01/01/2010

Glotogénesis o formación de lenguas

Muchas vueltas he dado a este tema, por interés político y científico por el ambiente en que uno está inmerso, y a la hora de exponer mis conceptos al respecto creo que se podrían plantear una serie de estratos, del más simple al más elaborado, que incluso podrían tener un cierto paralelismo con situaciones históricas (en las que con el objetivo de centrarme en lo que afecta a la situación de la Galicia en que vivo me remontaré lo mínimo posible a antes del s. XVIII). Partamos de la situación y concepción más simples. ¿Qué es una lengua? Bueno, ni más ni menos que un sistema de comunicación verbal o escrito, que además tiene una serie de características definidas que una serie de individuos reconocen. Sencilla, la cosa, aunque en los debates acerca de la misma este punto suele perderse de vista. Si se me permite añadir un rizo, cuando yo andaba por la Facultad en aquella travesía que fue la carrera de Físicas tuve la ocurrencia de que la evolución de las especies biológicas y los modelos que las estudian podían trasladarse a la evolución de las lenguas, que serían por tanto “especies lingüísticas”. Lo cual mantendré mientras no se me demuestre lo contrario: los rasgos en lugar de transmitirse por herencia genética de una generación a la siguiente lo hacen por imitación de un hablante a otro. Y de eso hace más de diez años; con el tiempo he acabado por considerar que si eso es así se debería a que el lenguaje no es sino un rasgo biológico más de nuestra especie (que lo pueda ser de otras lo dejo a los biólogos), como lo sería en general cualquier otro aspecto cultural. Pero, en fin, ello implica una visión de la evolución de las lenguas que va más allá de los modelos de árbol o de ondas que se nos enseñaban en el instituto y que explica por qué ambos tienen parte de razón. Las lenguas, es decir determinados códigos de comunicación, se transmiten en el modo más elemental por imitación y deducción de los significados y reglas que se escuchan (dejemos de momento el estudio consciente y deliberado). Y diciendo “las lenguas” no sólo hablo de códigos totalmente incomprensibles en un principio para el aprendiz, separados completamente de cualquier otro que éste pueda conocer previamente y que se puedan recopilar en un manual de “Lengua X”. No, también hablo de cualquier elemento nuevo que en tema de lengua pueda llegar a oídos de cualquiera, desde lo más cercano (un significado o palabra nuevos, una frase hecha, una construcción sintáctica desconocida, trozos de slang, etc.) a esa lejanísima e inconexa lengua X. Las innovaciones surgen espontáneamente, en ocasiones siguiendo reglas, en ocasiones no, y se transmiten por aprendizaje, como una mancha que se extiende entre personas que se comunican. Unas innovaciones no son suficientemente copiadas, pierden fama y éxito y acaban por extinguirse. Otras en cambio triunfan. Dependiendo de factores varios pero fundamentalmente de la interconexión, un grupo de hablantes tenderá a comportarse en conjunto con las innovaciones, sean éxitos o fracasos. El modelo de las ondas refleja esto. Cada innovación viaja como una ola, y si consideramos que la opción que el grupo de hablantes tomará respecto a ella (adoptarla o abandonarla) tiene un resultado aleatorio, la acumulación de innovaciones va diferenciando el dialecto de un grupo de hablantes del de otro, aun cuando al principio eran la misma lengua indiferenciada (y esto puede sonarles a los biólogos). Esto produce algunos efectos interesantes, como por ejemplo la percepción que tienen los hablantes de diferentes dialectos todavía mutuamente inteligibles hasta el punto de poder ser bien comparables. Me aventuro a decir que a cada uno le parecerá siempre que el otro dialecto tiene un toque “antiguo”; tenemos ejemplos como la afirmación que una vez oí de que los gibraltareños hablan el andaluz del siglo XVIII, o la del buen castellano que hablan los hispanoaméricanos, o la mía de que el judeoespañol me suena a castellano del siglo XV. Dejando aparte el conservadurismo que tal o cual grupo pueda mostrar, es lógico que percibamos en los parientes lingüísticos un toque antiguo: el de las innovaciones que nosotros hemos adoptado pero ellos no (siempre que tengamos conocimiento de estadios anteriores de nuestra lengua). Pero también detectaremos elementos “extraños”: las innovaciones que ellos han adoptado pero nosotros no (pongamos por ejemplo los anglicismos de EE.UU. en el español hispanoamericano). El numeroso resto es la parte común, aún no afectada por innovaciones en unos ni otros. Me atrevo también a afirmar que la razón por la que el italiano estándar, que toma como referente a Dante y por tanto una época antigua, es más inteligible para los hispanohablantes que cualquier “dialetto” precisamente por esa antigüedad: los “dialetti” están más al día y por tanto más separados. O, simplemente, se trata de las funciones de intercomunicación que tiene que cumplir la variante culta de una lengua: tiene que llegar a los hablantes de todos los dialetti, responder a sus características comunes, y haciéndolo, también responde a las que son comunes con otras lenguas romances.

NOTA a 16/09/2020: la obra colectiva Phylogenetic methods and the prehistory of languages (Forster & Renfrew, eds.), entra en detalle y con rigor en este análisis.

1 comentario:

  1. Paréceme correctísimo aplicar os principios darwinianos á lingua. Evidentemente unha lingua é algo que evoluciona e nesa evolución vaise diversificando. Pero a diversificación pode chegar a conformar un círculo completo. O latín na península Ibérica diversificouse en modalidades que hoxe chamamos linguas, pero o galego e o castelán no noroeste da península pode chegar a dar o resultado dunha mesma lingua da que a primeira mostra sería o "Castrapo" (galego castelanizado que se fala en Galicia pola maioría dos galegos.

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