15/01/2010

La conciencia lingüística del gallego

Los llamados “Siglos Oscuros” del gallego son aquéllos en que su uso no era de prestigio, en ocasiones desaconsejado e incluso reprimido. Durante este tiempo, sus hablantes asumen la realidad de que la gran lengua de comunicación es el castellano y, lo que es más importante para la lengua, lo toman como referencia, adoptando un número creciente de elementos de ella.

No hay un concepto diferencial de algo que sea “lengua gallega”; en ocasiones, a causa del desconocimiento del hecho de la evolución de las lenguas, llega a considerarse que se trata de una variante impura de español. Lo cual en mi opinión (como se puede deducir de mis entradas anteriores del blog) no es malo ni bueno: simplemente, no se consideraba diferente. Bien pensado, lengua gallega no es más que la manera de hablar de la mayoría de los habitantes de Galicia, o así debería ser (luego veremos la opinión contraria actualmente en boga).

Pero por resumir la situación, este concepto pre-nacionalista (¡bendito!) del gallego es el mayoritario hoy día entre los hablantes tradicionales del gallego, es decir, entre las gentes que lo han heredado sin discontinuidad de las generaciones pasadas. Así, por ejemplo, no hace mucho la señora Alicia de Chantada (que ha visto mundo porque estuvo en Holanda na emijración), explicaba sin prejuicios que “o holandés co alemán é como o jallejo: un dialeto”.

Claro que como se daba también la coincidencia de que los no rústicos no son gallegohablantes, a veces a esa idea se ha acabado por asociar (no por cierto en este ejemplo que menciono) la deducción lógica errónea de que hablar gallego te convierta en rústico. Pero en fin, Perogrullo sabe que el asno es asno hable en lo que hable.

Pero entonces llega el ilustrado siglo XVIII. La era de levantar la mirada, abrir los ojos, engrasar el seso. La era de los aventureros que salen al mundo a observar las especies biológicas… y lingüísticas. La mente se abría al observar la diversidad (algo que es un buen ejercicio siempre) y se empezaban a construir ideas sobre ella, y entre ellas lo que yo llamo “el síndrome del taxónomo”: el ansia y la insistencia por tener las especies bien identificadas, clasificadas y separadas. Entre estos "taxónomos" ilustrados están también los que se dedican a las lenguas; en el caso del gallego tenemos a los notables Sarmiento y Feijoo.

El tiempo fue pasando y desde entonces las ciencias, la filológica entre ellas, se han asentado, pulido y afinado, pero también echó raíces y produjo frutos ese vicio del taxónomo. Frutos fueron en parte el regionalismo y nacionalismo, es decir la toma de conciencia por parte de cualquier grupo étnico (proceso de atomización galopante que aún no ha parado hoy) de su diferencia respecto al vecino en base a la más mínima excusa, desgraciada profundización en el tribalismo animal del homo sapiens.

Las raíces fueron la insistencia de multitud de personajes en fijar las especies y concebirlas estáticamente, incluídas las especies lingüísticas. Como entre esta gente siempre ha habido, por el natural ejercicio de su profesión, muchos hombres de ciencia, se ha instalado con una pátina de autenticidad científica la idea de que “la diversidad nos enriquece”, ¿verdad que nos suena? Idea discutible si nos paramos a pensarla un poco: yo diría que lo que enriquece es CONOCER la diversidad y ENTENDER sus causas y naturaleza. No me parece muy sano que haya un montón de culturas diversísimas en las que cada uno permanece ignorante del vecino excepto para despreciar sus diferencias y ejerce o sufre periódicos arrebatos de odio (v. G. Sartori, La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros).

Esto es de especial importancia en el caso de las lenguas, porque el síndrome del taxónomo tiende a prestar demasiada atención a la lengua, que no deja de ser un ente abstracto, un código de comunicación, desconsiderando la libertad de las personas que lo hablan y olvidándose de la natural posibilidad de mezcla.

En lo que se refiere al gallego, por tanto, pudo en su momento haber seguido más fácilmente respecto al castellano el camino en mi opinión más deseable de los dialetti italianos respecto al italiano estándar: el mantenerse como variante regional con la lengua común como referencia y diluirse en ella. Me viene a la cabeza también el asturiano, cuya mayor proximidad al castellano lo ha mantenido en el concepto de dialecto hasta hace no mucho, pero que los taxónomos del Principado concienzudamente tratan de elevar al glorioso pedestal de Lengua (por supuesto independiente y separada).

En cambio, es ahora radical e indiscutible el concepto de que el gallego es eso, lengua independiente y separada, concepto que no parece tener en cuenta el sencillo hecho de que todos los hablantes de gallego lo son, en mayor o menor medida, también de castellano, que como suelo decir no viene de Marte, sino que es una lengua muy próxima y miscible con aquélla. El síndrome del taxónomo ha llevado incluso a la personalización de la lengua gallega, a su defensa consciente como rasgo de identificación tribal frente al simple hecho de que no es más que un código de comunicación.

Y claro, como unos se han empeñado en levantar la barrera de la lengua frente a otros, los otros han acabado por decir “Vale, pero si hay barreras, que no se muevan, ni me invadan del otro lado”, y así tenemos la formación de Galicia Bilingüe y la actual discusión sobre el gallego en la enseñanza. Esto en Galicia, porque hay por ahí sitios que han llegado a peores situaciones como la penosa de Bélgica o la trágica de Yugoslavia.

Pongo de nuevo punto y seguido con una anécdota que viene al caso de la mencionada discusión sobre el gallego. Como reacción a Galicia Bilingüe, se montó en Santiago de Compostela el 18/10/2009 una manifestación en defensa del gallego, a la que asistió el ministro de justicia Francisco Caamaño, quien declaró que no quería que el gallego se dejase de hablar en Galicia como ocurrió al latín. Básicamente la reacción de un servidor fue:

!

Quizás puede fechar nuestro ministro el momento en que los habitantes de Gallaecia dejaron de hablar latín; sería un descubrimiento histórico notable. Pues ¿cómo se llamaría esa lengua si las románicas se hubieran mantenido unidas? Lo más probable es que "latín", que eso es lo que es. Que se lea las primeras entradas de este mi humilde blog… lo que hay que oír.

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