08/06/2015

Las pasadas locales y los defectos de las elecciones españolas

Quería esperar a tener ocasión de leer Los sistemas de voto preferencial, de Carmen Ortega para añadir a mis pasadas cogitaciones sobre sistemas electorales la correspondiente al tema de ese libro. Además, las recientes elecciones locales y autonómicas de España y el revuelo post-electoral la hacen particularmente oportuna.
Ya he hablado de los puntos que en mi opinión son defectos del sistema español, que a continuación resumo brevemente, añadiendo algún aspecto más a raíz de estas últimas elecciones:
  • Los presidentes (o alcaldes) no los eligen los votantes sino los parlamentos. Esto hace que, entre otros problemas:
    • a pesar de ello los electores voten con un candidato en mente o se debatan entre votar a un candidato o votar las ideas de un partido;
    • tras las elecciones se confunda la elección del presidente (pacto de gobierno) con el mantenimiento de una mayoría parlamentaria (pacto de legislatura), y
    • el nombramiento del presidente implique la interferencia en las demás funciones de los parlamentos, haciendo que entren en conflicto la necesidad de que los ejecutivos sean monolíticos y los parlamentos sean plurales.
  • Los votos a partidos, cuando las listas son cerradas y bloqueadas y no existe opción de listas flexibles, abiertas o incluso votación personal, suponen que lo que se vota son ideologías, pero a continuación de las elecciones, la primera e importantísima negociación entre los partidos con escaños es la de quién va a ser presidente. Es decir, se negocia después de las elecciones algo que no se ha planteado previamente a los votantes, podemos sospechar que por miedo a perder posibles votos.
Estos defectos redundan en la escasa separación entre los poderes legislativo y ejecutivo que en mi opinión, como de muchos otros, debería ser mayor.
A raíz de las últimas elecciones se ha reavivado el debate sobre la conformación de mayorías en pactos post-electorales. En España viene siendo bastante habitual que los escaños de los diversos partidos de izquierdas sumen más que los del único de la derecha, ante lo cual cada parte arrima el ascua a su sardina: los primeros proclaman que "los votantes han decidido que haya un gobierno de izquierda" y los segundos que el partido más legitimado para formar gobierno, por el que han optado mayoritariamente los votantes, es el de la derecha. Y ambos tienen parte de razón y parte no, porque la izquierda no será la opción de los ciudadanos para el gobierno mientras no se presente una lista con el nombre de "La Izquierda", pero mientras los gobiernos sean elegidos por los parlamentos será perfectamente legítimo que varios pequeños se junten para desbancar a uno grande independientemente de las posibles preferencias de los votantes al respecto. Y esto que digo respecto al caso habitual de izquierda/derecha vale para cualquier situación de mayoría relativa.
Para resolver estas anomalías, anteriormente en este blog he planteado vías que ayudarían a definir los límites del Ejecutivo y el Legislativo (particularmente aquí, aquí y aquí); dichas vías están en la gradación que a continuación presento de relación entre la elección de los presidentes de los ejecutivos (del Gobierno, autonómicos o alcaldes) y los representantes legislativos (parlamentarios o concejales). Los presidentes podrían ser elegidos:

  1. Por mayoría parlamentaria (lo que hay ahora).
  2. Por una junta en que se reúnan los candidatos a las elecciones, salida de un cómputo de votos paralelo al que atribuye los escaños parlamentarios (opción explicada aquí).
  3. Por una segunda vuelta entre candidatos presentados por el parlamento: éste, en lugar de votar a un candidato, propone a los electores a los n más votados, sean dos (ahondo en este caso aquí), o los que sumen más de un porcentaje de escaños o de votos, o a todos los candidatos cuyos partidos hayan obtenido representación. Siendo más de dos, para evitar una tercera vuelta bastaría el método de segunda vuelta instantánea (esta página, dejando de lado algunos adjetivos, e incluso la Wikipedia en inglés, explican, creo que suficientemente, cómo funciona).
  4. Por una segunda vuelta instantánea en que se vincule la opción parlamentaria y la presidencial mediante la papeleta de voto. Ésta tendría dos partes: una para indicar las preferencias por los candidatos a la presidencia, y otra con la lista de representantes del partido de su elección. La papeleta de cada partido incluiría como primera opción para la presidencia al candidato del mismo, y a continuación los votantes podrían ordenar sus preferencias hasta un número determinado de candidatos.
  5. Por una segunda vuelta instantánea en una votación paralela con voto transferible, que sería lo mismo que celebrar dos elecciones diferentes en un mismo día.
  6. Por una segunda vuelta instantánea en elecciones independientes y fecha separada de las legislativas.
  7. Por una segunda vuelta real entre los dos candidatos más votados en la primera en elecciones independientes.
En cuanto a las opciones que me parecen más adecuadas, vienen dadas por alejarse de determinados inconvenientes que se producen en los extremos del espectro:
  • Cualquier opción por encima de la 1. resolvería la necesidad de diferenciar entre la votación del presidente y cualquier otra del parlamento.
  • Por encima de 2. los votantes tendrían la última palabra sobre la elección del presidente, incluso en 3, en que aún existe opción de pactos post-electorales de gobierno.
  • Por otro lado, por debajo de 5 se minimizan dos posibles inconvenientes:
    • que hubiese tantos candidatos como candidaturas en todo el Estado, ya que no se produciría la criba de tener que haber conseguido representación parlamentaria; y
    • la cohabitación entre el partido del ejecutivo y las mayorías parlamentarias, al mantenerse cierta vinculación en las tendencias políticas del electorado en sus opciones al legislativo y al ejecutivo.
Por tanto mi opción ideal se situaría en 2, 3 ó 4, dependiendo de la institución en cuestión. Ya he dicho por ejemplo por qué el sistema británico de mayoría simple me parece tan inconveniente sin segundas vueltas. Por ello para ayuntamientos grandes y con circunscripción única y un número no muy grande de candidatos me parecería de lo más apropiada la modalidad 4.
Tampoco debemos olvidar que la separación de las elecciones ejecutivas y legislativas obligaría a revisar las relaciones entre uno y otro poder particularmente en dos puntos:
  • La moción de censura (sobre lo que ya he hablado aquí).
  • La aprobación de los presupuestos anuales, para lo que se podría conceder al ejecutivo un número de votos en dicha votación.
En cualquier caso, el otorgar al electorado la decisión final no sólo ayudaría a separar ejecutivo y legislativo, sino que evitaría el voto inútil y conferiría naturaleza oficial a la figura del candidato presidencial que ya existe de facto. Y sobre todo pondría fin al discurso de medias verdades y argumentos tendenciosos que interpreta la voluntad de los electores en una decisión en que no tienen la palabra. Serían mucho más transparentes respecto a la voluntad del electorado.

07/04/2015

Fantasia ortográfico-histórica portuguesa

A seguir da anterior entrada de blog, continuo a dita fantasia, pensando uma situação em que a divisão entre galego e português não se tivesse mantido no Minho mais tivesse passado ao Vouga. Tenha-se em conta que quanto fantasio é simplesmente isso, não feito com espírito imperialista, mais sim da fraternidade que sinto por Portugal. Redijo não em português, mais no que seria esse galego alternativo, similar ao que fiz na anterior entrada.

É difícil establecer diferenças claras entre un bloco gallego, un citraportugués (setentrional) y un ultraportugués (meridional), por utilizar a denominaçón la filología atual, no s. XVII, en que se produziu o feto definitorio que reuniu o citraportugués co gallego no que hoje se chama tamén gallego y dexou á deriva ao ultraportugués, que simplesmente conservou o nome de português.

A Guerra de Bragança (denominada assín pela casa que a liderou mais perdeu a cidade que dava nome ao seu ducado) ou da Separaçón (nome habitual co que a batizou a historiografía liberal depois da reunificaçón ibérica de 1848) foi un intento só parcialmente sucedido de rutura da unión dinástica da coroa y império portugueses coas demais coroas españolas.

A resoluçón do interminávelmente indeciso conflito considérase habitualmente que ven causada pela entrada de chefes franceses do lado español. A finalizaçón das guerras entre França y España en 1659 y entre Portugal y Holanda en 1663 fiz con que se tornasse interessante a colaboraçón entre aqueles dous primeiros reinos para combater a aliança marítima entre os dous últimos contra eles. Un tratado de paz perpetua entre os reis de França y España, que cedeu o Val de Arán á França y Andorra á España selou una aliança que dura até hoje.

França entrou na guerra ajudando á España a recuperar Açores, Madera, Brasil y Macao en 1663-64. En 1664 começou a movilizaçón de Galiza con a intençón de acrecentar un novo frente ao alentejano. En 1665 as forças españolas no Alentejo foron derrotadas completamente en Vila Viçosa, mais no norte una marea gallega imparável de camponeses, nobres y mesmo bispos animados pela vella rivalidade entre Compostela y Braga ultrapassou o Douro y só foron resistidos pelas forças vitoriosas chegadas do Alentejo na liña do Vouga. Os gallegos entregáronse á pillaje do val do Vouga mais, ante a perspetiva do regresso da guerra á situaçón crónica previa, assinouse velozmente una paz no Tratado do Tajo, que non dexava contento a ningún mais era acollida como un mal menor.

Portugal recuperou a independencia perdendo un tercio de territorio y populaçón y todos os dominios esceto os africanos ao sur das Illas Canarias. O despovoado Vouga passou a ser a principal fronteira entre Portugal y España, y a desapariçón de Aveiro, que levava esperimentando un século de decadencia, marcou a separaçón entre o (ultra)portugués y o gallego. Ao norte do Vouga, a reunión de gallego y citraportugués foi causada pela chegada de nobres gallegos y o desterro de portugueses na Galiza, con numerosos séquitos de camponeses tamén trocados entre as duas terras, y pela degradaçón do arcebispado de Braga a bispado sufragáneo de Compostela, confirmada por Roma aínda cuarenta anos depois.

Nos anos posteriores á guerra, a chamada "Administraçón Francesa" continuou traballando en España, reduzindo as complexidades herdadas da Idade Media y criando o moderno Estado español centralizado, que foi exemplo para o francés nas décadas seguintes y do resto de Europa no s. XVIII.

A España reorganizada pela "Administraçón Francesa", en 1680
(elaborado retrospetivamente partindo de aquí)

Sevilla, Estremadura y León incorporaron algunas faxas fronteiriças, que encaxaron na nova administraçón territorial, mais foi o Norte o que esperimentou mais cambios, ja que non só pretendeu a ocupaçón gallega descabeçar a primazia de Braga y estender as provincias de Tuy y Ourense, senón tamén a incorporaçón da grande cidade de Porto y das simbólicas Viseo (local de enterramento do rey Rodrigo) y Bragança (sé da nova dinastía real portuguesa). A bravura das armas portugueses sin conseguiu defender o grande centro inteletual de Portugal que era Coimbra.

Una consecuencia principal da espansón da Galiza foi a criaçón duna Galiza aberta y potente, reino de primeiro nível entre os da coroa española. Foi capaz de herdar a parte do imperio portugués que se manteve na unión española; tan íntimas foron as ligaçóns, que se considera que a influencia da lingua castellana sobre a gallega se deveu aos contatos diretos entre Galiza y Castela en tanta medida como entre Brasil-Açores y as colonias españolas. O gallego fálase hoje na Galiza, Açores y Brasil, encuanto o portugués vive en Portugal y os Algarves africanos. O resto de antigas colonias portuguesas que permaneceron en mans de España perderon o uso do portugués en favor do español.

Ao contrario, o portugués separado do Norte entrou na sua coñecida deriva, causada pelo domínio absoluto das rápidas inovaçóns de Lisboa. Para cuando a recuperaçón das ligaçóns peninsulares, a inicios do XIX, a ortografía atualizada a finais do XVIII selara ja a separaçón irreversível entre gallego y portugués.

Algúns eruditos opinan que a espansón da Galiza y criaçón de contatos co resto do imperio español causou una escessiva influencia castellana (muito maior que a inversa, consistente práticamente só na conservaçón do "ç" e reduçón dos grupos consonánticos latinos), y que se Portugal non se tivesse partido na guerra, o portugués teria sido máis conservador pelo "travón" que tería representado o cisportugués, y tería sido o gallego y non o ultraportugués o que tería derivado solitariamente.

E há ainda outros que consideran que o gallego isolado na Galiza tería caído baxo una influencia tan forte do castellano, que se tería fusionado con éste, ou desaparecido, de modo tal que non existirían tres linguas no ocidente español, senón dúas: portugués y español. Mais esto é ja especulaçón pura.

Enfín, o Tratado do Tajo foi redigido en español y portugués; dexamos aquí como monumento ás circustancias da Historia a traduçón a español, gallego y ultraportugués modernos o parágrafo que delimitava a nova fronteira entre os reinos:

El Río Vouga hasta San Pedro. El Río Troço hasta sus fuentes, y de ahí hacia el sudeste hasta el Río Dano, quedando Bodiosa y Viseo para España, y San Cipriano y Lourosa para Portugal. El Río Dao hacia sus fuentes hasta su bifurcación, quedando Peñalba del Castillo para España, y de ahí la divisoria de aguas con el Mondego hasta dirigirse reta hacia el este, quedando Trancoso y Piñel para España, y Vila Franca das Naves para Portugal. El Río Coa hasta sus fuentes, quedando éstas, al este de la Sierra de la Malcata, para España. De ahí la línea presente hasta la confluencia del Río Torto con el Bazágueda, y éste hacia el oeste hasta el Río Ponsul, quedando Arañas para España. El Ponsul hasta el Tajo, y de ahí la línea presente hasta el Guadiana. El Guadiana hasta el mar, quedando Olivença y los valles de los Ríos Ardila y Chança para España.

O Río Vouga até San Pedro. O Río Troço até as súas fontes, y de ahí para o sudeste até o Río Dano, quedando Bodiosa y Viseo para España, y San Cipriano y Lourosa para Portugal. O Río Dao para as súas fontes até a súa bifurcaçón, quedando Peñalba do Castelo para España, y de ahí a divisoria de aguas co Mondego até dirigirse reta para o este, quedando Trancoso y Piñel para España, y Vila Franca das Naves para Portugal. O Río Coa até as súas fontes, quedando éstas, ao este da Serra da Malcata, para España. De ahí a línea presente até a confluencia do Río Torto co Bazágueda, y éste para o oeste até o Río Ponsul, quedando Arañas para España. O Ponsul até o Tajo, y de ahí a línea presente até o Guadiana. O Guadiana até o mar, quedando Olivença y os valles dos Ríos Ardila y Chança para España.

Riu Vog té Sau Pedr. Riu Troç té sus fots, e d’aí pra Su-Est até Riu Dau, ficá Budiós e Vizeu pra Spaña, e Sau Cipriau e Loróz pra Portugal. Riu Dau pra sus fots té su bifurcaçau, ficá Piaub-Casteu pra Spaña, e d’aí divizória d’águas cu Mudeg té dirigir-s reta pr’Est, ficá Tracóz e Pieu pra Spaña, e Viufrac-Navs pra Portugal. Riu Có té sus fots, ficá estas, a Est Ser Maucát, pra Spaña. D’aí lía prezet té a cuflueç d’Riu Tort cu Bzágda, e est pr’Uest té Riu Pusú, ficá Arás pra Spaña. Pusú té u Tej, e d’aí lía prezet té Guadiá. Guadiá té mar, ficá Uliveç e ’s vaus des Rius Ardiu e Xaç pra Spaña.

09/01/2015

Fantasia ortográfica portuguesa

Posto a estudar algo de português, e a ler algo da sua histôria, e dando voltas ao atual Acordo Ortográfico, dei em fantasear sobre o que pudesse ter acontecido se, por motivos quaisquer (provavelmente políticos) os lusoescribintes tivessem mantido uma ortografia menos inovadora em relação ao tronco iberorromance. E pus-me a transcribir um excerto duma edição brasileira das Histórias de Heródoto (Livro IV), achando que da uma aparência muito similar ao galego (especialmente à ortografia lusista, logicamente), mesmo tendo como referência o espanhol para fazer os seguintes cambios (que não forçam a pronúncia portuguesa, suposta invariável):
  • -m > -n;
  • opção pelas ñ, ll espanholas em vez das nh, lh provençais;
  • ditongos: ou > oei > e;
  • conjunção e escrita como em espanhol, y;
  • acentuação paralela à espanhola;
  • eliminação de vogais epentéticas (eia > ea; oferenda > ofrenda, etc.) e reversão de dissimilações (eu > eo, etc.);
  • reversão da ortografia da nasalidade tónica a uma mais etimológica (-ão > -ón, etc.);
  • qu- > cu- diante de a, o, como em espanhol e galego;
  • eliminacão do acento grave (à), substituído pelo agudo;
  • reversão a sc- etimológica em vez de c-;
  • sufixo -idade > -idad;
  • pequenas alterações nas vogais fechadas.
O texto ficou assim (com licença do meu professor de Português e dos irmãos lusofalantes):
Nen os Scitas, nen cualquer otro povo dessas regións falan dos Hiperbóreos a non ser os Issedons os cuais, a meu ver, tambén nada dizen. Pois do contrario os Scitas (que por informaçóns deles nos falaran sobre os Arimaspes) dir-nos-ían tambén cualquer coisa. Entretanto, Hesíodo a eles alude, o mesmo fazendo Homero nos Epígonos — a acreditar-se seja ele o verdadero autor desse poema.
Os Delios falan mais detalladamente sobre o referido povo. Contan que as ofrendas dos Hiperbóreos lles viñan envoltas en palla de trigo. Passando pelas mans dos Scitas y transmitidas de povo a povo, essas ofrendas alcançavan terras distantes, chegando até o Adriático, a ocidente, de onde eran enviadas para o sul. Os Dodoneos eran os primeros Gregos a recebe-las. Dali descían até o golfo Malíaco, de onde passavan para a Eubea, y, seguindo de uma cidad para otra, ían ter a Cariste. Dalí, sen tocar en Andros, os Caristeos levavan-nas para Tenos, de onde os Teneos as transportavan para Delos. A dar crédito aos Delios, era assín que essas ofrendas chegavan á sua illa. Acrescentan eles que, nos primeros tempos, os Hiperbóreos enviavan as ofrendas por intermedio de duas virgens — Hiperoquea y Laodicea; que, para segurança dessas jovens, os Hiperbóreos fazían-nas acompañar por cinco cidadáns, a que atualmente se renden grandes homenagens en Delos sob o nome de Pérferos; mas que, os Hiperbóreos, non os vendo regressar y ante a desagradável possibilidad de viren a perder muitos otros de seus delegados nessa missón, resolveran, depois de certo tempo, levar as ofrendas até as fronteras, envoltas en palla de trigo, de onde eran enviadas aos viziños mais próximos, a quen solicitavan remete-las a otra naçón. Dessa manera, as ofrendas ían passando, segundo os Delios, de país a país, até chegaren ao seu punto de destino.
Noté, entre as mulleres da Tracia y da Peonia, un curioso costume con relaçón ás coisas sagradas. Elas jamais sacrifican a Diana real sen fazeren uso da palla de trigo. Es como, segundo dizen, elas proceden:
Os jovens delios de ambos os sexos cortan o cabelo en honra das virgens hiperbóreas que morreran en Delos. As moças cumpren esse dever antes do casamento. Tomando de un cacho dos cabelos, enrolan-no nun fuso y colocan-no no túmulo das virgens, no recinto consagrado a Diana, á esquerda de quen entra, á sombra de uma olivera. Os jovens delios encrespan os cabelos con o auxilio de gravetos y colocan-nos no mesmo local.

06/01/2015

Consideraciones sobre la caída de Roma para estudiantes de Secundaria

Soy profesor de Matemáticas y Ciencias y no de Historia, pero como tengo en Historia también mis estudios y lecturas, quiero hacer unas consideraciones generales respecto a la "caída del Imperio Romano", ese gran tema, con más consecuencias en su posteridad de lo que pareció en su momento (pues Europa y el Mediterráneo aún no nos hemos recuperado). Mi intención es sobre todo desterrar ciertos conceptos simplones que se perpetúan en la enseñanza de este tema.

Cualquier ensayo actual que verse sobre el tema puede usarse como consulta, aunque en mi caso recomiendo particularmente, por haber sido los principales de donde saco lo que a continuación contaré:

Se suele denominar "Caída del Imperio Romano", o se suele concebir, como el hecho de la desaparición del Estado romano en Europa, despiezado por las incontenibles invasiones de unos bárbaros que lo sustituyeron por sus propios Estados, y que dio paso en el año 476 d.C. a la Edad Media.

Esta foto sencilla, sin embargo, es una primera aproximación al concepto que no se puede sostener si no se tienen en mente los muchos detalles que la matizan:

1. Las del s. V no fueron las únicas invasiones
Los germanos protagonistas de las invasiones del s. V lo fueron también de las que hubo en los dos siglos anteriores, así como de algunas del s. VI (lombardos); sin olvidar que en este mismo siglo empiezan las invasiones eslavas, en el VII las árabes, en el VIII las vikingas y en el XI las turcas, estas últimas las que verdaderamente acabaron con el Imperio, como vemos a continuación, porque:

2. El Imperio no desapareció entonces
El Imperio Romano experimentó varias divisiones, unas legales y otras por la fuerza de los hechos en varios momentos. Tomando los episodios con pretensiones de permanencia, tenemos por ejemplo que:
  • En los años 260-274 los Imperios de la Galia y de Palmira estuvieron separados del romano en sus extremos occidental y oriental, respectivamente.
  • A partir de 284, la diarquía establecida por Diocleciano, que luego pasó a tetrarquía (dos Augustos, cada uno con un César subordinado y futuro sucesor) oficializó una división del Imperio en cuatro partes que acabaron por ser las prefecturas de Oriente, Iliria, Italia y Galias, cada una con su capital (ninguna de las cuales era Roma).
  • A pesar de la degeneración del sistema tetrárquico en nuevas guerras civiles por el poder supremo, la división en cuatro subsistió, y sobre ella se asentó a partir de Valentiniano (364-375) la más profunda división del Imperio entre Oeste (que tuvo varias capitales sucesivas) y Este (con su indiscutible capital en Constantinopla, establecida como capital de todo el Imperio por Constantino). No se estableció nunca, sin embargo, que se tratase de una escisión en dos Estados independientes; los respectivos emperadores seguían siendo en teoría diarcas, pero sí funcionaron cada vez con mayor separación y hasta rivalidad.
  • Diferentes regiones del Imperio occidental fueron quedando fuera de la autoridad de sus correspondientes emperadores, hasta que llegado un momento no se mantenía ninguna; pero la mitad oriental seguía siendo Imperio Romano y su emperador podía seguir reclamando autoridad sobre la occidental. Por ejemplo:
    • Durante el s. V reinó la confusión en el trono occidental, y en ocasiones se alzaron emperadores paralelos, algunos de ellos respaldados por la bendición del emperador oriental o incluso enviados por él.
    • Cuando el considerado último emperador, Rómulo, fue depuesto en 476, no se trató de una sustitución del Imperio Romano por un estado bárbaro, sino que se aplicó a Italia el mismo cambio de sistema de gobierno que ya se había hecho en otros territorios: el de ceder su administración a jefes de origen bárbaro que ejercían como generales del ejército romano. Se informó al emperador oriental Zenón de que no le hacía falta nombrar a un colega occidental, que él era suficiente porque Occidente estaba repartido según otro sistema.
    • El emperador Justiniano reclamó décadas después su derecho a disponer de los territorios occidentales y ponerlos bajo la autoridad directa del Emperador, como estaban los orientales, y así logró hacerlo con África, Italia y parte de Hispania.
  • Fue la progresiva independencia de los reinos formados en occidente y la aparición de una conciencia diferencial (por motivos religiosos, lingüísticos, etc.) respecto al Imperio oriental lo que hizo que se negara autenticidad romana a este último hasta el punto de llamarlo "Bizantino" y justificarse su destrucción por la Cuarta Cruzada (1204). Con lo que quedó el camino libre para considerar que el Imperio "había caído" en realidad 476, y que la Edad Media no había sido más que una época oscura causada por las invasiones bárbaras.
3. La fecha no fue 476
Como acabamos de decir, diferentes territorios se fueron desgajando del occidente del Imperio en diferentes momentos, de modo que el Imperio "acabó" en cada uno de ellos en fecha diferente. Por nombrar las más destacables:
  • 358 los francos en el nordeste de las Galias, luego se extienden hasta en 486 apropiarse de todo el norte;
  • 406 los alamanes en Germania Superior;
  • 409 los suevos en Gallaecia;
  • 410 Britania abandonada;
  • 411 en Germania Superior y 443 y años siguientes en el sudeste de las Galias, los burgundios;
  • 418 los godos (visigodos) en Aquitania y a lo largo del siglo en todo el sudoeste de las Galias y el este de Hispania;
  • 429-439 los vándalos y alanos en África, luego también se apropian de las islas del Mediterráneo occidental;
  • mediados del s. V Panonia bajo dominio huno, luego ostrogodo;
  • 476 varios grupos bárbaros del ejército romano, comandados por Odoacro, se hacen con el control en Italia, y todavía por último
  • 480 Odoacro se hace con Dalmacia tras vengar el asesinato de Julio Nepote, el último emperador occidental que había sido enviado por el Imperio oriental.
476 se sigue dando a menudo como fecha única, pero sólo porque es el momento en que la propia capital imperial, que en aquel momento no era Roma sino Rávena, pasó de estar bajo la autoridad (ya casi inexistente) de un emperador al sistema de un rey bárbaro con cargo militar romano. Quizá también porque el emperador depuesto en aquel momento, Rómulo (aunque recordemos que el alternativo Julio Nepote aguantó gobernando cuatro años más sobre Dalmacia), tenía el mismo nombre que el legendario primer rey de la ciudad, y resultaba una narración redonda que Roma empezase y acabase bajo un monarca del mismo nombre. Por ello ni siquiera sirve como referencia la conquista de Roma, porque fue saqueada en 410 por los godos y en 455 por los vándalos; en 476 lo que cambió de manos fue la región fundadora del Imperio, pero sin que la ciudad de Roma fuese conquistada.

4. Los bárbaros no lo eran tanto
  • Para empezar, no eran ajenos ni extraños a Roma. No llegaron de repente de las brumas del Norte o las profundidades del Este y derribaron el Imperio. El contacto transfronterizo fue de siglos, en la Edad del Hierro Romana de los germanos, llamada así por la influencia romana más allá de los territorios que estaban bajo la autoridad de los emperadores.
  • Muchos bárbaros eran parte de las tropas de Roma, como los francos o burgundios, y los títulos de sus líderes eran cargos del ejército. Hasta tal punto estaban los bárbaros integrados en el ejército romano, que algunos autores prácticamente niegan que hubiera invasión alguna, sino que se trató de una revolución en la cúpula del poder a la que luego se atribuyeron unas características étnicas legendarias. Las etnicidades bárbaras no pueden sin embargo negarse a la vista de hechos culturales palmarios, como los préstamos léxicos germánicos (algunos de los cuales pueden datar de antes del s. V mismo, por ser comunes a gran parte de la Romania) y la legislación distintiva germánica (que en muchos casos era supletoria de la romana, o que tenía a ésta como referencia). Lo indiscutido es que los jefes bárbaros ejercieron el poder de manera cada vez más independiente y fueron sustituyendo a las autoridades romanas:
    • de modo progresivo y más o menos solapado, como los visigodos o los burgundios aprovechando la confusión en el poder supremo de los romanos, o
    • declaradamente, como cuando se pasó de la situación de que el franco Childerico fuese leal oficial del ejército romano bajo el mando del general Egidio a que Clodoveo hijo del primero se rebelase y derrotase a Siagrio, hijo del segundo.
  • Muchos grupos bárbaros se hicieron con sus territorios mediante un acuerdo legítimo (foedus) con los emperadores, y ostentaron el título de rey de cara a sus seguidores, mientras para los romanos que seguían estando en esos territorios eran gobernantes delegados por el emperador. Los líderes bárbaros se habían hecho cada vez más aceptablemente romanos, siendo considerados continuadores de un Imperio que no había desaparecido, en un proceso gradual de integración a través del ejército: jefes tribales à generales y altos cargos (Estilicón, Ricimero) à reyes federados à reyes de bárbaros y romanos por igual (Eurico, Teodorico, Clodoveo). En este proceso, el s. V no supuso una discontinuidad, pues al cabo los reyes, aun manteniendo un orgullo germánico, acabaron por serlo de un pueblo integrado (tanto en Hispania como en Galia, pero también en Inglaterra, donde con el paso de los siglos los germanos asimilaron a los britanos) hasta que por fin se dio título, apariencia y consideración imperiales completos a alguien de estirpe germana (Carlomagno, año 800).
  • Tampoco debemos olvidar el hecho bien conocido de que Roma se había "barbarizado" por su parte, o mejor dicho, que las costumbres, estructuras sociales, artes, etc. que solemos identificar con los reinos "bárbaros" de inicios de la Edad Media son en realidad una evolución continua de lo que heredaron de Roma. En los ss. IV y V, los romanos no eran el arquetipo de toga y armadura de placas de la edad de oro, ni los germanos unas bestias en taparrabos.
5. Los reinos bárbaros no sustituyeron completamente al Imperio
Los reyes bárbaros (notablemente francos y visigodos) no crearon estructuras políticas de la nada, sino que heredaron modelos políticos y jurídicos, se aliaron con la población romana regional e incorporaron las estructuras de poder preexistentes. Por ello a menudo se denomina a esos estados "reinos sucesores" del Imperio.
    Entonces ¿en qué consiste la "Caída del Imperio Romano"?
    Buscar causas profundas es complicado y ha sido objeto de innumerables teorías de mayor o menor rigor, y se han aducido causas de toda clase: climáticas, sanitarias, religiosas, militares... Y sin embargo, con la mente abierta a la visión de los ríos de la Historia, la caída de Roma consiste sencillamente en que lo que en un momento estuvo unido, luego ya no lo estaba.

    No ocurrió en un momento clave único y decisivo, que decidió el curso de la Historia. Pues nunca dejó de haber luchas por el poder supremo sobre Roma que amenazaran la unidad del Estado, pero por un tiempo, como en las películas de Los Inmortales, "sólo podía quedar uno": si se alzaba un aspirante aquí y otro allá, al final uno de ellos acababa con los demás. En el s. III los emperadores "parciales" aguantaron algo más, en las Galias y Palmira que hemos visto arriba. De Diocleciano a Valentiniano la partición se hizo oficial, y a partir de ahí la separación fue efectiva, duradera y cada vez mayor... En el s. V ya cada gran pedazo del Imperio occidental iba por su lado: unas provincias abandonadas, otras cedidas, otras invadidas, y Galia e Italia peleándose a ver cuál era capaz de elevar a un emperador. Hasta que llegó el momento, del s. VI en adelante, en que cada rey bárbaro se impuso en uno de esos trozos, pero no más allá, y la autoridad imperial fue cada vez más teórica y menos práctica en occidente... con lo que vamos llegando al concepto de rey y la relación entre reyes y emperadores que nos es típica de la Edad Media.

    El Imperio pervivió mientras lo hizo su capital Constantinopla. La Cuarta Cruzada conquistó la ciudad e hizo saltar el Imperio en pedazos, que cual Terminator 1000 se reorganizaron y al cabo volvieron a hacerse con ella. Por ello se considera que los últimos restos de Roma perviven hasta que los turcos penetran las murallas de la carcasa medio vacía de la ciudad (1453) y por último rinden el último estado producto de la fragmentación causada por aquella Cruzada, el Imperio de Trebisonda (1461). La herencia simbólica que pudieran reclamar los Sultanes otomanos o los Zares de Rusia es ya otro asunto.

    04/01/2015

    Sangenjo - Arteijo

    En la Wikipedia en español, en los artículos sobre lugares de españa con nombre en una de las lenguas cooficiales, se pueden ver discusiones que al principio resultan curiosas, al final aburridas, sobre qué nombres son los correctos. Básteme sobre estas discusiones remitirme a los criterios de la propia Wikipedia en español al respecto, que determinan qué es lo que está bien puesto en Wikipedia.

    Lo que me interesa es el hecho en Galicia, relacionado con los motivos de dichas discusiones, de oír de vez en cuando que nombres como Sangenjo, Arteijo, Puebla, Noya, Rianjo, Villagarcía, Puentes, Villaúje, etc. "están mal" o incluso "no existen" porque no son oficiales o porque son "traducciones equivocadas". Posturas que de siempre me resultaron curiosas y, a raíz de pensármelo dos veces y formar mi opinión en el asunto, empezaron a serme además fastidiosas.

    Mi primera toma de posición viene por el rechazo del oficialismo lingüístico, que es considerar que las cosas "se dicen" como lo mandan las autoridades, en lugar de otorgar la soberanía lingüística a los hablantes de cada lengua, como hace (y creo que muy sanamente) la RAE. Es decir, que una palabra "se dice" cuando al menos una persona la usa y punto, no cuando aparece en un diccionario.

    A continuación podemos empezar a eliminar capas de simpleza por el hecho de que en topónimos cuya pronunciación no se distingue entre gallego (el real, no el "xunteiro" normativo) y castellano, las diferencias ortográficas son sólo apariencia (p.ej. "Noya - Noia", que en ambas lenguas se pronuncia /'noʝa/ y sólo el gallego oficial exige como /'noja/).

    El siguiente paso es descartar el argumento de que determinadas cosas "se dicen mal porque lo mandó Franco", como si Franco tuviera aún tanta capacidad para alienar a sus paisanos cuando lleva muerto más tiempo del que estuvo mandando... o para haber mandado cambiar cosas antes de mandar. Quiero decir que este argumento sencillamente desconoce que hubo otras épocas (anteriores a la fiebre nacionalista decimonónica, recomiendo v. El Paraíso Políglota) en que la gente se preocupaba más por comunicarse y menos por imponer su personal sueño de identidad colectiva a sus vecinos, y por tanto hablaba y escribía sencillamente como le parecía más adecuado, y por tanto es entendible que escribieran tal o cual cosa de manera diferente a como se hace hoy en día... entre otros motivos porque las cosas siempre cambian y ellos vivían en otra época. Pondré como ejemplos cinco mapas de Galicia que tengo delante según escribo esto, que por orden cronológico son:
    1. el de Ojea (1602),
    2. el de Cantelli (1696),
    3. el de Tomás López (1784),
    4. el de Dufour (1849),
    5. este otro, menos detallado, que incluyo sólo por su fácil accesibilidad on-line y pertenecer a todas luces al s. XX.
    Me referiré a ellos por su numeración. Ojo, no son reflejos fidedignos de cómo eran todos los topónimos que incluyen en la época en que se confeccionaron (de ningún documento nos podemos fiar tanto), pero sí sirven de referencia para el proceso de evolución de los nombres.

    Porque sí, evolución es, creo yo, el concepto clave. No podemos juzgar a la ligera que algo "está mal" sin entender por qué está así. Así que vamos a ejemplos como los que mencioné arriba.

    Cuando se habla de "mala traducción" o algo por el estilo, estamos presuponiendo que la persona que dice "mal" un nombre lo hace aplicando una traducción al término "bueno". Pero ¿y si no está traduciendo, sino simplemente repitiendo lo único o lo más frecuente que ha oído?

    Por si algún foráneo lo desconoce, a raíz de la Ley de Normalización Lingüística del Parlamento de Galicia, de 1983, ha habido un exterminio oficial de los topónimos castellanos ya que dicha ley establece (Art. 10.1) que "Los topónimos de Galicia tendrán como única forma oficial la gallega". Esta galleguización, en consonancia con el criterio corto de miras de que (Art. 1) "El gallego es la lengua propia de Galicia" (ojo, la única) no ha reconocido el hecho de que muchos nombres castellanos podían ser tradicionales y por tanto formar también parte del patrimonio cultural de Galicia.

    La galleguización, al plantear como no propias de Galicia las formas en castellano, sí ha incurrido en el riesgo de traducir nombres que no eran traducidos, sino simplemente patrimoniales en una lengua que también existía en Galicia.

    Vayamos a dos casos concretos, los que más me han animado a enrollarme con esta entrada: Sangenjo y Arteijo, que no sólo comparten el conflicto en torno al fonema /χ/, sino también el hecho de que corresponden a localidades vecinas a dos capitales de provincia, por tanto tradicionalmente más conectadas con la administración central y con más implantación de la lengua española común que su entorno.

    Sangenjo (oficial en gallego Sanxenxo): la traducción exacta al castellano que se le suele atribuir sería San Ginés, pero no es éste el nombre castellano que algunos usan, sino Sangenjo, que no es por tanto la traducción del gallego. Ambos, "Sangenjo" /saŋ'χenχo/ y "Sanxenxo" /san'ʃenʃo/ tienen su origen último (v. la interesante tesis doctoral de Joaquín Caridad) en Sanctus Gĕnĕsius, título dado a Poseidón, que en cierto momento de la Edad Media se escribió "Sanctu Geneciu" porque se pronunciaba /san 'ʒentsio/ tanto en gallego como en castellano, que en aquel momento aún no se habían diferenciado en la pronunciación de esas consonantes.
    Pero en el paso de la Edad Media a la Moderna las lenguas romances occidentales simplificaron su sistema de sibilantes. Entre los ss. XVI y XVII el castellano y el gallego realizaron el cambio de manera similar, que afectó a nuestro topónimo así: /san 'ʒentsio/ > /san'ʃensio/ > /san'ʃenʃo/.
    Pero mientras que la pronunciación gallega sólo "llegó" hasta la /ʃ/, que hoy escribe como "x", en castellano siguió cambiando, llevándose la pronunciación del paladar al velo del paladar e incluso más atrás, como en la mayor parte de España, en que la pronunciación de /x/ es uvular (/χ/). Por último, la grafía con que se representaba /x/ se uniformizó a "g" y "j" en casi toda la Hispanidad (no en México, por ejemplo, donde más se conserva la grafía "x" arcaica y aún se pronuncia /x/).
    Por tanto en castellano la evolución de la pronunciación continuó /san'ʃenʃo/ > /san'xenxo/ > /san'χenχo/. Y es asimismo lógico que nos lo encontremos escrito "S. Xenso" en los mapas 1 y 2, "San Jenjo" en el 3, "Sanjenjo" en 4 y "San Genjo" en 5: nos muestra que de 1 a 4 la ortografía era relativamente fonética, siguiendo el /ʃ/ al principio común a gallego y castellano, representado con una "x" no etimológica; al diferenciarse el castellano y cambiar la norma ortográfica, la ortografía siguió a la pronunciación. Sólo en el caso del s. XX tenemos la opción no sólo fonética sino más etimológica de "Genjo" (< "Geneciu", recordemos).
    Nótese y compárese respecto a este caso que este "Gĕnĕsius" da también el nombre de la localidad orensana (sin seseo por tanto) que sólo aparece como "Ginzo" en 1, 4 y 5, y "Jinzo" en 3. Tendríamos que ponernos a comprobar si "Xinzo" es ortografía tradicional o sólo un producto de la normalización.

    Arteijo (oficial en gallego Arteixo): como le ocurre a Sangenjo, su traducción ciega al gallego sería una especie de "Artejón", pero si nos fiamos de lo que varias fuentes dicen, incluida la web del Ayuntamiento (y parece un dato verosímil), en realidad procede de Artasio, topónimo prerromano. Mismos fonemas /χ/ y /ʃ/ y misma situación. Eso sí, sólo aparece en el mapa 3, y como "Arteixo", que en aquella época (1784) lo mismo podía estar escrito en castellano que en gallego.

    Con todo esto quiero dejar claro que, en definitiva, hay muchos casos en que el castellano "g, j" = gallego "x" no es una "mala traducción", sino una cuestión compleja. A lo sumo, sólo en algunas fases más recientes, una vez que se cobra conciencia de la diferencia entre la pronunciación gallega y la castellana (entre otras cosas representada por la diferente ortografía), podríamos estar seguros de que nombres que rara vez se habrán mencionado en castellano sufren una traducción sin apoyo en la tradición (como el caso que conocí de Coucijoso por Coucixoso, lugar aislado de la influencia lingüística castellana). Pero tampoco podemos estar seguros. Yo mismo consideraba una "traducción" innecesaria la que de vez en cuando oía en algunos círculos cercanos de "Villaúje" por "Vilaúxe" (al sur de Chantada), pero he aquí que en medio de la redacción de esta entrada me encuentro el ejemplo castellano en el mapa 3.

    Esos dos siglos, XVI y XVII, de evolución del castellano /ʃ/ > /x/ fueron sin duda de vacilación de pronunciaciones y al cabo ortografías, con una /ʃ/ gallega = /x/ castellana, escritas según los casos, unas veces etimológicos y otras no, como "x", "g" o "j" (dicha sea de paso la ocurrencia de que el gallego, uniformizando todo a "x", ha perdido una oportunidad de hermanarse gráficamente tanto con el portugués como con el castellano, manteniendo grafías como "Ginzo", que se pronunciaría /'ʃinθo/ en gallego, /'χinθo/ en castellano y /'ʒĩzu/ en portugués pero se escribiría igual en las tres lenguas).

    El hecho de que los dos casos que dan nombre a esta entrada sean topónimos, como digo arriba, cercanos a la irradiación de la lengua castellana en Galicia es lo que me ha hecho adoptar mi postura actual al respecto, que es la de no tomar una decisión ligera a la hora de juzgar la autenticidad de un topónimo. Considerar que todos los nombres de Galicia deben estar en gallego es arriesgarse a destruir lo original y perder riqueza verdadera, no retórica, en otra de las manifestaciones de lo que yo llamo el "síndrome del taxónomo" en la política lingüística: la obsesión por la variedad lingüística hasta el punto de poner su preservación por encima de la libertad de la gente para hablar lo que le venga en gana siempre que pueda.

    He comprobado en varias ocasiones que el topónimo castellano era mantenido por gallegohablantes de la zona al hablar en castellano, que usaban en cambio el gallego al hablar en gallego, como es lógico; mientras que gente desconocedora del topónimo tradicional castellano (gente esta tanto gallegos como foráneos) consideraba una rareza incluso risible la versión castellana, ya que sólo han conocido el topónimo oficial. Como, por otra parte, ocurre con Sangenjo y Arteijo, que he oído en boca de, respectivamente, pontevedreses y coruñeses (capitalinos en ambos casos), además de foráneos en caso de Sangenjo, que lo llevan por supuesto diciendo toda la vida, y no lo han traducido de ningún lado.

    NOTA a 16/02/2019: Disfrutando con las disquisiciones filológicas de J. J. Moralejo en Callaica Nomina, acabo de encontrar su análisis al respecto de lo tratado en mi entrada, coincidente con ella y a la que aporta más datos y profundidad. Transcribo:
    Hay otros supuestos de la castellanización que tienen su particularidad: por ejemplo, casos tópicos como Sangenjo -es decir, todas las grafías con g y j frente a la x hoy normativa: Ginzo, Deijebre, Fojo...- no representan otra cosa que formas patrimoniales gallegas -puras y auténticas, digamos, pero ‘corrupciones’ de Ginesius, Dessiobris, Foveum-, son formas con grafías tradicionales o históricas (y en muchos casos, no siempre, etimológicas) g, j que la lengua gallega compartió con todas las demás peninsulares (cf. en portugués Aljubarrota, Gerês...), pero que la escolarización exclusiva en lengua castellana arrastró a valores fonológicos castellanos modernos, es decir, a una fricativa gutural sorda de la que se quiso escapar con la grafía x que tenemos en Sanxenxo, Xinzo, Deixebre, Foxo... y en léxico común queixo, buxo, coxa...; una grafía que ahora los lusistas rechazan por antietimológica y aislacionista.

    02/01/2015

    Corrupción de las oposiciones a la Enseñanza Secundaria

    El Real Decreto 276/2007, de 23 de febrero, aprueba el Reglamento de ingreso, accesos y adquisición de nuevas especialidades en los cuerpos docentes. Entre otras cosas, determina el formato de los exámenes de oposiciones al cuerpo de profesores de Enseñanza Secundaria, que por ser el que conozco es el que quiero tratar, poniendo el ejemplo de las de Matemáticas de 2014 en Galicia, que he vivido por dentro.

    Por hacer un pequeño resumen, digamos simplemente que las provisiones de puestos de profesores tienen tres fases:
    • oposición (exámenes),
    • concurso (los que aprueban los exámenes reciben puntos, según un baremo, por su experiencia y circunstancias personales),
    • prácticas (las personas con más nota resultante de las dos fases previas, hasta cubrir las plazas necesarias, pasan un tiempo de prácticas para confirmar que son aptos para el puesto).

    A su vez, dicho R.D. establece (Art. 21) que la fase de oposición consiste en:
    1. Una prueba “de los conocimientos específicos de la especialidad docente”, con dos partes:
      1. prueba práctica que permita comprobar que los candidatos poseen la formación científica y el dominio de las habilidades técnicas correspondientes a la especialidad a la que opte”, y
      2. desarrollo por escrito de un tema elegido por el aspirante de entre un número de temas, extraídos al azar por el tribunal”.
    2. Otra prueba para “la comprobación de la aptitud pedagógica”, también con dos partes:
      1. Presentación de una programación didáctica”, y
      2. Preparación y exposición de una unidad didáctica”.

    Cada prueba (Art. 22) se califica de 0 a 10, y es eliminatoria, es decir: quienes obtengan menos de 5 puntos en la primera prueba quedan eliminados y ya no pueden hacer la segunda, y quienes hayan superado la primera pero luego tengan menos de un 5 en la segunda, no pueden acceder a la fase de concurso, en que se valoran numéricamente los méritos del candidato. A la última fase, de prácticas, acceden los aprobados de mejores notas hasta cubrir las plazas.

    Pues bien, voy a exponer una serie de notorios defectos e inconveniencias, por calificarlos lo más suavemente posible, del sistema, tanto en la teoría como en la práctica, tratando cada punto por orden:

    Sentido de un examen de la materia
    Para empezar, parece lógico que para acceder a un puesto de profesor de una materia se examine al candidato de dicha materia. Pero esto se contradice con un hecho de principal importancia: la convocatoria no es abierta, sino que para poder acceder a un puesto ya es requisito tener conocimientos previos, pues a cada especialidad sólo se puede acceder teniendo previamente un título académico de una lista restringida. La contradicción es la siguiente: si para acceder a un puesto se pide tener conocimientos previos superiores al puesto en cuestión, ¿por qué se hace un examen de conocimientos? Y al contrario: si se hace una prueba de conocimientos de la materia, ¿por qué no se deja entrar a todo el mundo?

    Además, en la valoración de méritos de la fase de concurso ni siquiera se valoran más las titulaciones más relacionadas con la especialidad que las menos. Otro tanto ocurre con la formación como docente (antes CAP, ahora Máster en Profesorado), que debería estar en relación con la 2ª prueba, que comprueba la aptitud pedagógica del aspirante, pero acaba por ser un simple requisito ciego, en que no se distingue a los que han cursado sólo unas prácticas de los que un año entero de Máster, etc.

    Sentido del desarrollo escrito de un tema en la era de los recursos on-line
    El Gobierno reglamentador de las oposiciones (en aquel momento era presidente Zapatero, y la Ministra de Educación y Ciencia firmante del R.D., Mercedes Cabrera; y los Gobiernos siguientes lo han mantenido) demuestra una auténtica ceguera respecto a lo que supone en la enseñanza el que estemos en la era de Internet al plantear en la Parte B de la 1ª prueba un examen teórico. Los que nos dedicamos a la enseñanza conocemos el impacto que tiene en la tradicional enseñanza memorística el hecho de que la información esté disponible en todo momento al alcance de la mano: lo necesario no es tener la información en la cabeza, sino saber manejarla. Por eso una prueba consistente en el desarrollo teórico de un tema está completamente obsoleta.

    Contenido del examen de la materia
    La materia de que se examinan los aspirantes en la 1ª prueba está determinada (Orden ECD/191/2012) por los temarios de 1993, que serían unos temarios como otros cualquiera si no fuera porque, al menos en Matemáticas y Física y Química, que son las especialidades que me son familiares, se salen completamente de “los conocimientos específicos de la especialidad docente”, que no es por ejemplo las Matemáticas o la Física y la Química en general, sino las correspondientes especialidades que se imparten en la Enseñanza Secundaria. Para no ser menos, también en la práctica las preguntas de los exámenes de la oposición se salen del nivel de la Secundaria, con lo que nos encontramos que unos tribunales formados por (Art. 7) “funcionarios de carrera en activo de los cuerpos de funcionarios docentes” van a proponer y evaluar exámenes, como veremos a continuación, no sobre docencia de cada materia en Secundaria, en lo que son expertos, sino de nivel general dentro del temario de la especialidad. La extracción de los miembros de los tribunales no casa con la materia que examinan.

    Calificación y resultados de los exámenes
    Asumido lo anterior, y puestos los candidatos a examinarse, lo que esperaríamos cuando tenemos 500 personas a calificar es que haya una distribución medianamente continua de las frecuencias de resultados, es decir, que si representamos el número de resultados obtenidos en cada intervalo de notas no haya grandes acumulaciones o vacíos aislados, sino que vaya aumentando o disminuyendo suavemente. Exámenes difíciles harían que la mayoría de notas se amontonase hacia el 0, los fáciles que se amontonase más hacia el 10, y dificultades intermedias producirían acumulaciones en notas intermedias.

    Pues bien, veamos un ejemplo. La siguiente gráfica muestra las calificaciones otorgadas por los tres tribunales de Matemáticas en Galicia el pasado año (no se cuentan los ceros ni las personas que por el motivo que fuera figuran sin calificación):



    ¿Llamativo? ¿Son los datos suficientemente elocuentes respecto a lo ocurrido? Pues según parece:

    Inicialmente la distribución de resultados corresponde, según decíamos arriba, a lo que hubiera sido un examen difícil: la mayoría de la gente suspensa, y cuanto más alta la nota, más escasos los candidatos que la han obtenido. Examen difícil o corrección rigurosa, que al final resultaría en lo mismo; pero bien puede aceptarse que el tribunal, en su libertad de criterio, a la hora de poner aprobados decida poner los mínimos posibles.

    Pero en lugar de tener una distribución continua, llama la atención ese notorio hueco del 4: casi no hay suspensos con un 4 y algo, mientras que ¡pop, magia! vuelven a aumentar los casos de 5 y pico; de hecho los que aprueban por la mínima son los más numerosos.

    Para más curiosidad, si consultamos los resultados por tribunal (animo a comprobarlo), vemos que en la 1ª prueba el Tribunal 1 aprobó a 10 personas, el Tribunal 2 a 11 y el Tribunal 3 a otras tantas, que ¡oh, casualidad! son sólo 2 ó 3 más que las plazas que cada uno tenía que cubrir.

    Lo que ha ocurrido está bien claro: se ha hecho una primera corrección draconiana que ha dejado fuera a todos excepto a unos pocos casos indiscutibles, y a continuación, en una corrección más fina, ha habido una revisión de los suspensos con notas más altas para poder aprobar a tantas personas como puestos tiene que cubrir cada tribunal y unas pocas más, de manera que a la hora de realizar la segunda prueba sólo tuvieran que descartar a esas 2 ó 3 personas “de sobra”.

    Con todo ello los Tribunales están flagrantemente defraudando el espíritu de las pruebas, ya que en lugar de examinar “los conocimientos específicos de la especialidad” de los aspirantes según unos criterios fijos y dejar pasar a la segunda prueba a tantos como hayan aprobado la primera, lo que están haciendo es una simple criba, con no se sabe qué intenciones. Lo que deberían hacer es establecer unos criterios claros de qué es lo que debe saber un profesor de Secundaria, poner los exámenes de acuerdo a ellos, y certificar si cada aspirante cumple o no con los criterios: si los cumplen menos personas que las 8 plazas que el tribunal debe cubrir, habrá plazas vacantes; si los cumplen más, deberán pasar a la 2ª prueba todas esas personas y tomarse el tribunal el trabajo de valorarlos a todos.

    Lo que es peor, la cantosa revisión de suspensos demuestra que el retoque de las notas no sólo es posible sino que se hace, pero no hay garantías de que el criterio de la revisión sea sólo cribar aspirantes para que a la 2ª prueba sólo accedan los justos. Por increíble que parezca, las pruebas no son anónimas, sino que van con nombre y apellidos enteritos, y nada impide que se modifiquen notas mirando al nombre más que al examen.

    Lo del anonimato tiene especial pecado. El R.D. obliga (Art. 10.1.h) a que “En aquellas pruebas escritas en las que no se requiera la exposición oral por el candidato o lectura ante el tribunal, deberá garantizarse el anonimato de los aspirantes”. Pues bien, si ponemos por ejemplo la convocatoria de Galicia, el correspondiente Decreto dice (Base 10.3.2): “Al efectuarse la primera y segunda parte de la prueba por escrito, se procederá a su lectura conjunta”, a pesar de que la lectura es un procedimiento completamente absurdo, especialmente en Matemáticas, que habitualmente consiste en tan sólo abrir el sobre que se dejó cerrado el día que se entregó el examen, para gran estupor y fastidio de aspirantes desplazados cientos de kilómetros. Resulta increíble que se asegure el anonimato en pruebas públicas de menor categoría, como una Selectividad, y no en el acceso a la función pública.

    El espíritu de las pruebas no sólo se defrauda convirtiendo la 1ª en una criba, sino que prácticamente deja sin efecto la 2ª, que casi no selecciona nada: en el caso que pongo por ejemplo, suspendieron una persona tanto en el Tribunal 1 como en el 2, y tres en el Tribunal 3. Francamente sorprendente teniendo en cuenta el porcentaje de suspensos de la 1ª prueba; si el porcentaje se hubiera mantenido, sólo hubiera debido aprobar un aspirante por tribunal. Lo cual abunda en el hecho de que los tribunales no atienden en la 1ª prueba a criterios de conocimientos de la materia, sino de criba. Por tanto, se está cifrando todo el concurso-oposición en sólo la primera prueba de sólo la oposición, que es una pequeña parte del proceso.

    Conclusión
    Al plantearse un proceso de selección de personal para un puesto, lo que cualquier organización debería por lógica buscar es que la persona que consiga el puesto sea la más adecuada posible para su desempeño, y la administración pública debería buscar la excelencia en este aspecto. Para ser profesor hace falta saber cómo puede ser el material humano que se pretende formar, cómo formar, y por último conocer toda la materia impartida a mayor nivel que los alumnos.

    Soy de la opinión (y puedo decir que no arrima el ascua a mi sardina) de que el movimiento se demuestra andando y los mejores profesores se deberían buscar en la práctica, dando por tanto la vuelta al procedimiento: una vez cumplidos los requisitos, en primer lugar poniendo a los aspirantes a dar clase (y no va cualquiera: no olvidemos que las prácticas son parte del requisito previo de formación docente para cuyo Máster el futuro profe ya paga sus buenos cuartos) y evaluando su desempeño como profesores; después valorarlos como docentes teóricos y paralelamente puntuar como en la fase de concurso. Para todo ello ya es necesario tener conocimientos de la materia que se quiere impartir; a quien no los tenga se le puede descartar, pero no de la forma masiva que se hace ahora. Un examen final escrito (y anónimo, por descontado) de la materia sólo sería necesario para resolver empates.

    NOTA a 18/08/2015: la propuesta Nuevo Acceso Docente plantea la necesidad de reformar el sistema de selección del profesorado en un sentido parecido a lo que he expuesto en esta entrada. Entre los partidos políticos, tanto Ciudadanos actualmente como el PSOE en su programa de 2011 apuntan algunos aspectos parecidos, mientras que Podemos, en una línea típicamente izquierdista, basa sus mejoras en el aumento de recursos tanto económicos como humanos. No olvidemos en cualquier caso que, como digo arriba, el RD vigente sobre la selección de profesorado es obra del PSOE y ha sido mantenido por el PP.

    29/12/2014

    Domótica multimedia futura

    Hace años que, en vista de la evolución de los teléfonos móviles, comenté a un amigo que me parecía que lo natural en el desarrollo ya en un camino común de las herramientas informáticas, multimedia y de telecomunicaciones habría de ser la reducción a dos extremos: por un lado, el del aparato lo más ligero posible que llevamos cada uno allá donde vayamos, y por el otro, el del aparato que nos envolviese en los recintos en que nos introdujéramos (típicamente casa o coche; dejo de lado el trabajo porque hablo sólo de usos privados).
    El aparato pequeño es la culminación de la informática personal, y sería un dispositivo personal, una extensión del propio individuo, para gestionar información en el lugar en que nos movamos en cada momento (lo que ya sabemos de los smartphones: agenda, reloj, multimedia, Internet, e incluso, fíjense ustedes, las comunicaciones telefónicas tradicionales que quedan cada vez más relegadas por las anteriores funciones).
    El aparato grande sería una plataforma que se personalizaría cada vez que conectamos el pequeño a él para que podamos manejar el entorno en que nos hemos introducido, con multitud de aplicaciones: poner a cocinar una receta, reunirnos con familiares por videoconferencia, ver la TV, navegar por Internet, crear iluminaciones y ambientes… Sería la culminación de la inmótica y domótica, del home cinema y de la evolución actual de los televisores.
    Desde que comenté esto con mi amigo, la proliferación de los smartphones conectados a Internet ha detenido la tendencia de los teléfonos móviles a la mengua de tamaño, ya que al ser utilizados como pantallas de visualización no pueden reducirse hasta tamaños impracticables para ésta, pero desde luego es un paso más hacia el aparato pequeño que llevamos con nosotros.
    La domótica tiene menos implantación, pero es en una de esas aplicaciones en lo que quiero abundar ahora, y es la idea de unificar la creación de ambientes, la iluminación y la visualización de multimedia, ya que buscando en Internet no he encontrado nada en ese sentido.
    1. Los televisores son cada vez más grandes y definidos y están obligando a la reformulación del mobiliario de salón: los aparadores con vitrina dejan paso a muebles bajos sobre los que colocar el televisor, desvinculados de las estanterías que pueda haber sobre ellos. El paso definitivo es integrar el televisor en la pared convirtiendo ésta en un gran panel de Smart TV multiventana, en que el usuario escoja en qué zona y con qué tamaño colocar cada una de las cosas que le interese estar viendo, siendo posible incluso que varias personas utilicen el televisor-panel-pared a un tiempo, o que simplemente se muestre la fotografía de un paisaje mientras nos dedicamos a otras actividades. Unido, por supuesto, a sistemas de audio que aprovechen como mínimo las cuatro esquinas de la habitación.
    2. Puestos a convertir superficies de la casa en paneles interactivos, podemos plantearnos no sólo mirar horizontalmente imágenes verticales, sino también mirar verticalmente imágenes horizontales. En otras palabras, transformar el techo en otro televisor-panel, con otra variedad de aplicaciones, como por ejemplo, en los dormitorios, utilizarlo igual que un televisor-panel-pared vertical se usaría ya en los salones. O también crear animaciones que conjuntamente con los altavoces de la habitación creen un ambiente; estas animaciones podrían descargarse on-line y típicamente simular exteriores (cielos estrellados con sus grillos, cielos azules con sus pajarillos… a saber cuantísimas posibilidades, a gusto del residente). Un paso más sería que, a la hora de simular imágenes distantes, dos pequeños sensores, que se podrían llevar de manera tan cómoda como unos auriculares, den nuestra posición al ordenador para que utilizando falsa perspectiva nosotros veamos siempre la misma imagen desde nuestro punto de vista.
    3. No se me olvida que en los techos de las habitaciones lo que suele haber son elementos de iluminación, pero se me ocurre que esto puede precisamente combinarse con los televisores-paneles, especialmente el de techo, creando una imagen que funcionaría como iluminación de la estancia, que de hecho permitiría establecer la configuración de puntos de luz que conviniese a cada ocasión, con sólo especificarla de modo elemental en el ordenador de dicha estancia. Mi duda es si la intensidad luminosa de una pantalla es comparable a la de una bombilla y por tanto suficiente como elemento de iluminación; de no serlo, habría que combinar el televisor-panel-techo con puntos de luz convencionales.

    En fin, que no sé si algún día podremos por ejemplo montar en nuestro salón un picnic a la puesta de sol cuando fuera de casa diluvia en una noche cerrada, o si el desarrollo tecnológico nos llevará por otros derroteros, pero por imaginar que no quede.

    13/07/2014

    ¿Para qué sirve una monarquía?

    Tenía esta entrada en mente hace meses, y en algunos de sus argumentos, años. La sucesión en la monarquía española produjo tal revuelo que me pareció conveniente retrasarla un tanto; sin embargo, ese revuelo me ha parecido tan sumamente falto de razones, que me ha animado a entrar finalmente al tema.

    Mi propósito es el mismo que el de todas mis anteriores entradas sobre sistemas políticos: el de reflexionar particularmente sobre las instituciones españolas, sus defectos y sus posibles mejoras. Como fuentes y comparaciones de sistemas políticos, me remito especialmente a las referidas en entradas anteriores sobre el asunto. Definiciones breves y bien referenciadas las indico en links, como suelo hacer.


    1. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de monarquía?

    Un abanico de opciones tiene su denominación en el nombre de monarquía.

    Definición fundamental y simple es la según parece rondaba las cabezas de Heródoto o Aristóteles: gobierno de una sola persona. Además, preferentemente, gobierno ejercido en pro del bien común, cosa que excluiría la tiranía, definida como el gobierno de uno en provecho propio.

    Claro que unos cuantos ejemplos agrietan el concepto y obligan a ajustarlo. La dictadura romana unificaba y superaba el mando de los dos cónsules, pero los romanos, antes muertos que llamarla monarquía.

    Además de la romana, los demás gobiernos de uno llamados dictadura suelen estar excluidos del concepto de monarquía por tratarse de gobiernos inconstitucionales (lo cual es el sentido original que daban los griegos a "tiranía"), y comparten con la dictadura romana el tratarse de un cargo especial, que se sale del funcionamiento ordinario del sistema político, por sus atribuciones o su existencia misma.

    También se consideran tradicionalmente monarquías unas cuantas de carácter electivo, como la que tuvieron los visigodos y otras élites germanas de la Antigüedad tardía, o la que a la larga coronó el Sacro Imperio. O incluso una como el Imperio Romano, que durante larguísimo tiempo no supo si era monarquía o no, hasta que el peso de la tradición y la fuerza de los hechos dejaron claro que no tenía alternativa a sí serlo.

    Evolucionan las naciones y sus instituciones y se va asentando el concepto de que monarquía es el gobierno de uno solo, por el bien común o no, pero que NO se elige. Quizá por este motivo al Vaticano, que es una monarquía electiva, rara vez se la denomina tal.

    También se fueron desgajando poderes del monarca, que siempre tendió a ser absoluto en la perpetua lucha con las élites urbanas, tendentes al gobierno oligárquico o democrático por la busca de las mismas virtudes que Heródoto pone en boca de los notables persas (Libro III de las Historias). Finalmente, con la teoría de la separación de poderes y el triunfo del Estado liberal, la monarquía se va acercando al concepto actual: una parte del Poder Ejecutivo, con competencias siempre menguantes, que finalmente ha perdido incluso la soberanía.


    2. ¿Cómo se encuadra en una democracia actual?

    Tras esa evolución histórica, el concepto actual de monarquía es el de una jefatura de Estado hereditaria.

    Una de las ideas más insistentemente repetidas a raíz de la sucesión de Juan Carlos I por Felipe VI, con notoria ignorancia o malicia, es la dicotomía "monarquía o democracia", cuya falsedad numerosas voces apuntaron al momento, entre otros motivos, mediante el recurso a la prueba empírica: en el ranking de calidad de la democracia, 6 de los 10 primeros países (Noruega, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Nueva Zelanda, Bélgica), u 11 de los 20 primeros (también Australia, Canadá, Reino Unido, España, Japón), son monarquías, frente al total de 44/196 (22%). Y entre lo peor de lo peor, casi todo repúblicas, que hay que compensar.

    El punto al que atacan quienes plantean dicha dicotomía es que no se puede elegir al rey, como elemento de falta de democracia, pero esto parece ser desmentido por la clasificación de que hemos hablado. Y es que no se puede olvidar que, aunque la idea no quepa en algunos planteamientos simplones, una democracia no significa que todos los cargos sean electivos. Para empezar, los miembros de esa extensa clase llamada funcionariado accede al puesto en base a méritos. O también podríamos mencionar, por si alguien no se había dado cuenta, que en España tampoco los electores votamos al presidente del Gobierno, que es elegido por el Congreso: lo único que hacemos es votar las listas que se nos presentan cerradas cada uno en su circunscripción, por mucho que tengamos en mente el presidente que queremos que salga, confiando en que los representantes de nuestra lista favorita cumplan con lo esperado.

    Pero no, una democracia moderna no significa que todo sea votado por un cuerpo de electores. Significa que el pueblo tiene la última palabra, en efecto, pero por diferentes vías, unas más directas y otras menos. La contraposición entre monarquía y democracia corresponde a otras épocas, en que los monarcas conservaban notables poderes ejecutivos, pero también en que el cuerpo electoral era más restringido que el actual (aristocrático, oligárquico, sufragio restringido...).

    Dos principios son claves para que una democracia sea un sistema respetuoso de las personas y por tanto deseable:

    a) Imperio de la ley. Concepto que tiene aplicación en todos los aspectos de la vida, no sólo en la política: que las normas están por encima de la voluntad momentánea de cualquier persona. Que no se puede actuar de manera diferente a lo que dicta la ley, y si se quiere que las cosas cambien, se cambie la ley de acuerdo a las normas que para ello existan, y no se produzca una revolución. Revolución, sí, ese concepto que gusta a tantos que no tienen en cuenta cuán a menudo acaba implicando una tiranía. Soy de la opinión de que el imperio de la ley supone la diferencia entre civilización y barbarie (si bien no basta para que un sistema sea democrático). Creo que advertir de los peligros de las revoluciones, frente a las virtudes de las reformas, es una de las batallas políticas que hay que dar en España en este momento.

    b) Separación de poderes. El debate herodotiano de los persas, con sus principios de monarquía, oligarquía y democracia, se traduce en términos modernos en poder ejecutivo, representatividad y sufragio universal, que recogen las virtudes de aquéllos y las modernas democracias liberales han logrado reunir en su seno, en lo que se denomina constitución o gobierno mixto. Para evitar sus defectos se ha establecido la separación de poderes, que ejerce lo que en el mundo anglosajón se llama checks and balances (controles y contrapesos), para que la tendencia de cualquier institución o poder del Estado a aumentar su alcance se mantenga en sus límites debidos. De modo que si todos los poderes son determinados por votación del mismo cuerpo de electores, todo el poder queda en manos de los representantes populares de cada momento, lo cual al final resulta en una dictadura de los líderes o camarilla gobernante de turno.

    A las ideologías simplonas que he mencionado hay que oponer este argumento, y para mí es también otra de las batallas ideológicas que hay que plantear, pues los partidos más ultras presionan hacia la idea fija de que "todo votación" es "todo democracia", y la realidad política está lejos de ser así.

    Pues bien, repasando la historia de las monarquías y los principios de las democracias nos hallamos ante la respuesta a la pregunta que es título de esta entrada. No una respuesta teórica, que es la que muchos dan para defender el actual sistema español y evitar los perjuicios que los ríos revueltos suelen causar. No una respuesta abstracta, sino una basada en cómo son las monarquías de esos países que están en la cima de la calidad democrática.

    Estas monarquías retienen la función de concentrar y ser exponente máximo de los símbolos del conjunto de la nación, y poseen las siguientes virtudes:

    a) Estabilidad: jefes de Estado vitalicios, de modo que el símbolo que son no cambia con las vicisitudes del ejercicio del poder político.

    b) Neutralidad: están nombrados mediante criterios no dependientes de la confrontación política.

    c) Sucesión: en realidad no es el jefe de Estado el que es determinado por dichos criterios, sino su sucesor, e incluso toda la línea de posibles sucesores.

    d) Tradición histórica: no sólo aportan estabilidad de cara al futuro, sino que conectan a la nación con su pasado (sin atarla a él, por supuesto).

    e) Bajo coste: entre otras cosas, porque no se requiere una elección nacional para el puesto y no hay nuevos cargos introducidos por frecuentes reformas personales.

    f) Poderes de reserva: todo lo anterior permite un arbitraje respetable, y que en situaciones de ruptura del orden legal exista una inequívoca referencia de unidad para la nación, como en España ocurrió el 23-F.


    3. ¿Qué alternativas existen?

    Creo que hay que exigir a quienes planteen un sistema diferente que lo hagan cuestionando los principios anteriores, y además comparando con otros sistemas que ya existen. Respecto a los principios:

    a) Estabilidad: ¿se considera deseable que el jefe de Estado se renueve cada cierto tiempo? ¿Cada cuánto? ¿Puede una persona repetir en el cargo?

    b) Neutralidad: ¿deben ser los representantes políticos, que pertenecen a partidos, los que intervengan en la elección del jefe de Estado?

    c) Sucesión: ¿se considera mejor que la elección del sucesor se produzca con el cese del jefe de Estado, o vinculada a dicho cese o que esté definida con antelación?

    d) Tradición: ¿conviene que una persona que es símbolo de la vida colectiva de la nación rompa con sus antecesores?

    e) Bajo coste: ¿conviene gastar más en una jefatura de Estado que cambie de titular más a menudo?

    f) Poderes de reserva: ¿sigue siendo apropiada una jefatura de Estado renovable como depositaria de esos poderes de reserva? ¿En qué institución(es) se depositarían de no ser así?

    Quizá los proponentes de alternativas podrían plantearlas mediante la susodicha comparación con otros sistemas, entre los que podemos mencionar:

    - Repúblicas parlamentarias, en que el jefe de Estado tiene pocos poderes y el gobierno es elegido por el parlamento (p.ej. Italia, Alemania). En estos aspectos, son fundamentalmente el mismo sistema que el español o el británico, ya que la diferencia está en una institución con pocos poderes en la política cotidiana (no olvidemos que en las monarquías parlamentarias (también llamadas "repúblicas coronadas") los actos del rey están sujetos al refrendo del Gobierno, y no pueden actuar contra el dictamen de los representantes de la nación). Cabría preguntarse si tiene sentido cambiar el jefe de Estado, de modo que pierda las mencionadas virtudes sin que gane otras.

    - Repúblicas semipresidenciales, en que el jefe de Estado tiene poderes ejecutivos pero sigue habiendo un gobierno elegido por el parlamento (p.ej. Francia, Portugal). La pregunta que cabe hacerse en este caso es cuáles poderes conviene conceder al presidente y cuáles al gobierno.

    - Repúblicas presidenciales, en que el jefe de Estado y del gobierno son el mismo puesto, que tiene por tanto todo el Poder Ejecutivo (p.ej. repúblicas americanas).

    - Monarquías electivas = repúblicas con jefe de Estado vitalicio, que suponen una confianza ciega en éste (p.ej. Vaticano). Parecen poco deseables para países grandes y en que el ejercicio de la política se suponga basado en la razonabilidad del cuerpo electoral.

    - Otros sistemas, como las presidencias colegiadas de Suiza (consecuencia de la historia confederal del país) o Bosnia (en atención a su división étnica), que es dudoso que sea de aplicación en España.

    Dicho todo lo cual, mi opinión personal respecto a esta España de nuestros pecados es que una jefatura de Estado conveniente sea como la actual en un número de aspectos: que sea diferente de la jefatura del Gobierno, vitalicia, determinada por criterios no electorales, y que tenga una línea de sucesión en la persona de individuos suficientemente formados y preparados para el cargo durante años. Que se someta a la autoridad y el veto de las instituciones democráticas, pero que además tenga poderes de reserva que se apliquen sólo en situaciones críticas.

    De paso, por supuesto, que el jefe de Estado tenga el título de Rey y los demás que correspondan tradicionalmente por herencia a los reyes de España (o al menos, si por alguna circunstancia no se tratase de un Borbón, los que correspondan al territorio del Estado del que son jefes). Siento decir a los republicanos recalcitrantes que el cambio de nombre en una jefatura de Estado como la nuestra no resuelve problemas como la independencia de la Justicia, la separación del Ejecutivo y el Legislativo, la existencia de estructuras obsoletas (Diputaciones provinciales, microayuntamientos rurales), o redundantes (como he insistido respecto al Senado), la vigencia de opciones políticas de inspiración étnico-xenófoba, un sistema laboral de más eficiencia por la parte funcionarial y más justa por la que no lo es, etc., etc., etc.

    Un punto que está pidiendo modificación a gritos es la preferencia por los varones, cuando el papel de la mujer está largamente igualado con el del varón en la sociedad en general y en el ejército en particular: hace tiempo que no hace falta ser varón para ejercer en el ejército o liderarlo competentemente.

    Después de eso, en mi opinión lo más discutible es la heredad del cargo, pero esto es así sobre todo si se compara con jefaturas que ostentan poderes, como las monarquías de nuestro pasado o los gobiernos del presente; pero ya hemos visto que no es el caso de nuestra monarquía. Hay quien critica que se trata de un privilegio injustificable en una nación moderna, pero se me ocurre que tal crítica se hace desde un concepto de los cargos públicos como meros privilegios, y no como unos oficios establecidos por la nación para el bien común, que disfrutan de determinados privilegios (con ciertos límites) sólo en función de su servicio a dicho bien común.

    Por tanto, en un país en que:

    - reconocemos que la heredad y la sucesión son procedimientos válidos para la transmisión de bienes y cargos (en el ámbito privado),

    - consideramos que se deben otorgar ciertos privilegios limitados a ciertos cargos públicos (políticos y funcionarios),

    - a algunos cargos se puede acceder sin méritos pero por votación o libre designación (políticos) y a otros sin votación pero por méritos (funcionarios), y

    - puede ser conveniente que el Poder Ejecutivo esté separado entre una jefatura de Estado elevada, permanente y simbólica y una del Gobierno cotidiana, efectiva y renovable,

    tenemos que plantearnos si una jefatura de Estado como la monarquía parlamentaria vigente es un sistema tan extemporáneo y fuera de lugar como algunos dicen. Creo que entre las mejores democracias del mundo están esas 6 u 11 monarquías porque en algún momento de sus historias sus naciones entendieron de modo más o menos explícito, o experimentaron en la práctica, que el mejor sistema para ellos era ése. Por ello se hace también difícil el retorno a una monarquía cuando se ha pasado un tiempo de república aunque fuera dictatorial, por la ruptura insalvable con el pasado que supone.

    El debate sobre la monarquía no puede ser tan simplón como algunos plantean, como he dicho, con ignorancia o malicia. Quien ponga en cuestión la monarquía tiene que poner en cuestión todo lo mencionado arriba, y en su caso pensar de paso si está de acuerdo con la propiedad privada o de que el objetivo de todo sistema político sea la mayor libertad individual posible (motivos por los cuales me atrevería a decir que es la izquierda la más crítica con la monarquía, y la que plantea un republicanismo menos fundado, ya que es accesorio de un modelo de sociedad que cuestiona aquellos dos principios). El debate debe llevarse a cabo considerando las razones y hechos complejos que la realidad plantea.