durante tiempo sostuve acaloradas discusiones defendiendo esto, pero la reforma vigente de la norma (“grazas”, “altofalante”, etc.) ha acabado por poner a mis antiguos oponentes de este lado.

Además, si se pelea por hacer al gallego diferente del español estaremos manteniendo dos códigos de comunicación para realizar las mismas funciones para las que bastaría uno. Por simple economía de esfuerzos, los hablantes tenderán a escoger a largo plazo entre una de las dos lenguas, y no es difícil entonces suponer cuál será la elección: entenderse mejor con 2,5 millones de personas o con 200 veces más. Ésta es otra vía por la que una norma irreal favorece la extinción del gallego, a menos que se pretenda un aislamiento cerril y troglodítico.

  1. Consideración del gallego como separado del castellano.

Reconozco que en esto estoy tan solo que alguien podría considerar que mis ideas vienen de Marte, pero no ¡demonios!, es el pan nuestro de cada día en las calles y rúas de Galicia.

Si una lengua se puede definir como tal y no como dialecto de acuerdo a los tres criterios que me enseñaron en la escuela, resulta que ni tiene unos límites geográficos precisos (ni los tradicionales por el este con el asturiano/leonés ni hoy dentro del propio territorio gallego con el castellano), ni una norma definida (la RAG se permite cambiarla a cada rato, y uno desde que dejó el COU se va perdiendo; pero sobre todo los hablantes no la siguen) y la tradición escrita presente es contemporánea a la propia definición del gallego como lengua, pura petición de principio.

Lo primero que creo no debe hacerse es mantener una norma independiente de la del español o castellano (tontería entrar en este debate de nombres, como si la cosa cambiase según el nombre que se le dé). Una normativa real del gallego debería en primer lugar no pretender sustituir elementos ya presentes por otros que no existen en ningún lugar de Galicia (caso notable del vocabulario); a veces uno tiene la sensación de que vale cualquier referencia foránea (no sé si portuguesa, francesa, italiana, inglesa incluso…) salvo la castellana que es la que realmente viven los gallegohablantes. Y en segundo lugar esa norma debería asumir la castellanización que experimenta cualquiera de las variantes del gallego.

Pero es que además a lo que me opongo es a la propia raíz de la cuestión: a que el gallego se considere lengua diferente del español. Cualquier gallego con un uso lingüístico no contaminado por concepciones políticas funciona así, y ahí está la verdadera riqueza lingüística de Galicia: en tener más vocabulario, más recursos sintácticos, más posibilidades de tono y situación, etc. que permiten expresar lo que se quiere con mayor versatilidad y precisión, que para eso sirve una lengua al fin y al cabo.

El gallego medio practica al hablar una fusión mayor o menor de gallego y castellano, y si bien hay una serie de rasgos (los que habitualmente son más difíciles de traspasar entre lenguas) que permiten definir, cuando un gallego habla, si lo hace en gallego o castellano, los elementos del castellano adoptados por el gallego real son profundos y extensos:

  • –diptongos (puente, siempre, fuerte, siguiente) o su ausencia (Orense);
  • –uso de /χ/ [j, g] en lugar de /∫/ [x] (juez, ejercicio), que no es más que la asunción de la pronunciación innovadora del castellano (evolución inversa a la del /χ/ alemán) en lugar de la arcaica del gallego, que antes era común a ambas;
  • –terminar sustantivos de la 3ª latina –tatem en –dad (verdad, ciudad…); prácticamente la –d no se pronuncia (verdá, ciudá);
  • –formas verbales: –ezca en lugar de –eza (parezca, embellezca, envellezca); –ea en lugar de –exa (sea, vea); –brá en lugar de –berá (habrá, sabrá); pluscuamperfecto compuesto con había (había collido) y tendencia a imitar el perfecto compuesto mediante la perífrasis con ter (O teño visto moito últimamente); sepa y quepa, decir y dice...
  • –pronombre antepuesto al verbo cuando podría ir pospuesto: Se ve que sí en lugar de Vese que sí.
  • –diminutivo en –illo: sencillo, martillo, ladrillo, rastrillo, tetilla (que nadie diga queso de tetiña), rodilla...
  • –fórmulas y frases hechas: buenos días/buenas tardes, hasta mañana, adiós, ciertamente, muy bien, vamos;
  • –otro vocabulario de gran uso: días de la semana, nombres de los meses (excepto quizá enero y febrero), cuarenta y ochenta, Dios, , nosoutros y vosoutros en lugar de nós y vós, no en determinadas situaciones, ahora, entonces, cuchillo, plato, sartén, largo, desde y hasta, cual, cuando, alguién y nadie o naide, etc. etc. etc.;
  • –vocabulario especializado;
  • –etc. etc. etc.

Ojo que todos esos ejemplos en cursiva se oyen, con mayor o menor frecuencia, en gallego normal. Está mucho más asumida la castellanización del gallego (considerada normal por los hablantes tradicionales no politizados) que la galleguización del castellano de Galicia (considerada vulgar), quizás porque el mayor número de hablantes de este último mantiene su norma más fija. Y resiste lo que se llama “acento”: en cualquier lugar de Galicia se oye el castellano con acento gallego; sólo modernamente se oye gallego con acento castellano ("sin acento" se dice coloquialmente), típicamente en la televisión y radio públicas de Galicia por locutores urbanitas que hablan gallego de cursillo, y entre gente acomodada, de familia castellanohablante, metida a nacionalista.

El orgullo mueve muchas acciones humanas, pero bien haría además la Real Academia Galega en funcionar también como una más de las academias del español (vale para cualquier otra lengua romance de España), en coordinación con la RAE, aceptando el trabajo que desde hace siglos ésta viene haciendo (p.ej. aceptando para el gallego el vocabulario técnico) y trabajando para que, recíprocamente, p.ej. en el diccionario de la RAE figure vocabulario que no es que sea propio del gallego, sino de Galicia (de sus habitantes), igual que el de otras regiones y países de la Hispanidad.

Mi caso personal es que, después de haber sido criado en parte en un gallego artificial, llegué a rechazarlo por culpa de la cambiante y cada vez más exasperantemente irreal norma, para reencontrarme al fin con esa riqueza real que describo. Por ello ahora no renuncio a introducir perlas de gallego en medio del castellano cuando es útil para mis necesidades comunicativas (incluso a veces con gente de fuera de Galicia), y desde luego cuando uso el gallego uso el real, habiendo aguantado incluso que lo tacharan de “castrapadas” en mis narices y se rieran de él como se reían otros en otros tiempos de los que hablaban gallego. No es que no sepa, ES QUE NO ME DA LA GANA de hablar el gallego xunteiro de los señoritos actuales. Para dar ejemplo de lo cual remataré esta entrada del blog en GALLEGO REAL, hablando de esa aberración que es la política lingüística, particularmente en Galicia.

- O -

Si unha administración pública ejecuta unha política sobre o que sea, será porque hay necesidad. Pero non é éste o caso da política lingüística, al menos en Galicia. A mínima política lingüística en cualquer país consistiría en asegurar na educación que os nenos teñan a competencia necesaria nas lenguas que lles faga falta para ser ciudadanos de pleno dereito no futuro e lles dé mayores oportunidades na súa vida.

Para todo o demáis, mellor que non se meta. Neste como en tantos outros ámbitos, cada individuo (ou empresa) escollerá según lle parezca máis útil para comunicarse co entorno ou según cualquera outro criterio de acuerdo ó seu bon juicio como persona adulta e responsable.

O error de base está no Estatuto de Autonomía de Galicia, que entre outras cousas olvida que o castellano tamén é propio de Galicia e definindo o gallego como diferente do castellano, en vez de cómo dúas variantes da misma lengua. De aquí parte todo outro problema: a pelea de lenguas na enseñanza, as exigencias de ciudadanos nas ventanillas ou de clientes nas cajas das tiendas, as reclamacións de traducción… todo esto perdería pé si se tuvese en cuenta que non estamos falando de ruso vs letón, francés vs holandés ou árabe, inglés vs hindi ou xhosa, sueco vs finés, turco vs laz ou kurdo ou armenio, sinón ¿gallego vs castellano? ¡De chiste! ¿Cuántos gallegos non entenden as dúas lenguas? Casi ningún.

O siguiente error está en que a Ley de Normalización Lingüística establece á Real Academia Gallega como autoridad lingüística. A RAG ten todo o dereito de inventar o gallego que lle dé a gana, pero a sociedad non ten por qué ir como borregos detrás dela. Foi para min revelador ver que nos países de lengua alemana son os Gobiernos os que establecen as normas, e en Galicia, ante o desvarío normativo da RAG, tiña que ser igual: o que tiña que decir a susodicha Ley é que o Gobierno autonómico recolle as normas do gallego real, coincida a RAG con elas ou non.

E para acabar, dicha Ley tiña que ser de Normalidad e non de Normalización, é decir, establecer que, no ámbito das competencias autonómicas, gallego e castellano son o mismo e non se poden levantar barreiras nin distincións entre unha e outra lengua. E en base a esta fórmula, que os decretos, órdenes, subvencións, etc. que emanen dela impidan igualmente a separación de lenguas ou por razón delas. Levamos xa trinta anos de revancha galeguista, pero estamos en democracia e non hay que imitar os vicios de imposición dunha dictadura anterior, nin nos fai máis falta ós galegos que nos digan qué lengua é máis bonita; temos xa bastante claro que podemos falar o que nos dé a gana.

Pero, como diría Aristóteles, baste sobre este tema por ahora.

2 comentarios:

  1. Qué relacion tienes con el gallego? Eres hablante nativo? Qué entiendes por el gallego de toda la vida y dónde se escucha?

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  2. Soy gallegohablante y castellanohablante nativo. "Gallego de toda la vida" sería un estándar oficioso un tanto difuso, pero sin discontinuidad generacional desde el latín y sin contaminación de ideas políticas extralingüísticas.

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