- No es posible aprobar sólo con la parte básica, pero tampoco sin hacer nada de ésta.
- No es posible obtener máxima calificación sólo con el examen (4 pt. básica + 4,5 pt. niv. medio y difícil = 8,5 pt.). El alumno que aprovechase sólo esta vía (que es la tradicional y por otro lado más orientada al Bachillerato) necesitaría al menos hacer algo en las vías alternativas obligatorias (investigación de grupo e informe de prácticas) para redondear su calificación.
- Los alumnos podrían llegar al examen con mucha parte de la nota ganada; de hecho, cuanto más fuesen trabajando durante el trimestre, menos necesitarían para el examen, porque la parte básica de éste es de menor dificultad que las alternativas, particularmente sería una versión light de los problemas de clase. Además, saben que a la hora del examen siempre van a tener oportunidad de sumar con los dos problemas de nivel superior.
- Aunque no hubiese tiempo para que todos los alumnos realizasen todas las alternativas, la idea es que se puede organizar el tiempo en clase para llegar a las puntuaciones máximas por varias de ellas.
06/12/2010
Ejemplo de evaluación para ciencias en ESO
04/12/2010
Barreras entre gallego y castellano
02/12/2010
Lenguas oficiales en Galicia
Derechos lingüísticos colectivos
- subordinándolo a las identidades colectivas como instrumento para la preservación de éstas;
- ignorando su capacidad para tomar sus propias decisiones;
- obviando la dimensión utilitaria de las lenguas, y por tanto los mecanismos por los que son adoptadas o abandonadas, así como las razones objetivas para su promoción;
- considerando implícitamente las lenguas como sujeto de derecho, e
- identificando lenguas con territorios (v. entrada anterior).
01/12/2010
Defectos de los mapas lingüísticos
en un territorio hay una serie de habitantes, cada uno de los cuales habla las lenguas que sea, y haciendo estadística se puede sacar cuánto se habla una lengua y cuánto otra.
- la movilidad poblacional es nula, pues de lo contrario se hace necesario acudir a un nivel de detalle microscópico e imposible de reflejar a escala regional en el mapa, o más sencillamente se alternan rayas de colores o un sombreado;
- en un punto sólo se habla una lengua, lo cual implica que la única posibilidad de tener que hablar otra sea con un forastero.
30/11/2010
Crítica de las bases de la ecolingüística
29/11/2010
Desaparición de lenguas
28/11/2010
Lengua vs dialecto
26/11/2010
Eurocentrismo y valores universales
24/11/2010
Las lenguas más habladas, en la enseñanza
- Moure, Teresa (2003). “A batalla das linguas no mundo actual. Multilingüismo e antiglobalización”, en Grial nº 160.
- Silva Valdivia, Bieito (2008). “Lingua e escola en Galicia. Balance e propostas de futuro”, en Grial nº 160.
- Monteagudo, Henrique (2010). “Presente e porvir do galego. Lingua, sociedade e política”, en Grial nº 186.
02/06/2010
El antiguo ¿conflicto? entre Religión y Ciencia
En muchos de los casos de resistencia de los protestantes y otros a ni siquiera considerar que la evolución se produzca está el desconocimiento de la clase de afirmación de que se trata. Se la toma como si fuese una especie de herejía, o de religión extraña; como un conjunto de afirmaciones de fe diferentes de las propias e incompatibles, y por tanto equivocadas. Se debe a la incomprensión de qué es la Ciencia. Como si Darwin fuera un profeta más de una religión impía.
Cierto es también que entre los científicos, o más bien entre los que defienden hechos afirmados por la Ciencia, hay en ocasiones también cierta incomprensión de en qué consiste ésta, a veces parecida a la que acabo de mencionar respecto a los creyentes.
El manido "conflicto" entre Religión y Ciencia no está en la contradicción de hechos afirmados por uno u otro sistema de creencias. Es decir, no está en que unos afirmen que la realidad es de una manera y otros de otra. El problema está en su método de aproximación, es decir, en cómo cada uno de esos dos sistemas (no de creencias sino de afirmar diría yo más bien) acaba por afirmar lo que afirma.
La Ciencia dice: "Veamos qué tenemos aquí" y "veamos cómo funciona". A continuación, junto con la Tecnología dice: "Veamos cómo podemos manejarlo". Como decía Richard P. Feynman que su padre, creo, le había enseñado, "No sabemos por qué, sólo sabemos cómo" (y ciertamente Feynman lo aplicó en sus teorías). Al menos en las respuestas últimas, no se busca ni obtiene el "por qué" (como un insistente niño pequeño demandaría), sino el "cómo". Al fin y al cabo se trata de un "a las pruebas me remito". La Ciencia ha de estar abierta a respetar la evidencia de las pruebas, a dudar de todo aquello que no esté suficientemente apoyado en ellas, incluso cuando las haya mantener una reserva constante de escepticismo. En definitiva, debe rehuir la petición de principio. Lo cual, dicho sea de paso, me parece un modo de lo más saludable de encarar las cosas.
En cambio, lo que personalmente he encontrado en mis vis-à-vis con la Fe (básicamente en la de otros) ha sido la afirmación de determinados hechos sin justificación alguna.
-¿Por qué necesitas justificación para todo, Breo?
-Bueno, ¿puedes afirmar cualquier ocurrencia peregrina que te venga en mente y pretender que es cierta sólo porque no se puede justificar?
Una de las ideas más asentadas que me resultaron de la temporada y media que compartí debates bíblicos con unos universitarios protestantes (me invitó una amiga con infructuoso propósito proselitista; y no fueron debates hasta que dos escépticos, un físico y un historiador, nos plantamos allí) fue un concepto más claro de la Fe: no hace falta justificar. Es una pretensión implícita de lo más naïf de que afirmar algo lo convierte en cierto. Lo cual, por ser estrictamente científico, no voy a negar: simplemente pido pruebas de que eso pueda ser así.
Uno de los aspectos que creo está en el origen de las religiones no es sino un intento de entender el mundo, científico a su manera, teniendo en cuenta que sería el más primitivo, fundamentado en la analogía respecto a los conceptos innatos del pobre homo sapiens, que tiene cierta consciencia de la propia personalidad y por tanto ve personalidades en todo lo que le rodea. La Religión, por tanto, también sería Ciencia en origen, pero se separa de ella cuando quien sostiene las primitivas explicaciones se niega a aceptar otras más profundas y rechaza las evidencias de la realidad.
Aquí es donde surge la Fe, en sostenella y no enmendalla, en el empeño de mantener una afirmación. Que de todos modos es algo de lo más humano también, porque en definitiva nuestras mentes tienden a clasificar, a compartimentar los conceptos de todo lo que nos rodea para poderlos manejar más ordenadamente. Y cotidianamente nos aferramos a ideas previas que nos mantienen cómodos, por eso no hay para mí tanta diferencia entre una persona con fe, un sectario político o un hincha deportivo, típicos ejemplos de gente que se enoja ante la perspectiva de que otro que piensa diferente pueda tener razón o convencer a otros. Y peor lo ponemos cuando dicha persona pone todo su ser en manos de esa ideología, de manera que criticar sus ideas es criticar a la persona (porque ésta lo quiere). Fundamentalistas de esta clase no pueden aspirar a ser más que un número en una masa.
Desde ese punto de vista sobre el origen de las religiones puedo plantear una comparación, también salida de dichos debates bíblicos, entre la tradición católica y el protestantismo. Les decía yo a aquellos colegas creyentes (a quienes personalmente respeto profundamente pero cuya ideología religiosa considero sinceramente de lo más erradicable), en su mayoría luteranos y calvinistas si no me equivoco, que la aparición de los movimientos protestantes había sido en cierta medida también científico, despojando el sistema de creencias establecido, sujeto a la tradición romana, de todo aquello que eran añadidos mundanos nada divinos, que no estaban en las Escrituras. Desde el punto de vista de la autenticidad de lo reflejado en la Biblia, la aparición del protestantismo había sido un paso de coherencia. Sólo que se quedó corto, y no cuestionó más allá; su axioma es que ciertos textos que ellos consideran sagrados son verdaderos.
Pero ¿y si la tradición católica estuviese en lo cierto por basarse no sólo en los libros sagrados sino también en la experiencia de siglos? Las tradiciones ortodoxas (así incluyo a las de la Europa oriental) podrían haberse formado en base a la contemplación de una intervención divina a lo largo de ese tiempo, que habría completado lo aportado por las Escrituras. ¿Con qué nos quedamos entonces? Porque en ese caso todo protestante sería un fundamentalista en mayor o menor grado.
Mi impresión es que por muy protestantes que sean, también han establecido sus propias tradiciones, para interpretar las Escrituras y vivir la religión en general, lo mismo que el catolicismo al que rechazan, desprecian y en algunos casos incluso odian.
Con todo, no tiene por qué existir el conflicto susodicho entre Fe y Ciencia, al menos a nivel personal. A fin de cuentas, uno puede considerar el siguiente extrañamiento, que es cierto: la Ciencia habla de las cosas naturales, mientras que la Fe cree en lo sobrenatural. Simplemente, cualquier entidad que se considere parte de la Naturaleza, es susceptible de estudio por la Ciencia; inversamente, cualquier entidad inasequible a la comprensión científica, es decir, que pueda saltarse por su arbitraria voluntad las leyes naturales (lo que se llama milagro, vamos) está fuera de la estudiable Naturaleza.
Como digo a veces, si apareciera un dios, sería deber del científico preguntarse cómo funciona ese dios. O también, como decía Carl Sagan (que en esto de popularizar el pensamiento científico tuvo cierto empeño y hasta éxito), el afirmar en Ciencia que tal o cual cosa la hizo el Creador, nos deja automáticamente con la pregunta de quién creó al Creador.
Lo que la persona con Fe debe tener en mente para no caer en contradicciones es no negar la realidad cuando ésta se muestra contraria a las creencias previas. Esto la deja en el clásico escenario en que la idea de un creador sobrenatural va retrocediendo a medida que la Ciencia paso a paso va descubriendo leyes más básicas y generales que explican otras más específicas. Me explico: partiendo de las leyes de cada ciencia particular, hemos ido respondiendo porqués parciales cada vez más profundos, retrocediendo en la complejidad del Universo hacia lo fundamental. Por ejemplo: el comportamiento de cada animal se basa en su historia evolutiva, que a su vez es un producto complejo de su bioquímica, que a su vez es una forma compleja de química propia de nuestro entorno planetario, que a su vez son unas complejas física atómica y gravitatoria, a su vez basadas en las cuatro fuerzas fundamentales, tres de las cuales se han podido ya comprender como variantes de una sola...
Incluso en las últimas décadas se han dado los más decididos pasos en aquella dirección soñada por Darwin, que él expresa en el último capítulo de El Origen de las Especies: la comprensión de la sociedad y psicología humanas como hechos biológicos también producto de la evolución (y radicados en la neurología > bioquímica > física atómica). Para tranquilidad, supongo, de los fieles agoreros que consideran que apartar a Dios del pensamiento humano lleva al caos. Al respecto me gusta decir (también lo aprendí en parte de los debates bíblicos) que si fundamentamos nuestra ideología y vida entera en un Dios y después resulta que no existe, entonces queda demostrado que se puede mantener una vida civilizada sin Dios alguno. Un poco enrevesado, lo reconozco.
El concepto de Dios que una persona coherente con la realidad puede mantener ha retrocedido consecuentemente con el de la propia concepción de la persona. No es posible repetir la primitiva analogía arriba mencionada. Antiguamente se pensaba en dioses presentes en cualquier elemento del entorno, o consistentes en los propios antepasados o gentes de renombre; se pasó luego a comprender más a las otras personas y los dioses se hicieron habitantes de lugares lejanos (montañas, infiernos, etc.) hasta serlo de mundos paralelos. Pero la comprensión de las cosas hizo que resultara cada vez más complicado pensar en dioses caprichosos, o aun entrometidos en la naturaleza... La analogía retrocede, y ese Dios acaba convertido en un demiurgo, en una prima causa, en una Ley Fundamental. ¿Qué queda entonces de la divinidad personal, inteligente y a cuya imagen y semejanza estamos hechos (o al revés)? Remitámonos a los hechos. Pero si ése es el concepto de Dios al que vamos, entonces no podrá haber conflicto, porque Religión y Ciencia, Fe y Razón, obedecerán al mismo Principio.
02/02/2010
Blues = country, y rock and roll
He dado últimamente en mi casa con un DVD que teníamos por ahí perdido, “The History of Rock & Roll”. Después de haber visto toda la serie, sigue siendo el cap. 1, “Rock 'n' Roll Explodes”, el que más me ha calado. En él se exploran las tendencias que rondaban en la música popular y comercial de los USA a la vuelta de
El concepto que hasta hace tan sólo unos meses un servidor albergaba era el siguiente. En los Estados Unidos existe una peculiar concepción racial por la cual los blancos puros son adscritos a la “etnia” blanca (básicamente WASP), y los mezclados, sin distinción a la etnia de la que tienen mezcla (p.ej. ¿cómo clasificamos a mulatos 50% como Halle Berry, Lenny Kravitz o Alicia Keys?; L.-L. Cavalli-Sforza ha calculado que sobre 1/3 de los genes de los afroamericanos son blancos). Cosa distinta ocurre en Iberoamérica, donde todas las diferentes gradaciones reconocibles de los mestizajes entre blanco, negro e indio tenían su nombre y un lugar en la sociedad.
Pero en fin, yendo al tema musical que nos ocupa, la idea era que a pesar de dicha segregación los negros americanos habían logrado crear una cultura tan potente, en especial en la música, que uno tras otro los ritmos y estilos negros habían saltado las barreras sociales y contagiado a los blancos: jazz/swing, rock, soul, funky, disco, hip-hop… mientras que otros estilos (folk, country) se mantenían como feudo blanco. Sin descartar que dicho traspaso se haya producido en algunos casos, me quedó claro que en el caso del rock & roll la cosa no era precisamente así.
La mayor “revelación” que especialmente ese primer capítulo me transmitió fue que el árbol no era realmente tan asimétrico, con raíces y tronco negro y ramas sucesivas proyectándose hacia el lado blanco, sino que las raíces, aun siendo variadas, bebían todas de un estanque común. Es decir, los estilos eran fundamentalmente los mismos, y además la herencia africana tenía una importancia menor de la que yo pensaba, de hecho siendo, una vez nos paramos a analizar la música, en mi opinión menos importante que la herencia europea.
Me parece ahora mucho más realista la concepción de que la música de los negros estadounidenses se crió al igual que el resto de su cultura y sociedad: esclavos desarraigados de sus orígenes africanos y a la sombra de sus amos, aprendieron de los rednecks (blancos de cuello enrojecido al sol de clase tan baja y vida tan dura como las de los propios esclavos) la música que los abuelos de éstos habían traído de Europa. Al contrario que Iberoamérica, donde la mezcla de razas y culturas fue mucho mayor y por tanto la herencia africana incorporada en mayor medida (pensemos en las músicas del entorno del Caribe por ejemplo). Pero las músicas tradicionales de Norteamérica, no sólo la de los blancos sino también la de los negros de los EEUU, serían unas variantes más de las de la música tradicional de Europa occidental.
Las diferencias eran superficiales: la instrumentación y poco más, quizás la temática de las letras y la actitud y uso que se hacía de la música, a lo cual respondió la industria discográfica compartimentando el mercado y estableciendo o potenciando variedades de manera que al adusto e impávido vaquero correspondía el country y al desinhibido y sensual negro el rhythm & blues.
En cuanto a características musicales, estos estilos comunes jugaban fundamentalmente con acordes sencillos (mayores, menores, séptimas), y un compás o bien de 4/4 o bien de 3/4 tan acelerado que, convertido en 12/16, acaba siendo un 4/4 con los tiempos en tresillo o triplete (me vendría bien en este punto la asistencia de Edu, batería de conservatorio y antiguo compañero de ocasionales andanzas musicales que hoy triunfa en Con Mora). De hecho, el rock & roll hereda el 4/4 simple del country y el tresillo del blues y los arrastra y alterna desde entonces (para extrañeza de mis antiguos compañeros de grupo cuando les dije que el rock & roll era blues acelerado, y sin embargo en la mencionada “History of Rock & Roll” ahí está el señor Little Richard diciendo que “rock & roll is boogie-woogie uptempo”).
Una canción que se desliza inquietante pero deliciosamente en el límite entre el compás simple y el triplete es “Mess Around” de Ray Charles (1953), que escuché en la radio cuando estaba yo en las reflexiones que me había producido el mencionado DVD y vino a apuntalar el concepto. Otra canción que también lo hizo fue uno de los que figuran entre los de aquel primer capítulo de la serie: “Got my Mojo Working” de Muddy Waters (1957), un intérprete del que, sinceramente, hasta entonces sólo había oído el nombre; siendo un tema que todos consideraríamos blues, es sin embargo de ritmo típicamente country y no chirriaría que en lugar de ser cantado fuese interpretado por un fiddle (violín) a la irlandesa.
Por todo ello, aunque pudiera no extrañarnos que dos estilos europeos tradicionales como la tarantela, la jota y la muiñeira compartan base rítmica (con compás de 6/4), seguramente nos resulta más llamativo que la puedan compartir con el blues (tresillo) y, de paso, con el fandango (3/4). De ahí que resulten tan fáciles las mezclas que hacen los gaiteros-rockeros, o las de los flamencos con los bluesmen.
Mencionaría un último tema que para mí supone una referencia respecto a los orígenes del rock & roll desde hace tiempo: “In the Mood” de Glenn Miller (1939). Desde que, probablemente ya en mi infancia, cobré consciencia de la diferencia del estilo rock & roll, supe que aquel tema (que como los demás de Miller se escuchaban en mi casa y en la de mi abuelo saxofonista) podía pasar perfectamente por un rock & roll a pesar de ser unos 20 años anterior a la definición de este estilo; bastaría que en lugar de una big band lo tocase un grupo de batería, bajo y guitarra. “In the Mood” es un ejemplo de que el rock & roll vino conformándose desde mucho tiempo atrás.
Lo que lleva a uno a preguntarse qué es lo que tiene de distintivo el rock & roll. Si en los 50 aún no existía esa denominación para ningún estilo musical, si el estilo definido a finales de esa década era una variante más de entre las muchas de la música popular americana de entonces, mientras que lo que con el tiempo se ha seguido llamando rock es notablemente diferente (Jerry Lee Lewis no suena como Mike Oldfield), ¿por qué entonces se siguen identificando con esos orígenes tantos intérpretes tan alejados de ellos?
Creo que se debe a que el rock & roll no sólo es un estilo musical sino un movimiento cultural. Todo parte del éxito de los negros que fue desarrollar sus propios estilos y manera de entender la música e imbuirlos en los blancos. Chuck Berry se daba cuenta cuando decía que se estaban derribando más barreras raciales con el rock & roll que de ninguna otra manera. No sólo eran las barreras raciales sino un montón de prejuicios más: se estaban cuestionando muchas convenciones sociales y el rock & roll fue el estilo que se definió en el momento ideal para que los jóvenes lo levantaran como bandera de todo eso.
Por ello, aunque después el rock ha evolucionado vertiginosamente, llevado por una vorágine de intérpretes que en unas ocasiones reincorporan los orígenes, en otras realizan innovaciones que acaban también por convertirse en clásicos a reincorporar, la actitud permanente de rebeldía o crítica ha verdaderamente definido el movimiento cultural que es el rock.
Lo cual para alguien como un servidor tan preocupado por ser un individuo y no un número en la masa no deja de ser un interesante punto de apoyo.
01/02/2010
Salario justo y huelga
Parto de una reflexión que cualquier trabajador de una empresa puede hacerse. La riqueza generada por la actividad de la empresa procede directamente, en un instante dado, del trabajo de las personas que forman parte de ella. El trabajador puede entonces pensar “¿Por qué si los beneficios se deben a mi trabajo no me llevo la parte proporcional de aquéllos que corresponden a éste?”. Bien, establezcamos ese sistema, en el que además del salario el trabajador adquiere parte de la empresa, una especie de sistema de stock options. En definitiva, podría consistir en que en el momento de su entrada en la empresa, el trabajador no posee nada de la misma, pero con el tiempo adquiere progresivamente una parte hasta alcanzar un máximo que su puesto determina, cuando llega a una determinada antigüedad. Es decir, la propiedad de la empresa acaba siendo colectiva.
Pero pongamos que el empresario decide que quiere la empresa toda para sí, para lo cual desde la misma primera nómina a cada trabajador, le recompra la parte de propiedad que le acaba de ceder en concepto de salario, y esto lo hace con cada pago. El valor de esa parte es determinado por los mecanismos que sea. De esa manera, todo el pago al trabajador consiste en dinero, una parte por el salario propiamente dicho y la otra por la recompra de su parte de la empresa.
Esto coincide al final con el hecho de que cuando alguien está de baja laboral cobre menos que en activo; dentro del esquema planteado arriba, sigues cobrando tu sueldo, pero como no generas nada de la riqueza de la empresa, no te quedas con nada de ella.
Hemos de todas formas dado un rodeo en ideas que nos ha llevado al punto de partida. Sin descartar que el pago mediante parte de la propiedad pueda darse, el hecho de que se trate de un modo de pagar en especie nos lleva a una ventaja más del pago sólo en dinero, derivada de la propia virtud de éste, y es la de la libertad: “mi trabajo vale una cantidad de dinero, y disponiendo de dinero en lugar de parte de la propiedad de la empresa disfruto de la libertad de hacer con mi dinero lo que me plazca”. El tema es determinar cuánto dinero vale ese trabajo, cuál sería, si lo hubiese, un salario justo.
Pensándolo por un lado, sueldo justo es el que parece correcto y adecuado tanto al empleador como al asalariado. Y aunque a veces pueda parecer cosa inverosímil, esto existe; no siempre considera aquél que paga demasiado y éste que recibe demasiado poco.
Pero en fin, una posibilidad es el reparto de todos los beneficios entre los que trabajan; eso sería una cooperativa. Pero esto tampoco deja mucho espacio al crecimiento y prosperidad de la organización, a una acumulación de riquezas que puedan ser reinvertidas o la atracción de capitales externos; al cumplimiento de los objetivos por los cuales se monta una empresa, en definitiva.
Otro factor es la influencia del mercado de trabajo, que los sueldos funcionen a la inversa que los precios: cuanto mayor es la oferta de trabajo en relación a la disponibilidad de trabajadores para los puestos apropiados (el famoso según valía), más altos los sueldos, pues las empresas necesitan retener a sus empleados y compiten por ellos con buenos sueldos y otras ventajas laborales; en este extremo el límite lo pone lo rentable que el trabajador sea a la empresa. Si por el contrario escasean los puestos y abundan los profesionales, son éstos quienes de alguna manera “compiten” rebajándose, pues la empresa dispone de recambio fácil.
Lo que se me ocurre es que en este asunto, como en tantos otros, es difícil establecer una medida absoluta. El empleado tiene unas determinadas condiciones y si no está de acuerdo con ellas y quiere mejorarlas, tiene que valorar qué puede pedir, qué arriesga haciéndolo y si le merece la pena, y negociar. Una vez más nos encontramos ante la libertad individual en acción. Y ya hablaré de la responsabilidad que la educación pública tiene en esto.
Pero no sólo es el individuo; si es inteligente sabrá unirse a otros para asegurar su posición, y de este modo tenemos mecanismos ordinarios como la negociación de los convenios colectivos, o extraordinarios como la huelga. Cuya forma más razonable es la huelga pasiva, es decir, el dejar de trabajar para que la empresa se vea enfrentada a la necesidad que tiene de su empleado. Aunque, como me enseñaron en el colegio (y sigo de acuerdo), “mi libertad termina donde empieza la del otro” (concepto difuso pero la mejor que se me ocurre para la vida en sociedad) y el derecho de huelga debe ser garantizado al individuo para que la emprenda solo o en grupo, pero al mismo tiempo debe respetar la libertad de cualquier otro para no seguirla si no es su voluntad.
28/01/2010
Odio las corbatas
22/01/2010
Turrón de chocolate al micro estilo Breo
19/01/2010
La situación ideal para la lengua gallega
Pretendo que la siguiente pintura de la que creo sería situación ideal respecto al gallego sea colofón al tema sociolingüístico sobre el que llevo escrito en el blog desde que lo abrí, para pasar ya a otros asuntos (aunque sin duda en el futuro volveré).
Esa idealidad podría articularse derribando los tres errores que en mi opinión existen hoy al respecto:
- Personalización de la lengua.
Hay que partir de la base objetiva de que una lengua no es sino un código de comunicación. El síndrome del taxónomo ha parido, al menos en Galicia, una aberración tan enorme como concebir la lengua gallega como objeto de respeto, defensa o amor: hablar de un código de comunicación como si de una persona se tratase (¡mi madriña!), o lo que es peor, como de una especie de veneranda divinidad, llegándose prácticamente a hacerla sujeto de derecho. Retrocedemos al paganismo o más allá, al primitivo estado humano de bandada irracional.
Introduzcamos un poco de pensamiento científico y cambiemos el sujeto: ¿merece nuestro tierno amor el lenguaje de signos, o el código Morse, o las señales de humo? Que cada cual individualmente le brinde entrañable aprecio si así ha sido su vida o educación. Pero en el colectivo, simplemente se usa mientras es útil, se registra, y cuando ya no sirve, archivado queda. Se habla de la riqueza de tener una lengua diferente, pero no estamos en los primitivos tiempos en que el único registro podía ser un escrito: ahora tenemos registros de audio, vídeo y lo que haga falta. Si alguna lengua deja de hablarse, no se pierde nada si le queda una foto bien hecha.
- Falta de respeto a la libertad de los hablantes.
Por otro lado, se sacraliza también la lengua como elemento de identidad. La identidad ha de ser individual; mientras se haga de ella una identificación colectiva estaremos igualmente retrocediendo a la tribu, a la bandada animal, cuando a estas alturas de la civilización ya somos perfectamente capaces de pensar más allá. Poner al pueblo antes que al individuo es no ser capaz de reconocer que las libertades y derechos colectivos son en realidad derechos de los líderes de turno instalados en el poder en tal o cual momento (cf. el Tercer Mundo desde la descolonización).
La libertad de los hablantes tampoco se respeta cuando se identifica lengua con territorio. Seamos sensatos, ¿alguien ha escuchado alguna vez, al pinchar la sombrilla en la playa o detonar un explosivo en una cantera, a la tierra gallega quejarse (en gallego o lengua otra cualquiera)? Se dice que el gallego es la lengua propia de Galicia confundiendo “propiedad” con “exclusividad”, negando aquélla al castellano (peor es en Cataluña, donde el catalán se ve que es lengua propia pero el castellano, que es la materna del 51% de habitantes, no). Pero si con un mágico chasquido de dedos todos los gallegos sustituyesen sus lenguas por el sueco o swahili, ¿seguiría alguna de las actuales siendo lengua propia de Galicia?
A lo sumo, en un territorio hay una serie de habitantes, cada uno de los cuales habla las lenguas que sea, y haciendo estadística se puede sacar cuánto se habla una lengua y cuánto otra. Al respecto uno se sorprende de cuán voluntariosamente los defensores del gallego o los que reaccionan defendiendo el castellano en Galicia enarbolan encuestas diciendo que “o 90% dos galegos fala galego habitualmente” o “el 85% íd. castellano”, obviando que precisamente dichos datos (que menciono como aproximación) implican que un 75% usan ambas.
Otro aspecto más de la desconsideración a la libertad de los hablantes está en los principios que a la definición de la normativa del gallego aplican las autoridades lingüísticas, que con todos mis respetos hacia las mismas no me parecen aceptables para situarse como referencia. No existe mayor autoridad que el uso de los hablantes de la lengua que se dice estudiar o representar; los lingüistas tienen en su caso autoridad de referencia si reflejan la realidad de la lengua, y si no lo hacen, si se dedican a elaborar más que a describir normas, éstas no merecen ser atendidas. Durante tiempo sostuve acaloradas discusiones defendiendo esto, pero la reforma vigente de la norma (“grazas”, “altofalante”, etc.) ha acabado por poner a mis antiguos oponentes de este lado.
Además, si se pelea por hacer al gallego diferente del español estaremos manteniendo dos códigos de comunicación para realizar las mismas funciones para las que bastaría uno. Por simple economía de esfuerzos, los hablantes tenderán a escoger a largo plazo entre una de las dos lenguas, y no es difícil entonces suponer cuál será la elección: entenderse mejor con 2,5 millones de personas o con 200 veces más. Ésta es otra vía por la que una norma irreal favorece la extinción del gallego, a menos que se pretenda un aislamiento cerril y troglodítico.
- Consideración del gallego como separado del castellano.
Reconozco que en esto estoy tan solo que alguien podría considerar que mis ideas vienen de Marte, pero no ¡demonios!, es el pan nuestro de cada día en las calles y rúas de Galicia.
Si una lengua se puede definir como tal y no como dialecto de acuerdo a los tres criterios que me enseñaron en la escuela, resulta que ni tiene unos límites geográficos precisos (ni los tradicionales por el este con el asturiano/leonés ni hoy dentro del propio territorio gallego con el castellano), ni una norma definida (la RAG se permite cambiarla a cada rato, y uno desde que dejó el COU se va perdiendo; pero sobre todo los hablantes no la siguen) y la tradición escrita presente es contemporánea a la propia definición del gallego como lengua, pura petición de principio.
Lo primero que creo no debe hacerse es mantener una norma independiente de la del español o castellano (tontería entrar en este debate de nombres, como si la cosa cambiase según el nombre que se le dé). Una normativa real del gallego debería en primer lugar no pretender sustituir elementos ya presentes por otros que no existen en ningún lugar de Galicia (caso notable del vocabulario); a veces uno tiene la sensación de que vale cualquier referencia foránea (no sé si portuguesa, francesa, italiana, inglesa incluso…) salvo la castellana que es la que realmente viven los gallegohablantes. Y en segundo lugar esa norma debería asumir la castellanización que experimenta cualquiera de las variantes del gallego.
Pero es que además a lo que me opongo es a la propia raíz de la cuestión: a que el gallego se considere lengua diferente del español. Cualquier gallego con un uso lingüístico no contaminado por concepciones políticas funciona así, y ahí está la verdadera riqueza lingüística de Galicia: en tener más vocabulario, más recursos sintácticos, más posibilidades de tono y situación, etc. que permiten expresar lo que se quiere con mayor versatilidad y precisión, que para eso sirve una lengua al fin y al cabo.
El gallego medio practica al hablar una fusión mayor o menor de gallego y castellano, y si bien hay una serie de rasgos (los que habitualmente son más difíciles de traspasar entre lenguas) que permiten definir, cuando un gallego habla, si lo hace en gallego o castellano, los elementos del castellano adoptados por el gallego real son profundos y extensos:
- –diptongos (puente, siempre, fuerte, siguiente) o su ausencia (Orense);
- –uso de /χ/ [j, g] en lugar de /∫/ [x] (juez, ejercicio), que no es más que la asunción de la pronunciación innovadora del castellano (evolución inversa a la del /χ/ alemán) en lugar de la arcaica del gallego, que antes era común a ambas;
- –terminar sustantivos de la 3ª latina –tatem en –dad (verdad, ciudad…); prácticamente la –d no se pronuncia (verdá, ciudá);
- –formas verbales: –ezca en lugar de –eza (parezca, embellezca, envellezca); –ea en lugar de –exa (sea, vea); –brá en lugar de –berá (habrá, sabrá); pluscuamperfecto compuesto con había (había collido) y tendencia a imitar el perfecto compuesto mediante la perífrasis con ter (O teño visto moito últimamente); sepa y quepa, decir y dice...
- –pronombre antepuesto al verbo cuando podría ir pospuesto: Se ve que sí en lugar de Vese que sí.
- –diminutivo en –illo: sencillo, martillo, ladrillo, rastrillo, tetilla (que nadie diga queso de tetiña), rodilla...
- –fórmulas y frases hechas: buenos días/buenas tardes, hasta mañana, adiós, ciertamente, muy bien, vamos;
- –otro vocabulario de gran uso: días de la semana, nombres de los meses (excepto quizá enero y febrero), cuarenta y ochenta, Dios, tú, nosoutros y vosoutros en lugar de nós y vós, no en determinadas situaciones, ahora, entonces, cuchillo, plato, sartén, largo, desde y hasta, cual, cuando, alguién y nadie o naide, etc. etc. etc.;
- –vocabulario especializado;
- –etc. etc. etc.
Ojo que todos esos ejemplos en cursiva se oyen, con mayor o menor frecuencia, en gallego normal. Está mucho más asumida la castellanización del gallego (considerada normal por los hablantes tradicionales no politizados) que la galleguización del castellano de Galicia (considerada vulgar), quizás porque el mayor número de hablantes de este último mantiene su norma más fija. Y resiste lo que se llama “acento”: en cualquier lugar de Galicia se oye el castellano con acento gallego; sólo modernamente
El orgullo mueve muchas acciones humanas, pero bien haría además la Real Academia Galega en funcionar también como una más de las academias del español (vale para cualquier otra lengua romance de España), en coordinación con la RAE, aceptando el trabajo que desde hace siglos ésta viene haciendo (p.ej. aceptando para el gallego el vocabulario técnico) y trabajando para que, recíprocamente, p.ej. en el diccionario de la RAE figure vocabulario que no es que sea propio del gallego, sino de Galicia (de sus habitantes), igual que el de otras regiones y países de la Hispanidad.
Mi caso personal es que, después de haber sido criado en parte en un gallego artificial, llegué a rechazarlo por culpa de la cambiante y cada vez más exasperantemente irreal norma, para reencontrarme al fin con esa riqueza real que describo. Por ello ahora no renuncio a introducir perlas de gallego en medio del castellano cuando es útil para mis necesidades comunicativas (incluso a veces con gente de fuera de Galicia), y desde luego cuando uso el gallego uso el real, habiendo aguantado incluso que lo tacharan de “castrapadas” en mis narices y se rieran de él como se reían otros en otros tiempos de los que hablaban gallego. No es que no sepa, ES QUE NO ME DA LA GANA de hablar el gallego xunteiro de los señoritos actuales. Para dar ejemplo de lo cual remataré esta entrada del blog en GALLEGO REAL, hablando de esa aberración que es la política lingüística, particularmente en Galicia.
- O -
Si unha administración pública ejecuta unha política sobre o que sea, será porque hay necesidad. Pero non é éste o caso da política lingüística, al menos en Galicia. A mínima política lingüística en cualquer país consistiría en asegurar na educación que os nenos teñan a competencia necesaria nas lenguas que lles faga falta para ser ciudadanos de pleno dereito no futuro e lles dé mayores oportunidades na súa vida.
Para todo o demáis, mellor que non se meta. Neste como en tantos outros ámbitos, cada individuo (ou empresa) escollerá según lle parezca máis útil para comunicarse co entorno ou según cualquera outro criterio de acuerdo ó seu bon juicio como persona adulta e responsable.
O error de base está no Estatuto de Autonomía de Galicia, que entre outras cousas olvida que o castellano tamén é propio de Galicia e definindo o gallego como diferente do castellano, en vez de cómo dúas variantes da misma lengua. De aquí parte todo outro problema: a pelea de lenguas na enseñanza, as exigencias de ciudadanos nas ventanillas ou de clientes nas cajas das tiendas, as reclamacións de traducción… todo esto perdería pé si se tuvese en cuenta que non estamos falando de ruso vs letón, francés vs holandés ou árabe, inglés vs hindi ou xhosa, sueco vs finés, turco vs laz ou kurdo ou armenio, sinón ¿gallego vs castellano? ¡De chiste! ¿Cuántos gallegos non entenden as dúas lenguas? Casi ningún.
O siguiente error está en que a Ley de Normalización Lingüística establece á Real Academia Gallega como autoridad lingüística. A RAG ten todo o dereito de inventar o gallego que lle dé a gana, pero a sociedad non ten por qué ir como borregos detrás dela. Foi para min revelador ver que nos países de lengua alemana son os Gobiernos os que establecen as normas, e en Galicia, ante o desvarío normativo da RAG, tiña que ser igual: o que tiña que decir a susodicha Ley é que o Gobierno autonómico recolle as normas do gallego real, coincida a RAG con elas ou non.
E para acabar, dicha Ley tiña que ser de Normalidad e non de Normalización, é decir, establecer que, no ámbito das competencias autonómicas, gallego e castellano son o mismo e non se poden levantar barreiras nin distincións entre unha e outra lengua. E en base a esta fórmula, que os decretos, órdenes, subvencións, etc. que emanen dela impidan igualmente a separación de lenguas ou por razón delas. Levamos xa trinta anos de revancha galeguista, pero estamos en democracia e non hay que imitar os vicios de imposición dunha dictadura anterior, nin nos fai máis falta ós galegos que nos digan qué lengua é máis bonita; temos xa bastante claro que podemos falar o que nos dé a gana.
Pero, como diría Aristóteles, baste sobre este tema por ahora.